Había estado tentada en intervenir en dos ocasiones, con el primer puñetazo de Rírian y con el golpe de Battoin. Baelim y ella se miraban de vez en cuando algo asustados, aunque al final pareció que se quedaría en una pelea sin más consecuencias…a priori.

Battoin metió la cabeza en la nieve y ella se acercó por detrás hasta él.

-Últimamente no hacéis más que correr. Me recordáis a mí cuando hago mis “intervenciones”- dijo refiriéndose a sus robos. -Quizá alguien debería veros esas heridas. Creo que el supuesto mago sería capaz de curaros, y si no, tengo algo de medicina élfica en mi casa. Como queráis.

-¡Hey Baelim! -dijo alzando la voz – creo que vamos a necesitar de vuestra música más a menudo para amansar a estas fieras. Tal vez está noche en la posada se dé la ocasión y lo mismo os ganais unas monedas… Y señor enano, decidme cuánto es el coste de esas herramientas que intentaré arreglarlo yo misma. Si no lo consigo os contrataré.
En realidad no confiaba en poder hacerlo sola, pero quizás no fuese tan complicado.

Nír le prestó las herramientas a Yaiwen, quien le ofrecía a Battoin una pequeña ayuda médica. La pelea entre Rírian y Battoin afortunadamente no pasó de los puñetazos y puede que en la celebracion en la posada solucionen sus diferencias.

El enano se dispuso a volver a entrar a la posada. Dejó el cerdo atado al carro y entró.
-Va a entrar mucho frío por esta ventana después-comentó Nír a Yaiwen -A lo mejor en una de esas debiera ofrecerle mínimo un par de cortinas gruesas.

En cuanto Baelim anunció su presentación para la fiesta, Nír aprovechó un poco de extender su contrato con Baldric (y de paso sus ganancias) colocando un bonito candelabro en el techo de la posada que no le tomó mucho tiempo afirmar. La noche había pasado pero el cielo estaba nublado y oscurecido tanto por el mal tiempo como por el humo de la escaramuza. El enano prendió unas velas y colocó una en cada mesa.

-Acá tienen un par de amigas-dijo Nír sacando de una caja escondida de la carreta, dos botellas de cerveza especial-Ojalá las aproveche bien, señor posadero-continuó bostezando. Esperó a que Baldric le diera su opinión de la cerveza enana, y de paso, el dinero que le correspondía.

Nír volvió a bostezar. Seguía cansado y tenía mucha, mucha hambre. Mientras la mayoría de los candurianos montaban alegremente una celebración en la plaza de la ciudad para continuar en la posada, Nír se acomodó en una silla y puso las piernas encima de la mesa.

Había alguien terminando de bañarse abajo en el sótano. A lo mejor una buena inmersión lo ayudaba a despertar y relajarse un poco, pero prefirió esperar cómodamente a atragantarse de comida y cerveza esa sombría mañana.

Rírian volvió de nuevo a la posada y le pidió a Baldric un baño, pero este dijo:
– Ahora mismo está cogido, y una mujer lo ha reservado después, así que me temo que tendrá que esperar.
Este asintió y se fue a su habitación, se quitó las armas y esperó sentado a que fuese su turno, mientras meditaba la pele de hacía unos minutos. Aquel Battoin no le caía bien, pero en el fondo sentía que tenía razón, que no debería estar todo el rato recordándose en voz alta que sus familiares habían muerto. Se miró el anillo azul que le había regalado su hermana y lo besó, mientras susurrabas:
– Como os echo de menos…

No llevaba la capucha puesta en ese momento así que la nieve le bañó el cabello y la cara. Un escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo. Se quitó los restos de nieve de los hombros y unas cuantas ramitas del nido.
-Humanos, sois como críos -dijo sonriendo. Aquello no la había molestado, y si hubiese querido, habría sido bastante fácil que estando él con la cabeza así hubiera tragado una buena cantidad de nieve.

-Así que mi culpa, y todo además. Vaya, y yo que creía que con un poco de más cuidado por vuestra parte nadie se habría enterado. Me teníais que haber dejado a mí. Para otra ocasión, recordad quien tiene más experiencia en esto. Será mejor que nos movamos o cogeremos un buen resfriado.
El pelo de Yaiwen estaba mojado ahora que la nieve se estaba deshaciendo.

-No soy muy hábil con las herramientas, no. Sin embargo, creo que si podré hacer algo con ese dolor.
Habría preferido que buscarán al mago y fuese él quien lo hiciera. Tenía interés por poder intercambiar algunas palabras con él y verle más cerca, pero ya tendría ocasión esa noche, y tenía pendiente una misiva.
-Antes de ir a mi casa necesito comprar algunas cosas para la comida. Las podemos coger de camino. Hay una mujer que vende fruta y verdura de buena calidad. Aquí tan al norte no es fácil encontrar de todo. Intentaré buscar algo de carne, que ya sé que los “enanos” tenéis predilección por ella. Tomad, vos cargareis con las herramientas, pesan demasiado para una dama en apuros y desvalida como yo – dijo burlona recordando la historia de la posada.

El huargo atacó a Dalation, que cayó al suelo. No había luchando con criatura tan furiosa, así que debía de actuar con rapidez si no quería perder la cabeza. Intentó agarrar el arco que se le había caído, pero la criatura lo echó hacia atrás con las garras. Estaba perdido. Intentaba agarrar algo, y lo consiguió: su cuchillo se le había caído del bolsillo y ahora lo tenía en la mano. Lo agarró con fuerza y decisión y se lo clavó en en ojo, haciendo que el huargo emitiera un grave aullido de dolor. Acto seguido, cogió la espada y la clavó sin compasión en el cuello de la criatura, haciendo que se llenase de sangre negra.

Una vez estuvo en pie, la cosa empeoró, como si hubiera pasado de la sartén al fuego: un orco lo apuntaba con una flecha. Intentó correr y esquivarla, pero cayó al suelo derrotado. La flecha le había dado de lleno en la pierna, justo donde los dientes del huargo se le habían clavado. Gimió de dolor, y con un arrebato de furia, cogió el arco y disparó, haciendo que el orco cayese. Tres o cuatro más le atacaron, y tres o cuatro más cayeron abatidos. La cosa iba de mal en peor, cuando vio la vara del mago luchando y acto seguido, a causa del dolor empezó a ver todo negro y cayó en un profundo sueño…

Se encontraba ahora en la posada, sentado sobre una sil-a y ayudado por algunas personas.
-Que me ha pasado?
-Caístes en batalla y perdistes el conocimiento. Aquel extraño mago exterminó a los orcos que te iban a matar, y uno de nosotros te encontró y te trajo de vuelta-Dalation sonrió pensando en el mago. Le había salvado la vida. Le debía una…
-Muchas gracias-se limitó a decir.

Intentó levantarse, pero no pudo. De repente, apareció el mago con su arco, espada y la daga. Le curó la herida y le dijo que iba a tomarse un baño. El hombre sonrió y empezó a levantarse, ya con sus cosas recogidas. Necesitaba más entrenamiento. Un huargo y un orco habían acabado con él, y sin no fuera por el mago, ahora estaría muerto.

LLegó hasta la mesa, observando el pergamino donde estaba escrito su nombre. Empezó a pensar en cómo escribir, y llegó a la conclusión de que había una seria de caracteres, que se iban juntando y formando palabras y frases. Esperó hasta que llegara el mago, que no tardo en sentarse junto a él.

-Me has salvado la vida. Te debo una, y juro que haré que tu tienda de alquimia salga adelante. Según entiendo…-y le explicó lo que había pensado sobre las letras-Así que tendré que empezar a estudiarme todos las letras, ¿no crees? Si no te importaría, ¿me las podrías escribir para que pueda?

Después de darse un baño caliente Kira bajó a la sala común de la posada, comprobó con agrado que en muy poco tiempo había recuperado su aspecto normal, habían reparado mesas y sillas y se fijo en un bonito candelabro que colgaba del techo, vio a Baldric ocupado con unos aldeanos, estaban instalando una especie de tarima elevada al fondo de la sala, se acercó a él para ver de que se trataba.
-¿Que estáis preparando maese Baldric?-Preguntó al posadero.
-Es un estrado para los músicos- Contestó el posadero -Esta noche tenemos fiesta, espero que asistáis -le dijo con una sonrisa.
Kira también sonrió y le dijo que asistiría encantada y se dispuso a salir para pasear por la aldea y a tomar un poco el sol que había salido radiante.
-¡Una fiesta!- se dijo – quizás sería una buena ocasión para estrenar la túnica que le compró a Nír y con este pensamiento salió contenta de la posada.
Caminó sin prisa por las calles de la aldea que ya estaban limpias de cadáveres, hubiese parecido que no había ocurrido nada la noche anterior de no ser por el humo negro que se veía a las afueras de la aldea. Cuando hubo caminado un rato empezó a sentir frio, a pesar del sol, corría una brisa helada procedente del norte, se encaminó de nuevo hacia la posada. Al entrar reparó en un individuo sentado en una mesa cerca del fuego, cuando se acercó comprobó que se trataba del mago, con otras vestiduras, decidió hablarle y salir de dudas.
-Buenas tardes Señor- Saludó Kira- perdonad que os importune, pero la otra noche en la batalla no pude evitar ver como defendisteis la plaza, nunca había visto nada parecido, decidme señor ¿sois uno de los Istari? los magos que vinieron del lejano Occidente

-Claro que puedo, pero mi Dalation querido, date un baño. Estás lleno de sangre y hueles mal. No te preocupes, corre por mi cuenta. Si necesitas jabón, tengo uno, huele genial. Iré a traertelo. Cuando regreses limpio, te daré lo que me has pedido.

-Tienes razón, estoy lleno de sangre y barro, así que me voy ya-Dalation se miró sus ropas, que estaban rasgadas y rotas-Nooo. he roto mi única ropa. Bueno ya es seguro, tengo que pasarme por el mercado-Sonrió cuando el mago le trajo un jabón y unas ropas-Muchísimas gracias.

Cogió las cosas y se dirigió a los baños. Al poco rato ya se estaba relajando pensando en sus cosas. Pensó en su familia, cómo había llegado allí, si tenía algún futuro… El mago era su única esperanza, y el Bosque Blanco no era más que un recuerdo triste del pasado. Sonrió, pensando en que todo iría bien.

(Minutos más tardes)

Dalation salió del baño y empezó a vestirse y a volver a su asiento. Dejó todo como estaba antes y empezó andar. Cogió unas monedas de plata que tenía y se dirigió al posadero.

-Dos pintas a aquella mesa por favor, y unas aceitunas- Dijo señalando la mesa donde estaba Aiwë, pero no estaba solo, había una chica- Que sean tres- dijo soltando otra moneda más.

Se sentó junto al mago de nuevo, cuando vio que allí había una chica a la que no conocía- Hola- dijo el hombre simplemente, y se dirigió al mago- He pedido unas pintas y aceitunas. Desde luego un baño me venía genial…

El enano se había quedado dormido en la mesa de al lado, y pronto sus ronquidos comenzaron a retumbar en la posada. La pipa estaba que se le caía al suelo, y con una mano sostenía una botella encima de la mesa.

Baldric se salió por un momento de la barra para atender al pedido del mago, y aproechar de despertar a Nír.

-Tome señor Enano, acá están sus monedas-dijo Baldric-Disculpe la demora, pero debía asegurarme primero de que los orcos no se hubiesen llevado nada, y además cambié unas cuantas monedas con el pedido del hombre de morado y sus amigos. ¿No le complicaría cederme una de esas cervezas?
Baldric le dejó las monedas encima de la mesa. Nír abrió los ojos de a poco, estaba por dar vuelta la silla y patear abajo la mesa en la que se apoyaba. Se enderezó, recogió la pipa y guardó su pago, a excepción de unas dos monedas plateadas que se las devolvió.
-Un trutro de pollo al horno, si no le complica-pidió Nír al posadero. Miró a su alrededor. Yaiwen no estaba, y tampoco Battoin ni Rírian. Estaban el mago, Kira, y otro montaraz al que no le había preguntado su nombre.
Nír se estiró y relajó la musculatura. Todo el ambiente estaba más tranquilo, y no le habían robado ningún arma, afortunadamente. Se paró de su silla y se acercó al hombre desconocido que se iba a sentar con el mago y Kira.
-Vaya, no quedaron en muy buen estado tus ropas. Tengo un par de chalecos y pantalones que podrían servirte-le ofreció Nír.