Bilbo Bolson es un Hobbit, pacífico, hogareño, como son todos los hobbits, no hacen nada impredecible y no dan que hablar a sus vecinos. Un día se le anuncia que el mago Gandalf iría a visitarlo, pero… antes de la llegada del mago acuden a su casa de improviso, uno tras otro hasta un total de trece enanos que empiezan a desbaratar su pacífica, ordenada y hogareña existencia. No sabe muy bien como, Bilbo acaba siendo contratado como saqueador de la expedición, cuyo destino es recuperar un tesoro guardado en el interior de una montaña y custodiada por el gran dragón Smaug. Por el camino se encontrarán con Trolls, Orcos, lobos, arañas, Elfos, serán huespedes del hombre-oso y se verán prisioneros de los elfos del Bosque Negro. En medio de todas estas aventuras Bilbo encuentra algo, un anillo que más tarde adquirirá una importancia inimaginada por su autor.

 

Reseña

J.R.R. Tolkien, un profesor de anglosajón en la Universidad de Oxford, se encontró con una hoja en blanco corrigiendo unos exámenes. En ella escribió “In a hole in the ground there lived a hobbit” (En un agujero en el suelo vivía un hobbit) sin saber ni de dónde le había venido la inspiración ni lo que un hobbit era. Estábamos aproximadamente en 1929, y aunque no supiera Tolkien qué era un hobbit, la Humanidad no supo hasta mucho después, que el autor ya había imaginado todo un mundo mítico que sirvió como sustrato para este relato colateral que no tenía más pretensión que la de entretener a sus cuatro hijos.

Afortunadamente, el relato acabó en las manos de una ex-alumna del profesor que trabajaba en la editorial Allen&Unwin, quien pidió a Tolkien que terminara el cuento. Corría 1936 cuando el manuscrito llegó a Stanley Unwin, y a su hijo de 10 años, Rayner. Ante la reacción de entusiasmo del niño, la novela acabó publicándose  en 1937.

El libro rezuma magia, y no me refiero a los hechizos de mago, pócimas y encantamientos tan característicos del género épico fantástico de la literatura de dragones y mazmorras al uso, sino de la magia de la prosa lírica de Tolkien que ha capturado a millones de seguidores en todo el mundo en los últimos 75 años. Estaremos de acuerdo que no es la obra magna de Tolkien, pues “El Señor de los Anillos”  tardaría hasta mediados de los 50 en publicarse, como consecuencia del encargo de los editores de que escribiera una continuación a ‘El Hobbit‘, pero es un libro que recomiendo encarecidamente ya no sólo a los lectores adultos sino a aquellos padres que pretendan instalar en sus hijos el amor por la lectura. Ahora que la segunda oleada mediática esta presta a arrasar taquillas con el estreno de tres películas de Peter Jackson en los años 2012, 2013 y 2014, no duden en regalar a sus hijos un ejemplar del libro, pues el recuerdo de su lectura puede quedar prendido en su corazón para siempre, y a él recurrirán de mayores, incluso por encima de las veces en las que le darán al “PLAY” de la edición en HD de las películas en el soporte tecnológico que aún nos queda por descubrir.

(La tertulia inesperada, según el artista canadiense John Howe)

Pero como indicaba anteriormente, y a pesar de que se suele etiquetar este libro como lectura infantil, quizá condicionados por la constatación de que Tolkien lo leía a sus hijos, lo aconsejaría a adultos también. Yo no era precisamente un niño cuando cayó en mis manos. Lo recomendaría en un intento de ejercicio de objetividad, sincero pero abocado al fracaso a la postre.  ¿Es posible ser objetivo al pretender escribir una reseña de ‘El Hobbit‘? Seguro que sí, pero en mi caso es imposible.  No hay distancia ni perspectiva suficiente cuando esta historia se inicia en recuerdos de amistades de juventud, que te hablaban de anillos de humo dibujando concentricidades, agujeros-hobbit  confortables y magos bondadosos ejercitando la pirotecnia. Todo ello era ya un universo fantástico entrañable antes de que uno de esos amigos me tendiera en la mano 228 páginas de libro de una edición impresa en 1983 de Minotauro para Círculo de Lectores.

−Toma, léelo. Te va a gustar – Dijo, esbozando con sus ojos una sonrisa de complicidad.

Me sumergí en un inicio de runas, en un mapa donde el norte queda a la izquierda, y me dejé llevar por la historia de Bilbo, un apacible y hogareño hobbit, que se ve envuelto en una aventura que jamás hubiera deseado.

Así que tómenlo, pues es muy posible que les guste.

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