El frío os vuelve irascibles – respondió al posadero. -En lugar de daros calorcito con una buena comida y bebida o arrimaros a buena compañía, preferís entrar en calor a base de golpes. ¡Mortales! –suspiró – No hay quien os entienda, siempre desaprovechando los pocos años de vida que tenéis – dijo en tono desenfadado mientras recogía la copa.

Miró a Baldric y vio que realmente estaba preocupado.

-Oh vamos, no es la primera vez que hay trifulcas aquí. Seguro que en el fondo son niños buenos y se portan bien, y el que no lo haga… se le puede sacar de las orejas –dijo encogiéndose de hombros con gesto de indiferencia.

Olió el vino y dio un pequeño trago. No era de Dorwinion, pero tampoco era lo peor que había bebido. Apoyó el codo en la barra y fijó la mirada primero en un hombre joven de pelo negro y largo que estaba solo y parecía disfrutar en silencio con la escena, y por último en la mesa problemática.

Rírian apretó la hoja de Roulon contra la garganta de aquel irritante hombre. Miró a la mujer y una oleada de tristeza le recorrió al recordar a su hermana fallecida, que habría muerto a la edad de aquella joven. Cerro los ojos, intentado calmarse, y retiro su espada lentamente. Carraspeó y le echó al hombre una última mirada amenazante.
– De acuerdo, pero que tu amigo tenga ciudad la próxima vez, o le rebanaré el cuello. Ahora, aceptaría encantado esa ronda de la que me hablabais.

Rírian rió y volvió a beber de su jarra de cerveza, saboreando su espuma, gustoso.
– Una gran historia, maese Battoin. La verdad, echaba de menos una historia junto al crepitar del fuego. Mas (sacando el tema de las espadas) esta bella espada, Roulon, fue forjada por un viejo herrero enano. Ligera como una pluma pero fuerte como un titán, hay muy pocas armas de esta calidad, y no la cambiaría por nada del mundo, la verdad.
Entonces se levantó y tras estirarse, volvió a sonreir.
– Un placer, maese Battoin. Pero ahora he de descansar mis agotados músculos tras haber realizado tan largo viaje. Buenas noches y espero verle mañana.
Acto seguido, pidió al posadero una habitación libre y tras volver a disculparse por el alboroto de antes, entró en su habitación, se quitó la desgastada capa de viaje, a Roulon, el carcaj lleno de flechas y su arco y sin quitarse las botas siquiera, se tumbó en la cama y a los pocos segundos cayó dormido.

Kira respiró aliviada al ver que el hombre bajaba la espada y se tranquilizaba, parecia un montaraz pero le pareció raro, por lo que sabía de ellos eran gente pacífica, excepto cuando se trataba de orcos, pero este parecia un tanto belicoso.
Dirigió su atención a Battoin que le estaba agradeciendo su mediación en ese momento, era un tipo simpático… también un poco raro pero no era de extrañar si se podía creer lo que le estaba contando acerca de su procedencia.
Se rió con ganas cuando Battoin les refirio como había hecho “su negocio”. Pero no era ella sola… una Elfa desde otra mesa cercana también estaba celebrando la historia -¿Habría Elfos por esta región? …. tal vez sabrian de…-pensó-

-Estoy de acuerdo con vos señora, ojala le dure por mucho tiempo -falta le iba a hacer si seguía metiendo la pata de esa manera-

-Yo tomaré otra copa de vino -pidió-

parecía que la noche no iba a terminar tan mal…. y aún era pronto para subir a su habitación, intentaría averiguar algo sobre las costumbres de ese lugar y como llegar a Kibil-Dûm, necesitaba hacerse con una buena capa de piel… o dos… ¡Por Iluvatar!..¡¡Que frioooo!!!

Yaiwen asintió con la cabeza ante las palabras de aquella humana.

-Bien, bien, veo que se animan a seguir bebiendo. Es un alivio, pero cuidado señor, no beba tan rápido o le caerá mal- y viendo la cara de extrañeza que ponía él, río para sus adentros – Elaen, la ronda de ese licor fuerte corre de mi cuenta, y si realmente está tan fuerte como pide el “caballero” – y estas palabras las dijo con un tono distinto – me tomaré luego yo una también.

Se levantó y se acercó hasta la mesa de los dos. -¿Les importa que me una a ustedes? Con este frío es triste beber solo. –No esperó respuesta y se acomodó en una de las sillas que quedaban libres. – Además, -dijo tras una pausa – tengo curiosidad porque no he llegado a comprender bien cuál es el problema que tiene – y miró a Battoin. – Me refiero a que si no he entendido mal tras el incidente, no es capaz de diferenciar a hombres de mujeres, ¿verdad? Pero entonces… ¿tiene claro ya con quién está en esta mesa? Yo no me voy a ofender si me confunde, créame – dijo mientras daba un trago a la nueva copa de vino que le acababan de traer.

Hacía esfuerzos por no reírse y de momento lo estaba consiguiendo, pero… ¿sería posible que existiera en la Tierra Media un ser tan peculiar, por llamarlo de alguna forma? Si el humano no se lo tomaba a mal, le seguiría preguntando por esa particularidad. Y de paso intentaría averiguar de dónde provenían ambos.

Dejó su carreta y su caballo en el lugar más seguro que encontró y lo abrigó con una frazada que le habían regalado en otros tiempos. La noche estaba bastante fría y la vista del pueblo no le gustaba mucho, era bastante tétrica, como un pueblo fantasmal, casi todo era pura nieve y más nieve.
La puerta se abrió y entonces una misteriosa figura encapuchada entró. Observó todo el ambiente para asegurarse de que todo estaba en orden y no se llevaría sorpresas esa noche. Se acercó a la camarera y le consultó sobre algún lugar tranquilo en la taberna donde poder descansar del frío.

-Allí a su izquierda está bastante tranquilo.
-Te lo agradezco chiquilla, ¿me podrías traer algo de comer? Muero de hambre y me encantaría algo de pollo asado, tostadas con mantequilla y un buen jarrón de leche caliente. ¿Podrías?
-En seguida Sr… -titubeó la muchacha
-Aiwë, Aiwë el Morado. -repuso el mago con una leve y sincera sonrisa.

Tras la vuelta de la chica con lo que Aiwë había pedido, se puso a comer, estaba hambriento, se apoyó cómodamente en el respaldo mientras probaba el pollo y las tostadas y de vez en cuando, miraba la gente que lo rodeaba, a decir verdad había todo tipo de miradas, ansiosas, molestas, desafiantes, pero sobre todo había miradas temerarias, al parecer no estaban acostumbrados a ver magos por esta zona de la Tierra Media. ¿O acaso nunca habían visto a alguien comer así?
También se refregaba las manos una contra otras y las soplaba para calentarlas. Había pescado mucho frío allí fuera, y miraba por la ventana, la nieve caer y pensaba en los pobres animales a la intemperie, de pronto, se puso triste por Peludo, su caballo, a pesar de que lo había dejado bien abrigado, nunca había estado metido entre tanto hielo y nieve.
Sus pensamientos iban y venían.

Dalation estaba sumergido en sus pensamientos sobre qué hacer al día siguiente cuando vio a dos hombre peleándose mientras que estaban entrando en la posada. Abrió los dos ojos como platos y sin pensarlo dos veces se levantó para separar la pelea. Pero ya era tarde: el más fuerte había echado por la puerta al otro. No sabía si estaba vivo o muerto, pero lo mejor sería no meterse ya que no quería bajar su reputación en Candur nada más llegar.

Se sentó de nuevo al tiempo que el hombre conversaba con un chico y una chica. Sacó una moneda del bolsillo y la metió entre los dedos aburrido. Aún le parecía muy pronto para ir a la cama, y no tenía nada de sueño. Siguió esperando a tener conversación con alguien, ya que sólo había hablado con su padre y la camarera de la posada, debido a su poco trato con la gente y su fama de hombre del bosque.

Dalation estaba jugando con una moneda, pero de repente se le escapó de las manos y acabó en el pie de la mesa donde estaban los otros que habían venido. Se mordió el labio inferior pensando lo estúpido que era. Le daba un poco de vergüenza preguntar, pero no podía perder una moneda de oro a lo tonto. Se levantó y se dirigió a la mesa.

-Perdonen, ¿les importa que me meta debajo de la mesa para coger la moneda? Se me cayó mientras jugaba con ella…

Aiwë se giró para ver quien fue el importuno que abrió la boca, la verdad no le sorprendía, lo mismo de todas las tabernas, algún loco haciéndose el “importante”.
-Con qué “Arándano” gigante ¿eh? -pensó mientras bebía el jarrón de leche y miraba a aquel tipo, como roncaba ridículamente ebrio. Observaba ahora a las mujeres que lo acompañaban. Todas bebían.

-Si quieren que lo despierte, será un placer. -Todos le miraron confusos.

-Me pregunto si este lugar esconderá más “sorpresas”. Se hundió en sus pensamientos pero ahora miraba a los demás con una mirada gélida y amenazante. Ya estaba bastante molesto como para permitirse mas intromisiones a sus pensamientos. Abrió su viejo libro y empezó a leer mientras bebía del jarrón. Aunque en realidad fingía leer ya que escuchaba y observaba todo muy bien. En ese momento sintió un ruido metálico en el suelo y sintió que alguien decía algo un poco avergonzado.

-Perdonen, ¿les importa que me meta debajo de la mesa para coger la moneda? Se me cayó mientras jugaba con ella…

-Hey, joven, tu moneda rodó entre las piernas de “ese” borracho -le dijo al chico que pasó moviéndose cerca. -Seguía mirando el libro y si bien su mirada era poco amigable, su voz no fue tan ruda en estas últimas palabras.