Helkanor – Cueva de Scatha
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Neume.
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29/07/2015 at 16:38 #357016
Elfo_NegroParticipantHabían emprendido el camino de regreso a Candur. Dulvak había estado sopesando qué era más conveniente, si continuar su viaje, cruzar las Ered Mithrin a pié e ir hacia el sur, quizá más allá del bosque Verde, de donde parecía provenir el poder oscuro que sentía desde hacía un tiempo, que perturbaba el equilibrio de la tierra; o, por el contrario, seguir con ese pintoresco grupo, sacar algo en limpio de todo ese extraño tema de Îbal y, una vez en Candur, comprar un mejor caballo y reemprender sus investigaciones, internándose al sur por el paso de Gundabad, donde sin duda, esperaba encontrar más de una explicación, y bajar luego por el rio Gris hasta encontrar la fuente de ese preocupante poder oscuro.
Se decidió por esa segunda opción, así que, de momento seguiría con sus nuevos compañeros.
Iban casi todos en una formación bastante cerrada, donde resultaba difícil ser oido por uno sin que el resto se enterara. Yaiwen se acercó visiblemente, con una sonrisa pícara colgando de los labios -Caballero, puesto que no pudisteis entrar en la sala del tesoro y aunque os contáramos su belleza no es lo mismo, os cogimos algo para compartir- dijo, acercándole una daga y una bolsa tintineante. Dulvak, aceptó ambas cosas con gratitud –muchas gracias, señora, me siento alagado- desenfundó la daga y la miró a contraluz, estudiando su factura. -bonita arma, nunca se sabe si se va a necesitar (espermos que no, no soy muy ducho en su uso) pero dicen que siempre va bien tener una a mano en lugares peligrosos- la volvió a enfundar y la encajó, un poco torpemente, en su cinturón. Sopesó la bolsa y escuchó divertido el ruido de las monedas al chocar, sonrió y, como quien maneja algo de poco valor, la guardó en las alforjas del caballo, donde llevaba el resto de sus escasos pertrechos. Cuando estaba repitiendo las gracias, la medio-elfa le hizo una pregunta que lo cogió un tanto a contrapié -¿puedo preguntaros de dónde sois, señor?- Dulvak se recolocó un tanto incómodo en la silla de montar –Bueno… soy un poco de todos sitios, a lo largo de mi vida he viajado bastante, pero en estos momentos estoy residiendo muy al norte, allá, entre el bosque Blanco y las Ered Glan, compartiendo casa con Sabaka, ese perro tan simpático que me sigue a todos lados- tras una muy breve pausa continuó -¿y vos señora, de donde sois y, si no es mucha indiscreción, qué tenéis que ver con toda esta gente? no es muy común en los eldar compartir aventuras y pan con otras razas.-30/07/2015 at 18:02 #357026
NeumeModeratorEstaba todavía bastante perpleja por lo que había dicho Battoin. ¿Zâira? No, no era posible. Seguro que le había entendido mal, ¿cómo iba a haberla llamado a ella por su nombre paterno? Jamás lo había dado en Candur. Al presentarse era Yaiwen, nada más. Le habría entendido mal. Una idea absurda pasó por la mente de la medio elfa ¿Y si estaba hablando con la yegua y no con ella? No, eso sí que es imposible, no puede haber llamado al animal así, pero si quería que ella le acompañase debería haber esperado y no salir corriendo. Tendría que hablar con él muy seriamente.
Decidió concentrarse en Dulvak quien amablemente había aceptado los presentes. No parecía muy cómodo con su pregunta así que Yaiwen le prestó un poco más de atención.
–Bueno… soy un poco de todos sitios, a lo largo de mi vida he viajado bastante, pero en estos momentos estoy residiendo muy al norte, allá, entre el bosque Blanco y las Ered Glan, compartiendo casa con Sabaka, ese perro tan simpático que me sigue a todos lados -¿y vos señora, de donde sois y, si no es mucha indiscreción, qué tenéis que ver con toda esta gente? no es muy común en los eldar compartir aventuras y pan con otras razas.-
-Mmmmm muy al norte sí, demasiado para mi gusto si puedo ser honesta. No me he adentrado más que un poco en la Arboleda del Rey. Tampoco he fisgoneado hacia el oeste de Candur –dijo en referencia a los Montes de Angmar y Gundabad. –En cuanto a mí, bueno, vengo del este, pero es una historia larga, ya sabéis que los elfos somos muy dados a contar historietas –y le sonrió. – Si queréis, nos tomamos en la posada una pinta al calor de la hoguera y nos contamos más mientras termina de amanecer. Ahora creo que debería ver qué está tramando el loco de Battoin, el que ha salido corriendo a por Eru sabrá qué. Me voy a acercar al cementerio. Si queréis acompañadnos… y si no os encontraremos en la Yegua Desbocada.
“Qué poco me gusta ese nombre” se recordó. Pero también pensó en los vinos que allí sirven y empezó a sentir sed. “No sé hace cuánto tiempo que no doy un trago, demasiadas horas”
Cuando llegaron al pueblo se dirigió al extremo oeste, donde se hallaba el cementerio. No le hacía ninguna gracia estar allí así que confiaba en que Battoin no tardara demasiado. Hasta que apareciera le esperaría fuera.
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