-¡Esta canción me suena!! Yo sé que la he oído antes, estoy segura, pero no sé dónde – medio gritaba Yaiwen a Battoin para que la escuchara con el ruido de la música y de los candurianos.

La elfa se había descalzado y le había advertido que ni se le ocurriese pisarla o le cortaba la coleta. Movía los hombros de un lado a otro al ritmo de la música y a veces hacía el gesto como si estuviera nadando. Para su sorpresa, el medio-enano, no bailaba tan mal, a pesar de su corpulencia, sus pies eran ligeros. Y casi más sorprendente fue ver que Rírian estaba superando la prueba con nota.
Cuando las dos parejas estuvieron relativamente cerca Yaiwen miró a Kira – Te aseguro que baila mejor que los nativos de este pueblo, aprovecha – y se echó a reír viendo que las mejillas de la humana se sonrojaban un poco.

En la última fiesta, Yaiwen había tenido que bailar con el hijo de la panadera y la pisó en dos ocasiones así que terminó dándole una colleja. Sin embargo, ahora no tenía miedo, parecía que Battoin se había tomado en serio su amenaza, aunque tampoco parecía necesitar ir con mucho tiento.

-Hemos dejado solo al enano, no puede ser – le dijo a Battoin mientras seguían con el baile – La fiesta debería incluir algo como… ¡una Conga, sí, eso!
-¿Una qué? – preguntó extrañado Battoin.
-¡Una conga, estoy segura que los enanos la habéis oído también!.

Yaiwen empezaba a perder la voz. En ese momento la canción terminó y todos miraron a los músicos. Pronto comenzaron las notas de la siguiente y Yaiwen dio saltitos de alegría.

Battoin se sorprendió un poco de que la elfa hubiera seguido su baile sin problemas. No porque pensase que no supiera bailar, sino por seguirle en este precisamente.

Cuando sonó la siguiente canción reconoció al momento lo que ella quería decir con “conga”. Parecía que los candurianos también lo conociesen perfectamente, pues en un momento varias filas se formaron y empezaron a reptar por la posada. Por un momento se preguntó que pensarían los habitantes de Esgaroth de un baile que imitaba a una serpiente gigante.

Aprovechando que pasaba por cerca de las mesas, agarró a Nir metiéndolo en la conga de un salto.

– No vas a dejar a los enanos mal sentándote en un rincón, hay que dejar el pabellón bien alto.

Unas vueltas después, la conga se dirigía hacia una colisión múltiple, como era de esperar. Pegó un par de saltos sobre la montonera que se estaba formado, aprovechando para robar un par de copas que emergían entre la maraña de cuerpos.

Cayó al lado de Yaiwen que se había apartado también a tiempo y observaba divertida como otra fila entera de candurianos se tropezaba contra el montón ya existente sin que nadie hiciese nada por detenerse. Le ofreció una de las copas.

– Me encanta este sitio, si estás un poco avispado bebes gratis sin problemas – dijo tomando un trago de su jarra. – ¡Puaj! ¡Es agua! ¿A quién se le ocurre? – tosió mientras le dejaba la copa a un simpático borrachín que pasaba por allí.

La música volvia a cambiar. Con el primer acorde, Battoin reconoció la canción en seguida.

– ¿Os atrevéis a bailar esto? He oído que algunos reinos de los elfos han llegado a prohibirla.

Aiwë miró al cielo, estaba oscuro, se le había ido toda la tarde, estaba cómodo pero ya era hora de regresar, montó a Peludo y comenzó a irse por el mismo camino que había salido. Las pisadas aún se notaban y su caballo siguió el camino. Parecía que la noche iba a ser tranquila, no había ruidos extraños ni nada por el estilo, pero de repente tropezó con algo y Aiwë salió volando de su corcel

Molesto, maldijo en la antigua lengua de Valinor que nadie entendía y levantándose miró a ver quien había sido su agresor. Quien también yacía de espaldas en el suelo. Con una sonrisa de oreja a oreja le dijo
-Aiwë ¡Eres tú!
-Pero claro que soy yo, pedazo de id…
Pero no pudo terminar la frase porque el otro mago le había tapado la boca de un pícaro beso. Aiwë lo apartó, aún más molesto, y estaba rojo de ira.

-¿Es así como me visitas? ¿Primero me tiras de mi caballo y luego me besas… de esa forma?
-Ya sabes como soy, no he cambiado, y tú tampoco -repuso con picardía el otro mago
-Eso no es necesario decirlo -Aiwë arqueó una ceja y miraba de reojo al otro- ¿Y como diste conmigo?
-Ah bueno, es complicado, te lo puedo relatar en el camino. Me da gusto volverte a ver, llevamos separados… ¿cuanto? ¿300 años?
-Quizás -replicó Aiwë y ambos se rieron fuertemente.

El mago rojo le contó como había llegado hasta él, las noticias de que un mago vestido de morado andaba por Helkanor se habían dispersado como gaviotas y curiosamente, el rojo estaba por las cercanías de Helkanor.

-No he explorado el norte, ¿sabes? ¿Qué tal es?
-Bueno… hay de todo un poco.
-¿Hombres?
-Ajá
-¿Son guapos? -Aiwë lanzó una mirada asesina al otro mago y este cambió la frase -¿Elfos?
-Mmm… no… solo he visto uno, y es una elfa, y bastante misteriosa por cierto. La he visto mirándome fijamente varias veces. Aunque aún no he dialogado con ella. Pero presiento que no es muy buena compañía.
-Bien bien, así que solo hay humanos, nada de elfos
-También hay un enano y un mediano
-¿Un mediano? ¿De veras? ¡Debes presentarmelo! Nunca he visto ninguno, dicen que son muy… pequeños pero su hospitalidad compensa el tamaño.
-Eres un cretino igual que siempre
-Relájate, Aiwë siempre estás tan serio…
-Sabes por qué y lo sabes muy bien.

Aiwë estaba mirando fijamente al otro mago éste no volvió a decir nada más.
Poco a poco fueron llegando a Candur. Ya era adentrada la noche. El mago morado había mostrado a su compañero, un buen lugar para su caballo, y ambos caballos quedaron en compañía y alegres, después de semejante reencuentro. Aiwë estaba nervioso otra vez. Había demasiada gente, por todos lados, la plaza parecía un nido de pulgas y la posada estaba aún peor.

-¿Pero que demonios pasa aquí? -le murmuro al otro mago
-No sé, tú vives aquí, yo recién llego.
-Solo he estado hospedándome 4 días.
-No tengo idea, pero ¿nos uniremos no?
-¿Estás loco? ¡Esta lleno de borrachos y gente… rara, mira como se mueven, parecen, enfermos.
-Aiwë, están bailando.
-Ya lo sé, pero, ¡Argh! ¡Olvídalo! Me largo de aquí.
-Oye, yo quiero divertirme un poco.
-Ni modo, me voy de nuevo, prefiero estar mediando que en semejante locura.

Pudo ver a Dalation bailando, también a Ririan bailando con Kira, El salvaje de los calzones y la misteriosa elfa, también al enano metido en la fiesta de mala gana y algo más lejos a Baelim con otros, haciendo música.

Dalation seguía leyendo el papel muy centrado. Ya había conseguido memorizar diez símbolos, cuando alzó la cabeza cansado y descubrió lo tonto que había sido. Ponerse a estudiar en medio de una fiesta, le haría quedar como alguien raro. Guardó la hojda en el bolsillo cuando… ¡Pammm! Alguien le había empujado y había caído en manos de un chica de la aldea a la que no conocía. Justo a tiempo de agarrarse a su mano y a su cadera. Miró hacia atrás enfadado, pero no encontró a nadie detrás de su mesa. No descubriría quién le había empujado, pero se lo tenía que agradecer al fin y al cabo.

Empezó a sonreír. Jamás había estado con una chica, y mucho menos bailando. No sabía cómo hacerlo, así que se limitó a imitar los pasos de la gente de acuerdo con la música. Esperaba pasarlo muy bien aquella noche, aunque no puedo evitar pensar en Aiwë, que se había marchado sin decir una palabra, cosa que le había sorprendido. Y por primera vez vio los ojos de la chica.

-¿Me cede este baile?- preguntó, a pesar de que había empezado a hacerlo antes de tiempo.
-Por supuesto. ¡A disfrutar-dijo la hermosa chica y empezó a moverse más rápido. A Dalation lo pilló sorprendido, pero pronto alcanzó su ritmo.

Miró a su alrededor. El montaraz bailaba con la chica que se había interesado en el mago, y muchas más parejas acompañaban alrededor. En la puerta, localizó al mago y a un extraño acompañante, al que no conocía de nada. Y de repente, sonó una música con mucho ritmo.

Hacía tanto que no disfrutaba de una fiesta, y estar bailando con una mujer tan bella como vos me hace sentir feliz, así que, ¡a disfrutar!

Kira se sintió emocionada al escuchar esas palabras del montaraz y lo que le había contado sobre su hermana, le iba a contestar lo mucho que lo sentía cuando de pronto éste la agarró por la cintura y dieron una vuelta que casi los hizo perder el equilibrio….. equilibrio que perdieron segundos después cuando les arrolló un grupo de Candurianos bailando una conga. Cuando Kira se quiso dar cuenta de lo sucedido tenía a Dalation encima y Nír el Enano estaba debajo de Rírian. Se miraron y no pudieron contener una carcajada mientras intentaban levantarse, cosa casi imposible porque los Candurianos no dejaban de pasar

Soron miró sonriendo a la elfa
-¿Te gusta mi cabello? Bueno es natural, y gracias, Yaiwen. Pues beberé lo que quieras.

Aiwë no hablaba. Su mirada era fría y filosa como una espada. Realmente le había caído mal aquella misteriosa. Pero tampoco le preocupaba mucho, no era la primera vez que le intentasen robar su bastón, nadie lo había logrado hasta ahora. Se negó a darle su nombre a la extraña. Disimulaba muy bien, pero veía cada movimiento que hacía la elfa. Ignoró lo que Soron hacía, al parecer no había madurado mucho, pero si metía la pata, Aiwë le aplastaría la punta de la vara en sus zapatos, o peor aún, en sus ojos. Soron intentó convidar a Aiwë con licor pero este negó con la cabeza, el rojo insistió y el morado advirtió.

-Sabes muy bien lo que le suceden a los cristales cuando estamos alterados y hay uno cerca ¿no? -Comentó sin rodeo alguno- ¡Explotan! Aleja esa cosa de mi vista ahora mismo. Dicho y hecho. El vaso que estaba vacío, estalló en pedazos y todos en la mesa se sobresaltaron. Era una clara señal de que Aiwë estaba con los cables pelados.

El ambiente de la fiesta iba en aumento. Mucha gente iba pedo completo y en la conga se cayeron varios. Baelim decidió que era momento de dejar las canciones de taberna por un segundo y cambiar a algo más serio. Buscó a Yaiwen con la mirada y la encontró sentada con el mago morado de Framburgo que estaba acompañado de un extraño personaje de rojo. Anunció un descanso para los músicos, se bajó del escenario y aprovechó para servirse una pinta de las que le había invitado el público. Se acercó a la mesa del mago y la elfa, jarra en mano
– ¿Os está gustando la fiesta? Espero que sí porque me estoy empleando a fondo jajaja. Yaiwen, me encantaría que me acompañases con tu voz para cantar esa melodía que toqué en la batalla contra los orcos. Sé que es una melodía élfica y tenía la esperanza de que tú supieras la letra original. ¿Qué me dices? –

– Sí, me gusta mucho. Es muy atrevido ese color, desde luego. La próxima vez que vaya a Kibil-Dum buscaré un color parecido, espero que no os importe – dijo divertida. -Baldric, una copa de vino tinto para el caballero, pero que sea del Dorwinion. -Decidme Soron, ¿pensáis quedaros un tiempo aquí?

En ese momento se les unía Baelim preguntándoles por la velada y haciéndola a ella una proposición inesperada pero divertida.

-Mmmmm creo que no puedo negaros eso, además me parece que conozco la letra y los elfos nos deleitamos con las canciones. Pero antes disfrutemos de la bebida, que os debo una pinta y quiero saldar la deuda.