
- Categoría: La Guerra de los Rohirrim, Noticias
- Etiquetas: Abismo de Helm, analisis, animación, El Señor de los Anillos, helm, Kenji Kamiyama, la guerra de los rohirrim, peliculas, Peter Jackson, Philippa Boyens, Rohan
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Ayer por la tarde, tuve la oportunidad de ver la recién estrenada película de «El Señor de los Anillos: La Guerra de los Rohirrim». Esta curiosa apuesta de Kenji Kamiyama por el formato de animación, retomando el camino iniciado por Ralph Bakshi en 1978, ha generado críticas de todo tipo. En esta reseña intentaré ofrecer un punto de vista constructivo y personal, aclarando que no representa al equipo de «El Anillo Único».
La historia comienza con una narración de Éowyn, quien nos introduce a Hera, una de las dos protagonistas, mientras un mapa de Rohan detalla el contexto. Las Montañas Blancas impactan por su realismo, aunque en algunos momentos los personajes no parecen encajar del todo en los escenarios. Más tarde, en Edoras, conocemos a sus hermanos Haleth y Háma, además de su primo Fréaláf, que luce un inusual cabello oscuro para un rohirrim.
La presentación del rey Helm, el auténtico protagonista, y su enfrentamiento con Freca son momentos destacados por su fidelidad al texto original. Aunque se añaden elementos como una relación previa entre Hera y Wulf, es el conflicto entre Helm y Freca, culminando en la muerte de Freca (acontecimiento que da a Helm el apodo de «Mano de Hierro«) y el destierro de Wulf, lo que marca el verdadero inicio de la trama.
A partir de aquí, la narrativa tiene altibajos. Por un lado, las escenas de acción, como el hallazgo de un cadáver haradrim y la aparición de un olifante desbocado, buscan dinamismo, pero aportan poco a la historia. Por otro, la inclusión de un Guardián del Agua con un árbol por sombrero en lugar de los ents resulta confusa y sin sentido en el contexto de Rohan. Hera es finalmente secuestrada y llevada al círculo de Isengard, un momento que abre nuevas posibilidades en la trama.

Helm (Brian Cox) comanda a los rohirrim
El rescate de Hera aporta poco más que bellas vistas de Orthanc y el círculo de Isengard, mientras la alianza de Wulf con dunlendinos y haradrim se establece. Helm, mientras tanto, rechaza pedir ayuda a Gondor y manda a Fréaláf al Sagrario, mostrando un desprecio hacia él que resulta difícil de justificar, aunque se argumente como preocupación paternal.
La primera batalla tiene lugar en las afueras de Edoras. Helm, con toda su caballería, intenta frenar el avance de Wulf, pero la traición de uno de sus generales y la aparición de los múmakil llevan a la derrota. Edoras arde, Haleth muere por un flechazo en el cuello, y Háma se sacrifica cubriendo la retirada de su pueblo. Aunque las escenas de combate son visualmente impresionantes, el número limitado de soldados resta fuerza al conflicto.
La historia avanza rápidamente hacia Cuernavilla, donde los refugiados de Rohan se enfrentan al asedio de Wulf y al Largo Invierno. Helm, devastado por las pérdidas, parece un líder ausente, mientras la película da mayor protagonismo a la leyenda del «fantasma de Helm». Sus ataques nocturnos y la aparición de orcos saqueando cadáveres contribuyen a alimentar el mito de que Helm devora a sus enemigos. La situación en Cuernavilla refleja las penurias de los sitiados, pero nuevamente el reducido número de soldados limita el impacto de las escenas.

Helm (Brian Cox) congelado en las puertas de Cuernavilla
La redención de Helm llega tras descubrir Hera una salida secreta de la fortaleza y un enfrentamiento de boxeo entre Helm y un troll de las nieves. Consumido por su fracaso para proteger a sus hijos y a Hera, se sacrifica ante las puertas de la fortaleza, confiándole el futuro del reino. Hera, con la ayuda de un águila gigante, viaja al Sagrario con la armadura y el cuerno de su padre. En el duelo final contra Wulf, se alza victoriosa con la llegada oportuna de Fréaláf, portando dicha armadura y soplando el cuerno, alimentando aún más la leyenda del fantasma de Helm.
El desenlace muestra a Fréaláf coronado como décimo rey de Rohan y primero de la segunda dinastía (que acabaría con Théoden) y a Hera renunciando al trono y al matrimonio, emprendiendo nuevas aventuras junto a su doncella. Además, un breve cameo de Saruman como guardián de Isengard conecta esta historia con el resto del legendarium. Eché en falta ver el túmulo funerario de Helm en Edoras, blanco como la nieve por la abundancia de symbelmynë que crecía sobre el mismo. Su “funeral” en Cuernavilla flojea, a mi parecer, ante esa escena faltante.
La banda sonora de Stephen Gallagher, aunque no alcanza ni el nivel de Bear McReary ni la grandeza de Howard Shore (a quien se menciona en los créditos por usarse algunas de sus obras), es adecuada y evocadora, recordándome más a El Hobbit que a El Señor de los Anillos. También destacan los créditos finales, que muestran a los actores al ritmo de “The Rider” de Paris Paloma, junto a retratos de los personajes que interpretan, al estilo clásico de Peter Jackson.
En conclusión, «El Señor de los Anillos. La Guerra de los Rohirrim» es una adaptación correcta que respeta el canon, aunque sufre por su desarrollo apresurado y algunas escenas de relleno que podrían haberse utilizado para profundizar en elementos importantes, como la ausencia de Gondor o el ascenso de Wulf. Si bien no es la mejor película de la Tierra Media, es una experiencia recomendable para los fans del universo de Tolkien.