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    Andres-Contreras
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    La Desolacion de Smaug: Fuegos de artificio. 

    Mañana en todos los cines del mundo se podrá ver la segunda película de la saga de El Hobbit, basada en la primera obra publicada de JRR Tolkien. Tras un año de espera la expectación para los múltiples seguidores de su obra es enorme. Después de ver la película nuestros sentimientos son varios y encontrados. 

    Esta segunda parte de El Hobbit es sin lugar a dudas espectacular. Los escenarios y las caracterizaciones utilizadas son magníficos. La atmósfera creada nos lleva a elevar nuestros espíritus y nos prepara para que se desvele una aventura de carácter épico. La música ayuda sobremanera a crear este ambiente. Los medios para la realización de la película son altos, y la calidad de la fotografía es increíble. Hasta aquí todo bueno y destacable. 

    Sin embargo, cuando todo indicaba que la puesta en escena del libro de Tolkien iba a ser tan extraordinaria como ocurrió con las películas de El Señor de los Anillos, de repente ,vemos que la fidelidad hacia los contenidos de los libros se empieza a separarse más que en películas anteriores. Personajes nuevos o con características cambiadas de los originales añaden nuevos contenidos. Empiezan a ocurrir hechos no acontecidos en los libros, algunos siguiendo el espíritu de los Cuentos Inconclusos de Tolkien, otros de pura cosecha propia, algunos acertados, otros un poco disparatados. Y entonces el sentimiento es de decepción, de oportunidad perdida. 

    Los millones de lectores a los que nos apasiona los libros de Tolkien sabemos porqué nos gustan sus historias. Porque inmersos en ellas comprendemos muchas de las cosas que nos ocurren en la realidad. Porque todo nos lleva más allá de lo que aparentemente parece. Esta dinámica de la mitología tolkiniana se ha sacrificado en pos del espectáculo. 

    Los efectos especiales, las extensas escenas de acción, la recreación de combates se convierten en ocasiones en excesivas por cantidad y extensión. Y se pierde algo de lo que Tolkien quiso contarnos. Los nuevos elfos pierden su eterna nostalgia que les dan sus vidas eternas, los hombres carecen de esa intensidad que les dan sus vidas mortales, y los enanos, los enanos pasan a ser hombres pequeñitos en vez de enanos…

    No significa esto que la película La Desolación de Smaug, carezca de momentos sublimes. El combate dialéctico entre Bardo y Thorin en Esgaroth, las reflexiones de Tharunduil, el despertar de Smaug y su encuentro con Bilbo, y las conversaciones con Balin, son de lo mejor de la película y sin duda nos llevan a reconocer que Peter Jackson es uno de los que han entendido la obra del maestro de inglés de Oxford. 

    Pero el querer llegar a impresionar por el camino rápido, por el efecto espectacular, por el triple salto mortal con tirabuzón, y por la búsqueda algún que otro efecto comercial, alejan a esta película de lo que nos hubiera gustado a los fans de Tolkien. Como los fuegos artificaliales nos hacen abrir la boca de admiración, pero una vez acabados se olvidan con facilidad. 

    En definitiva, excelente película de acción que gustará a los millones de espectadores que no han leído la obra de Tolkien. Pero, aunque algunos de los lectores se lo perdonen, Jackson y sus guionistas han perdido algo del tarro de las esencias por querer asombrar. Tolkien era más de sugerir que de evidenciar. Eso no quita que iremos otra vez al cine a verla ( a ser posible en versión original) y que nos hagamos con los DVD en cuanto salgan… pero no podemos evitar cierto regusto amargo, como el que deja el humo y la pólvora de unos magníficos fuegos artificiales. 

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