— Oye, Aiwë, ¿a ese bastón tuyo se le pueden poner las largas? Aquí no se ve un pimiento — gritó hacia las escaleras. — Voy a echar un ojo mientras bajáis.

-¿Por qué siempre es tan terco y torpe? -pensó y luego respondió más fuerte para que Battoin le oyera- Aguarda, es peligroso andar libremente por la guarida de …

Pero ya se había ido y luego escuchó como un ruido sordo golpeaba el suelo.
-Menudo golpe -espero que por su bien no empiece a delirar de nuevo.

Avanzó despacio, no le gustaba demasiado el aspecto deplorable de la cueva, quería avanzar con paso firme pero seguro, además ese olor extraño no le gustaba mucho, quien sabe que otro horror pudiera estar rondando suelto por ahí.

-¿Battoin? -susurró mentalmente- Si estás escuchándome, responde
-Aquí abajo -sintió los gritos.
-No tan fuerte, ¡por favor! -Éso había sonado tan claro que lo dejó sordo, pero no estaba seguro si era un grito real o había sido producido por la mente de Battoin, como sea, no le había gustado en lo más mínimo.
Al llegar, vio a Battoin mirando el suelo, y con sangre en la cara
-¡Por Yavanna! ¿Eres masoquista o te fascina lastimarte? Ni me respondas. -Le extendió la mano- Vamos, no tengo todo el día, o noche, sabrá Eru en que horas estamos.

Después que Battoin se incorporó con la ayuda del maia, la nariz no dejaba de sangrarle
-¿Quieres que te ayude con eso? No serán golpes, ni rabietas, lo prometo. Eso sí, prométeme que en cuanto salgamos de aquí te bañarás, hueles muy mal, amigo mío.

-¿Quieres que te ayude con eso? No serán golpes, ni rabietas, lo prometo. Eso sí, prométeme que en cuanto salgamos de aquí te bañarás, hueles muy mal, amigo mío.

-Como no salgamos de aquí pronto vamos a terminar todos oliendo como él –dijo la elfa con cara de pocos amigos al llegar donde estaban los dos.

— Me parece que os confundís, ambos – les respondió. — Yo me he duchado esta mañana, no como otros, que se pasan un día entero en una celda y aún no se han duchado, es más, diría que es el mago es que huele a pantera.

Se frotó la nariz y se miró la mano. Estaba manchado de rojo. Se abrió el abrigo y miró dentro de la capa.

— Vaya, se me han machacado las uvas que llevaba en el bolsillo. Jo, esto no sale ni con Ariel. Espero que el tesoro me llegue para ropas nuevas.

Miró alrededor y la oscuridad seguía rodeándolos, recogió la antorcha y la acercó de nuevo a la vara del mago para encenderla. Se alejó unos pasos y la alzó, quedándose completamente quieto mirando hacia ella. La llama tardó unos segundos en estabilizarse. Battoin seguía mirándola fijanmente. Al cobo de unos momentos, la llama la movió ligeramente hacia un lado.

— Hay una corriente de aire hasta la puerda que hemos entrado. Viene de allí — dijo señalando hacia la oscuridad. – Seguro que hay un pasadizo o algo por dónde podremos continuar – bajó la antorcha para que iluminase el suelo. – No me vuelvo a tropezar, ¿vamos yendo? Los demás seguro que pueden seguirnos, no es que haya muchas luces que los confundan.

El enano fue el último en bajar. Nír se acomodó la capa y el manto, no vaya a ser que en un desafortunado tropiezo rodara escalones abajo. Nír avanzó con pasos seguros, ayudándose con el hacha para equilibrarse y detectar los escalones.

A medida que descendía inspeccionaba los muros con las manos. Si lo que se contaba en Kibil-Dûm era cierto, las cuevas de los dragones del brezal difícilmente estaban vacías de túneles y salones escondidos. Algunos de los gusanos del norte eran especialmente astutos y era apropiado pensar que esconderían sus tesoros más preciados en las grutas menos accesibles.

De repente una de los muros rocosos se separó y el enano encontró una pequeña abertura entre las rocas. Encendió una tea de la mercancía con el mechero y se dispuso a revisarla. Con un poco de esfuerzo y valiéndose del hacha como palanca, logró destapar lo que parecía ser la entrada a un profundo túnel. Quizás diera a alguna guarida recóndita.

-Por cierto… ¿dónde está el enano?-escuchó la voz de Zamîn.

-¡Aquí!-avisó Nír y en eso se golpeó con una estalactita que asomaba de aquella misteriosa abertura. El enano tropezó y cayó por el túnel recién abierto, consiguiendo frenarse en medio de la caída. Aún estaba a unos metros de la entrada sin embargo. O se tomaba un tiempo para subir y salir de ahí, o esperaba que algún alma menos cansada subiera de nuevo para sacarlo del agujero, o incluso ver la forma de continuar el camino por ahí.

Berilack no se lo pudo creer. “¡¿El camino está cerrado?!”. se dijo.
Todo por lo que había pasado para llegar allí, casi muere por hipotermia, tuvo que andar varios kilómetros el solo por la nieve con sus pies descalzos y casi coge una pulmonía, su traje de viaje rasgado por el ataque de unos malditos orcos y su sombrero favorito aplastado y la pluma torcida, no podría haber salido peor aquella expedición.

Se tiró en el pasillo que daba a la pared que les cerraba el paso a él y a la compañía.

-Hay… viejas leyendas de las cuevas abandonadas o infestadas de criaturas oscuras, no me sorprendería que esas leyendas sean ciertas, y que ésta, tenga de alguna manera, algún tipo de encanto o magia, los Dragones codiciaban demasiado el oro, son conocidos por causar la corrupción en los corazones de aquellos que tocaban su oro maldito o se metían a sus guaridas, quizás estemos frente a algún tipo de magia que desconocemos… a lo mejor, la cueva misma, está tratando de cerrarnos el paso. ¿Será una advertencia divina de que deberíamos volver? ¿O quizás simplemente los últimos deseos de Scatha de proteger su cueva?- dijo el mago. A Berilack ya estaba empezando a cansarse de este asunto de cuevas, dragones y tesoros y dijo.

-¡Pues maldito sea tanto el tesoro como Scatha!, ¡Qué se quede con él esos sucios trasgos hasta el fi de los días!- dijo gritando en voz alta. Se buscó en su chaqueta y sacó su vieja pipa, estaba rota por la parte donde se coloca el tabaco, lo cual la hacía inservible, entonces la tiró hacia el muro que les bloqueaba, que no se divisaba bien en la oscuridad, pero no oyó el golpe contra la pared, solo el golpe al caer la pipa al suelo y hacerse añicos. Este no le dio mucha importancia, se levantó y se acercó a Zamín.

-¿Y bien?, tu eres nuestra guía, ¿No?, pues guíanos hacia tu codiciado tesoro, y si no démonos la vuelta, si nos damos prisa llegaremos al desayuno, llevo una buena temporada sin comer algo caliente-
Estaba empezando a impacientarse y a enfadarse y se fue hacia las escaleras donde se encontró al enano.

-Vámonos querido amigo, aquí no hay nada que hacer.- dijo sentándose en las escaleras refunfuñando.

Battoin se quedó mirando cómo los demás se iba hacia atrás a intentar abrir una puerta. Se preguntaba por qué lo harían en lugar de seguir avanzando. También se preguntaba si el problema de olfato era congénito de los magos o sólo lo padecía este.

Se encogió de hombros y continuó solo en la oscuridad mientras seguía la corriente de aire. Iba con tranquilidad con cuidado de no tropezar de nuevo. Tras un rato caminando llegó a otras escaleras que continuaban hacia abajo. Se giró para ver si alguien más lo había seguido. No veía ninguna luz y se preguntó si no sería más prudente esperar al resto del grupo. Se había pasado la noche esperando y llamando al grupo, no le apetecía hacerlo de nuevo así que continuó él solo.

Las escaleras eran parecidas a las anteriores y bajaban continuamente, pero sin bifurcarse en ningún momento. Ya llevaba un buen rato bajando, debía de estar ya bajo el nivel del suelo. De repente oyó un murmullo, al principio ininteligible, pero según se fue acercando comenzó a distinguirlo. Eran voces. Allí abajo sólo podía ser una cosa: orcos.

Ahora no tenía sentido volver atrás, por lo menos averiguaría cuantos eran. Si era posible, acabarái el solo con ellos. Las voces ya casi las entedía y comenzaba a verse luz. Aún así, sonaban muy raro para ser orcos.

-Si- dijo en voz baja, -esto tiene mala pinta, no es que sea un cobarde, pero esto no me gusta nada, deberíamos movernos, aquí han vivido dragones y otras cosas- se le escapó una risita siniestra al reconocer la oscura intención de sus palabras. -Espero disculpeis mis palabras, deben ser los nervios- Y luego, aparentando un impulso nervioso, recitó los dos primeros versos de la canción recién compuesta:

“Danzan en la oscuridad
ninguna sombra arrojan”

– Venga, tiene que ser un broma — dijo Battoin al ver a los demás.

-¿Broma? explícalo tú mejor. ¿Qué haces aquí, nos has seguido? porque no te he escuchado…

– Yo me fui por el otro lado, acabé encontrando otra escalera. Estuve bajando un buen rato, hasta la base de la montaña, por lo menos. Ahora no lo tengo tan claro. Me pregunto si podríamos volver por donde vinimos, si llegase el caso – se encongió de hombros. – Bueno, es igual, ¿habéis conseguido algo con la puerta?

¿Probamos con tu cabeza, Battoin? está a prueba de golpes -dijo sin poder contener una risita.

— Usemos la cabeza, pues.

Se acercó a la pared y apoyó la oreja sobre ella. Cogió su puñal y dio unos cuando golpes, aparendemente al azar. Movió de nuevo la oreja y repitió el proceso. Se acercó a los bordes, palpando la piedra con los dedos. Apoyó la frente contra la pared y fue abriendo los brazos dando ligeros golpes hasta que llegó al límite de la pared.

Yaiwen le miraba, curiosa. Con un gesto le animó a acercarse a la pared a escuchar con él. La elfa apoyó su cabeza contr al piedra, imitándole. Él le dió un suave capón.

— Ya veo cómo usas la cabeza — dijo imitando su risita.

Se alejó de la puerta y se sentó en la escalera.

— Sea lo que sea eso, no es una roca, ni una pierda normal. He cavado suficientes montañas como para conocer su interior. Si eso es parte natural de la montaña yo soy Varda en vestido de volantes – dijo mientras sacaba un bocadillo de su bolsa. — Fi nueftra querida lafrona fabe abrir ferraduraf maficaf, ef el momento. Fi no, que el mago fe gane el fueldo, que fara algo lo queremof.

Aiwë siguió a la elfa y el resto se les mezcló, esperaba estar a solas con ella para aclarar ciertas cosas pero le pareció mejor dejarlo para otro momento, ya que lo que inicialmente sería privado, se convirtió en una “fiesta”.
Por un lado estaba Yaiwen que intentaba inútilmente, abrir la “pared”, después estaba Dulvak que decía comentarios extraños y cantaba canciones raras, Aiwë lo miró un rato, con expresión tensa y dudosa

-Cuidado con las palabras, compañero, nunca se sabe cuan peligrosas pueden ser en lugares tenebrosos -le dijo sin mucho rodeo a Dulvak.

Luego escuchó como Yaiwen le proponía a Battoin que usara su cabezota para romper la pared, al maia le divirtió la idea, todo lo que significara maltratar a Battoin, era bienvenido, Aiwë se prometió no volver a ser amable con él. Después de sus fallidos intentos, Aiwë sonrió, “Humanos” pensó, luego escucho a Battoin balbucear algo

— Fi nueftra querida lafrona fabe abrir ferraduraf maficaf, ef el momento. Fi no, que el mago fe gane el fueldo, que fara algo lo queremof.

-Vuelve a hablar así y lo que quedará marcado en esta “pared” será tu cadaver.

El maia caminó hacia donde estaba Yaiwen, le molestaba los ojos a su alrededor observándole, atentos, la medusa andante, Dulvak, quien curiosamente parecía que lo miraba a propósito, ignoró al resto y se concentró en la pared, Yaiwen estaba parada a su lado, Aiwë tanteó la “pared”. Sentía algo sólido, definitivamente había algo que impedía el paso.
-Mmm, me pregunto sí…

Los ojos del maia empezaron a brillar y rápidamente notó la falsedad de la pared.
-No es real
-¿Cómo que no es real? Acabo de tocarla con mis propias manos, aquí hay una pared
-No, no la hay, intenta tocarla de nuevo.
-Es sólida
-¿Segura?

El maia puso su mano en la supuesta pared, y para la sorpresa de todos, la atravesó. Pero por alguna razón, la mano de Yaiwen no lo hacía.
-Quizás la ilusión misma te impide verlo
-¿Ilusión?
-Bien, ha llegado la hora de dar fin a esta farsa y a estos juegos de niños.

Aiwë puso su otra mano en la “pared” y cerró ambos ojos, internamente pronunció un pequeño encantamiento y la pared se iluminó,

con una luz morada tan intensa que podía ser molesta a los ojos de sus compañeros, se le iluminó la cara, su cabello, cejas y el poco vello facial que tenía, brillaban intensamente ante la luz del mismo color que además seguía aumentando hasta que consumió toda la pared y finalmente el camino se reveló ante los ojos de todos, pero para su desgracia, solo Dulvak y Yaiwen habían apreciado su arte, y estaba casi seguro que Yaiwen lo observaba mucho, quizás porque era la primera vez que veía su poder tan cerca, el resto se había tapado los ojos debido a que no soportaron la luz casi cegadora que había aparecido repentinamente.

-Bien, sin pared, no hay nada que nos impida avanzar.

Pero algo no le gustó mucho, parece que estaban más cerca de lo que pensaron, el olor se hizo más fétido y desagradable, Aiwë no pudo evitar taparse la nariz
-¿¡Pero qué es esta peste!? ¡SANTO ERU!

Y para mayor sorpresa, la damisela perdida y el príncipe azul al rescate, acababan de aparecer tras la destrucción de la misteriosa pared, y al mismo tiempo, una roca salió despedida y casi golpeó a Zamín, que pegó un salto asustada.
-Vaya, ¿Kira? ¿Rirrian? ¿Pero que Balrogs hacen ustedes ahí? ¿Ustedes lanzaron esa roca? Esto se pone más interesante, así que la cueva parece que tiene la voluntad de modificarnos el camino a seguir. Además parece como si creara zonas donde el tiempo no existe o se detiene, eso explicaría lo de la piedra ¿O querías atacar a la “buena” de Zamín, eh Kira? -dijó casi a risotadas el maia.