Helkanor – Mercado de Kibil-dûm
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10/11/2014 at 21:26 #344387
JRM-008ParticipantCuando Rírian llegó a Kibil-Dum, el sol estaba en lo más alto del cielo. Rírian deseaba quitarse sus sucios ropajes y comprar unos nuevos, estaba harto de su andrajoso aspecto, y había llevado de Valle una gran cantidad de dinero consigo.
Caminó por entre las calles abarrotadas de gente hasta llegar a un puesto, cuyo letrero rezaba: «EL HERRERO ENCABRONADO». Un gran nombre. se acercó a un enano (el dueño del puesto, suponía)y le sonrío lo más amablemente posible.
– Buenos días, señor enano. Veo que su tienda parece muy bien equipada, y yo busco una capa de viaje, la mejor que tenga; un arco de guerra, el más preciso y el de mejor calidad; una daga y ropajes de tela para hombre.
Justo en ese momento vio a aquella mujer que estaba con Battoin y sin querer sonrío y la saludó.
– Buenos días… señorita. ¿Qué tal durmió anoche?10/11/2014 at 22:39 #344389
lordnazgul9ParticipantNír abrió los ojos como platos.
«Genial, ¿más candurianos?» pensó el enano. «Tendría que entrenarme para recibir extranjeros de aldeas nevadas, sobretodo si son humanos»
El enano llamó la atención del tercer cliente del día con un gesto. El hombre sonreía, queriendo ser amable. Nír bufó e hizo una seña de no haberle oído.
-Espere que atiendo a la joven y voy por usted-dijo Nír al hombre. Por alguna razón, tanto él como aquella joven no parecían comunes y corrientes. Probablemente eran para los demás humanos lo que los Barbiluengos de la casa de Durin son para los demás Enanos.
Esperó que aquél hombre se sentara mientras la otra clienta decidía qué capa y qué vestido llevar. Todavía no entendía cómo vendría gente al Herrero Encabronado en busca de capas y telas. Pero pronto se acordó de las joyas en los vestidos de lana y de las finamente trabajadas dagas y espadas de metal forjado. Nír corrió las cortinas del puesto para que el hombre pudiese vitrinear aquellos cuadros y copas con dibujos mientras él atendía a la joven de las capas.
Al parecer los dos se conocían, pero aunque Nír no quiso meterles conversa como a la Medio-Elfa (¿quién había visto antes Elfos puros en tierras heladas? Era una suposición decente) si notó con la mirada que ellos también tenían sus historias que contar. Uno de esos días estaría encima del jabalí, en Candur, oyendo todas esas fanfarronerías del mundo de los hombres.11/11/2014 at 10:00 #344402
NeumeModeratorNo sabía si tenía que dar las gracias o un bofetón. Era una situación bastante incómoda hasta que vio de quién se trataba. Aquello era una broma de mal gusto. Sus mejillas empezaron a ponerse coloradas.
– «Hola, señorita, ¿le puedo invitar a una copa?» – De pronto él puso un gesto raro, como de dolor y se llevó la mano al estómago – «¡Ay!»
“Se ha debido hacer daño”- pensó. Momento que ella aprovechó para recobrar el sentido común, soltarle una patada en la espinilla, y decirle que – Eso por lo que ha hecho. Y no, por supuesto que no puede, que luego nos toca acarrear con usted y no es precisamente liviano ¿Sabe?. Otro día que esté de mejor humor tal vez.
Y se marchó sin esperar respuesta. Necesitaba desparecer un ratito, y lo necesitaba ya. Regresó sobre sus pasos ahora que Battoin no estaba en condiciones de moverse y trató de perderse entre el gentío. “Ya podían ser más altos los enanos, así no hay manera de camuflarse, por suerte hay algunos humanos”. Vio el puesto de Nír. Pensó acercarse y tal vez fingir haber olvidado comprar algo para poder meterse en la tienda. Era un enano agradable, pero entonces les vio.
“¿Cómo? ¿Kira allí, y aquel hombre con el que había tenido un enfrentamiento el salvaje? No podía ser casualidad. ¡Y todos en el puesto donde acababa de estar ella! ¡Seguro que la estaban persiguiendo!” No sabía si se estaba volviendo loca, pero sus ojos no la engañaban, y no es que los elfos tuvieran mala vista, incluidos los medio-elfos. Empezó a ponerse algo paranoica, miraba con disimulo para todos lados. Si esto era cosa del salvaje, se iba a arrepentir.
Cambió de rumbo pues le pareció que los vecinos de Candur aún no la habían visto y cuando creyó estar segura se metió en una especie de taberna pequeña y pidió una cerveza.
Pasados unos minutos decidió tranquilizarse. Aquello no tenía sentido, ella sólo había cogido algo de una persona, no de todas aquellas, y ninguno tenía pruebas. Jamás encontraría la espada, estaba bien escondida.
11/11/2014 at 13:32 #344405
aratirModeratorEra la primera vez que Elaen viajaba a aquella ciudad enana. Desde que su madre había muerto, tantos años atrás, Elaen había tenido que ayudar a su padre Baldric a mantener el negocio familiar: la posada de Candur. Y claro eso había significado muchas horas de trabajo y no tenía tiempo para nada. A veces, su padre le daba algunos días libes. Muy de vez en cuando, eso sí. Entonces Elaen aprovechaba para verse a solas con su novio Harald, un canduriano de su misma edad. Nunca salían de Candur porque según le decía su padre «las tierras de Helkanor son frías y oscuras y albergan horrores» [guiño, guiño].
Sin embargo, aquel día, el primero que su padre le había dado unos días de vacaciones, después de dos meses sin salir de la posada, Harald le había convencido para viajar a Kibil-dûm.
—Nunca he viajado a la ciudad enana —había susurrado Elaen —había dicho ella dubitativa.
—¡Pues por eso! Te gustará, hay tanto que comprar —le había insistido él.
—Si mi padre se entera… —había susurrado ella.
—No se va a enterar.
La amplia sonrisa de Harald la habían convencido. No sabía si era por sus ojos azules, sus rizos rubios o sus hoyuelos cuando sonreían, pero el muchacho la convencía de todo.
Elaen le dijo a su padre que estaría ayudando a Mamá Annita a hacer pan, y como la afamada panadera y repostera de Candur, que vivía a algunas millas a las afueras de Candur, era tía-segunda por parte de padre de Harald, no les pillarían. Baldric, el padre de Elaen sabía que ella tenía novio, pero no le dejaba que estuvieran a solas.
—No hasta que os caséis —les solía advertir.
Pero Baldric no se enteraba de nada, así que Elaen y Harald aprovecharon para hacer su escapada.Elaen y Harald habían llegado al mercado de las afueras de Kibil-dûm. Elaen estaba admirando todos los puestos que había allí. Le habían hablado de todas las joyas que fabricaban los enanos: brazaletes, pulseras, collares… Esmeraldas, rubíes, zafiros… También había puestos con pieles y sacos, copas y cuadros, hachas y espadas…
Harald quería comprar un hacha. Pero no se decidía en qué puesto preguntar.
—¿Todos los enanos son herreros? —preguntó Elaen.
—Casi todos —afirmó Harald.
—El herrero encabronado —leyó Elaen en un cartel y se rió.
—Efectivamente, el cartel no falta a la verdad. Todos los enanos parecen estar encabronados —dijo alguien muy cerca de ella.
Elaen miró a su izquierda y vio a un hombre no mucho mayor que ella. Era alto, robusto, de cabello negro como la noche y mirada tosca.
—¡Pero son muy buenos herreros! —dijo Harald.
—De eso no hay duda. Eso sí, si buscáis un buen arma, Floin Manomartillo, es uno de los mejores herreros de Kibil-dûm. Le compro todas las armas a él.
—¿Sois guerrero? —preguntó Harald. Pero Elaen pensó que no tenía pinta de ser guerrero, aunque nunca había visto ninguno, solo lo que le contaban los viajeros que venían a Candur de otros lugares de la Tierra Media.
—No, soy torneísta de Framburgo.
—¿Eso que es? —preguntó Elaen.
—Organiza torneos de lucha con guerreros —le explicó Harald a la muchacha.
—Así es —confirmó el hombre de Framburgo. Entonces señaló a Harald—. Tenéis buena forma física. ¿Nunca os habéis planteado ser un justador?
—No… yo…
—Estoy seguro que lograríais grandes hazañas. Si alguna vez os animáis, viajad a Framburgo y preguntad por Théod, hijo de Rhéod.
Tras decir aquello, el hombre se perdió entre la multitud. Elaen se giró hacia Harald, preocupada.
—Ni se te ocurra.
—No estaría tan mal —susurró Harald, con una sonrisa.
—No, no y no. No quiero un novio guerrero, que los guerreros mueren jóvenes.Caminaron por entre los puestos cuando Elaen se detuvo en seco.
—¿Qué ocurre, Elaen? —preguntó Harald.
—Aquí hay gente de Candur, gente que me conoce de la posada —susurró—. Vamos a escondernos, que como nos descubran y se chiven a mi padre…
Se giraron y vieron una taberna pequeña. Decidieron entrar en ella. Pero con la mala fortuna que dentro del local encontraron también una cara conocida.
—Maldición —dijo Elaen, mientras su cara palidecía—. Esa elfa vive en Candur.11/11/2014 at 19:45 #344438
NELLAParticipantKira se fijó en las túnicas de lana, hacia meses que no se ponía un vestido, desde su estancia en la ciudad del Lago, cuando se despidió de él…
La llamó la atención una sencilla túnica de terciopelo color verde musgo sin cuello y ribeteada en las mangas, escote y cintura con unas bonitas gemas de colores… rojo, ámbar, turquesa…
De pronto alguien le habló… -Buenos días señorita… que tal durmió anoche?- se giró y vio ante ella al montaraz del altercado en la posada de Candur-Muy bien señor -respondió- y vos? … estáis ya mas tranquilo?….
Se dirigió al dueño de la tienda que los miraba con curiosidad -Me llevaré la capa de color pardo- dijo-
sin prestar demasiada atención al hombre que acababa de entrar, todavía no sabía quien era realmente y además aseguró haber matado a un hombre la noche anterior…quizás no fuera alguien de fiar…-¿Cuanto vale esta túnica? -preguntó al Enano
11/11/2014 at 21:25 #344443
JRM-008ParticipantRírian se sonrojó un poco al oír la respuesta de aquella muchacha. Tragó saliva y pensó amargamente: <<¿Qué si estoy más tranquilo? Ayer acababa de perder a mi mejor amigo, solo fui a Candur para descansar en paz y nada mas llegar me atracan y después un hombre medio idiota me llama mujer. ¿Qué pretendías? ¿Qué lo celebrase?>>
Sin embargo, se guardó la contestación y la sonrió de nuevo.
– Sí, ya estoy mejor, gracias.
La mujer se giró sin más y Rírian supo al instante que no acababa de caerle bien a aquella chica, pero él no quería problemas, así que cuando la mujer se disponía marcharse, este se despidió agachando la cabeza respetuosamente.
– Que pase un buen día, señorita. Y perdone por el numerito de ayer, no era mi mejor día.11/11/2014 at 22:13 #344460
BattosayParticipantEntre el golpe en la espinilla, el que subía, los chichones y la resaca, Battoin decidió que agonizar un rato en el suelo no sería mala idea.
Pasó un rato hasta que pudo levantarse. Cuando levantó la cabeza había una cuantas monedas de cobre a su lado.
– Tengo que acordarme para cuando ande escaso de dinero – se dijo mientras recogía las monedas del suelo.
Miró a su alrededor, todavía con la vista borrosa, y no vió ni rastro de Yaiwen. Estaba a punto de desistir y volver a esperarla en su casa cuando vio a la hija del posadero. Acababa de hablar con un hombre y se dirigía a una taberna.
– ¡Seguro que está con ella, parecía que se conocían! – pensó y salió disparado hacia ella.
Corría como un poseso entre la multitud, esquivando enanos y algún hombre ocasional. Cuando sólo le quedaban unos metros para llegar vio al hombre con el que acababa de hablar: Théod, el organizador de los torneos de Framburgo. Después de su última actuación allí no creía que fuera a ser un encuentro agradable.
Dudó, perdió la concentración por un instante y tropezó con un enano que empezó a maldecir antes de llegar al suelo. Definitivamente el lenguaje enano estaba hecho para blasfemar. Comenzó a rodar, con tan mala suerte que se llevó por delante a la joven Elaen, que entró en la posada rodando.
Él la imitó y acabó de bruces en una mesa en la que sólo había una elfa solitaria. La cabeza le daba vueltas, le costaba pensar y era incapaz de enfocar la vista.
– Qué maleducados son los enanos, ¿verdad? – le dijo a la elfa – Sólo porque tenéis las orejas de punta prefieren estar de pie que compartir mesa con usted. Son unos rancios, con lo amables que son los elfos…
Tantos golpes en la cabeza empezaban a afectarle, este ataque de sinceridad era sintomático. Cuando acabase con ese asunto de la elfa tendría que tomarse un descanso.
11/11/2014 at 23:27 #344468
NeumeModeratorY todo por una espada, que lo mismo no tenía el valor que ella creía… ¡más valía que sí! ¿Por qué le habría dado la patada? Tal vez, si hubiese simplemente fingido sorpresa y hubiese esperado su reacción, le habría descolocado, pero no se fiaba de la invitación a una copa. En sus palabras había gato de Beruthiel encerrado.
Salió de sus pensamientos cuando vio entrar a Elaen algo magullada. Su paranoia volvió a hacer acto de presencia, pero al comprobar lo turbada que se encontraba la chica, volvió a tranquilizarse. Además, no venía sola. Esto era interesante. Por lo que sabía de los seis meses que llevaba viviendo en Candur, a Baldric no le hacía gracia que su hija viajara. Es más, siempre se lo había prohibido, y más con un muchacho. Viendo la cara sonrojada que tenía Elaen estaba claro que no debía estar allí y que había sido descubierta. Es algo con lo que podría chantajearla en un futuro.
Yaiwen que estaba cerca de la entrada, iba a alzar la mano para invitarla a que se acercara cuando un bulto enorme aterrizó en su mesa.-«¿Qué maleducados son los enanos, verdad?» – y ella ya no escuchó más. Como seguía con la capucha echada y el humano parecía despistado, confió en que no la descubriera, pero iba a ser imposible.
“¿Huyo o me quedo?”. Agarró el vaso de cerveza, terminó lo que quedaba de un trago y levantó la vista. “Venga Yaiwen, que esto puede ser divertido”.
-No todos los enanos son gruñones y maleducados. Hoy mismo he conocido a uno bastante simpático. Hola, otra vez. No tenéis buen aspecto, por cierto – dijo mientras palpaba la daga que llevaba escondida en la bota. – Decidme, ¿qué hacéis en esta ciudad, tenéis parientes aquí?
11/11/2014 at 23:36 #344484
lordnazgul9ParticipantNír se distrajo y vio a su alrededor. Había una pareja de jóvenes frente a la fuente de Dáin, en medio de la plaza. Y unos pasos más allá, ¡un framburgués! Si llegaba a ser Théod, hijo de Rhéod, quien le estafó en los duelos de Framburgo año y medio atrás, podía preparar la doble-hacha de ser necesario.
El enano tomó la túnica con gemas y evaluó el precio.
-Nueve monedas de plata-calculó. -Dos más si también va a llevar la capa parda. ¿Se las envuelvo o se va a vestir ahora?Mientras Kira se decidía, Nír volvió a mirar afuera. El hombre de Framburgo estaba charlando con la pareja. La chica recién había apuntado al letrero del Herrero Encabronado y parecía reírse. Unos momentos después llegó el framburgués. Se giró para meterle conversa a los dos, y ahí lo vi. Era Théod.
-En una de esas me pagarás, cretino sobrecrecido-murmuró Nír entredientes. Pronto se ocupó de sus clientes. Kira todavía debía decidir, y el montaraz al que saludaba, ni siquiera lo había atendido todavía. Supuso que en cuanto Kira escogiera anotaría los pedidos del hombre recién llegado.
-Y vos? … estáis ya mas tranquilo?
-Si, ya estoy mejor, gracias. Que pase un buen día, señorita. Y perdone por el numerito de ayer, no era mi mejor día.¡Por Mahal el Hacedor!-se dijo a sí mismo Nír. -¿Tan hiperventilados son los de Candur?-trató de no parecer hostil ante sus clientes. Kira ya se había girado. Miró al hombre. Recorría con la vista las armas y las herramientas que se exponían. En el centro de todo estaba la doble-hacha de Mithril.
-No preguntes-le dijo Nír al hombre-Esa de allá está valuada en cien veces más que lo que comprarías ahora.
12/11/2014 at 15:44 #344518
JRM-008ParticipantRírian se sobresaltó al oír al enano, y cuando observó la magnífica hacha, se encogió de hombros.
– No pretendía comprarla, señor. Estoy bastante contento con mi vieja espada, y no es por faltar el respeto a su tienda, pero dudo que tenga una arma de igual calidad que Roulon.12/11/2014 at 20:06 #344546
NELLAParticipantEn esos momentos no tenía ganas de entrar en regateos sobre el precio, se estaba haciendo tarde y aún tenía que recoger a Nube del establo donde le había dejado, si no se apresuraba le caería la noche en el camino antes de llegar a Candur.
-Puede envolver la túnica por favor, la capa la llevaré puesta -le dijo Kira al Enano- no os pregunté vuestro nombre Señor Enano?
Se volvió hacia el Montaraz que en esos momentos se estaba disculpando por lo ocurrido la noche anterior en la posada y por primera vez lo miró detenidamente a los ojos y vio algo en ellos… parecía una sombra de tristeza..
-No hay nada que perdonar -dijo- que tenga un buen día señor -añadió mientras dejaba las monedas en el mostrador y se ponía la capa. Recogió el bulto con la túnica y se despidió de ambos
12/11/2014 at 22:45 #344569
BattosayParticipant– ¡Oh bueno!, entre nosotros somos muy simpáticos, con la gente de fuera somos un poco bordes – continuó, – simpáticos con los demás como decía mi abuela, haberlos haylos, como los tréboles de cuatro hojas. Todo el mundo ha visto uno, pero nunca te lo pueden enseñar. Por ejemplo, seguro que ningún enano os ha dicho que en todos sus años de viajes jamás había visto una elfa tan hermosa.
Elfa. Hermosa. Sus neuronas hicieron contacto de nuevo, sus ojos se enfocaron. ¡Estaba piropeando a la elfa! ¡Aulë bendito y Yavanna santísima! No iba a ser fácil mostrarse persuasivo ahora. La elfa parecía divertida. Esa sonrisa le ponía furioso y alguna otra cosa que prefirió ignorar. ¿Qué había dicho? ¿Si tenía familia por allí? ¿Por qué no?
– ¿Por qué decís lo de la familia? ¿Os habéis encontrado con alguien que se parezca? Tenéis buen ojo para distinguir a los enanos por lo que veo – se irguió, acercó su silla a la de Yaiwen y continuó en voz más baja. – La verdad es que habéis acertado, resulta que mi abuelo es de aquí y forjó esa espada. Le tiene mucho cariño, ¿sabéis? Es un poco raro, ¿sabíais que tuvo ocho hijos y todos están casados y tuvieron hijos a su vez? ¿Os imagináis las cenas en familia? Seguro que no queréis molestar a tantos enanos gruñones por una nimiedad.
Pasó su mano derecha alrededor de la cintura de la elfa, acercándola hacia él.
– Por cierto, pasé por vuestra casa, espero que no os importe que lo tomase prestado – le susurró al oído.
En su mano sostenía un puñal que apretaba contra el estómago de Yaiwen. Cruzó los dedos para que su farol colase. También se alegró de que realmente no tuviese familia allí. Si su madre le viera abranzando a una elfa…
– A todo esto, todavía no os habéis presentado.
12/11/2014 at 23:29 #344570
lordnazgul9Participant-Pues yo soy Nír, hijo de Glasin. Acá me conocen simplemente como Hacha de Cuervo, ya que, si no le he contado, solía llevarme bien con las aves de la Colina del Cuervo que venían de la Montaña Solitaria hasta los salones de Dáin en entrega de noticias-dijo el enano. -Espero que nos encontramos de nuevo-le entregó la túnica en el bulto y se despidió, acomodándose su pipa y haciendo una reverencia.
Al mismo tiempo, el hombre le dirigió la palabra a él.
-No pretendía comprarla, señor. Estoy bastante contento con mi vieja espada, y no es por faltar el respeto a su tienda, pero dudo que tenga una arma de igual calidad que Roulon-dijo sobresaltado.
Nír frunció el ceño.
-Entre espadas de Hombres no dudo que haya una mejor-dijo Nír queriendo ser imparcial. El enano continuó echándole un vistazo a la espada, y aunque tenía sus años y estaba bastante desgastada, sin duda en algún momento llegaba a cortar con sólo mirarla.
Entonces se dio cuenta de que el montaraz era un Dúnadan, de los olvidados descendientes de Númenor. Y lo supo porque ya había encontrado de ellos en la Batalla de los 5 Ejércitos, si bien no supo nada más de ellos que el nombre y su origen.
-No sabía que aún quedaran de ustedes, menos en Helkanor-dijo extrañado Nír.
Entonces se dirigió a donde estaba su hacha y la sostuvo de forma que pudo extenderla separando sus puños. Los dibujos de los cuervos en las cabezas del hacha brillaron de una forma especial. Eran muy parecidos al ithildin.
Esperó sentado con la doble hacha expandida y sostenida del medio, a que el Montaraz contara algo, o que le pidiera lo que había venido a comprar.
12/11/2014 at 23:45 #344572
NeumeModerator“¿Qué se había pasado por dónde?” El corazón se le aceleró y un latigazo de ira le subía desde el estómago. No le preocupaba excesivamente el puñal porque estaba claro que no había encontrado la espada y por tanto la necesitaba a ella viva para encontrarla. Además, la medio-elfa en un rápido movimiento había acercado la daga que antes estaba en su bota, hasta el costado del humano.
-Mi nombre es Yaiwen. Y vos sois… Bitcoin, si no recuerdo mal por lo que oí en la posada de Candur… así que bueno, ahora que estamos presentados, supongo que podemos tutearnos ¿no? O bueno… casi mejor no.
Poco a poco se iba tranquilizando. Había estado en peores situaciones. – ¿Jamás habéis visto una elfa tan hermosa, o jamás antes habéis visto una elfa? Porque los enanos no salen mucho de sus cuevas tengo entendido. Son muy ermitaños, aunque vos sois especial, claro. En cualquier caso, gracias por el cumplido – dijo sonriendo burlona. – Esa daga que sujetáis es bonita ¿no creéis? – Aunque no sé cuál de las dos me gusta más – añadió echando un vistazo a ambas.
El humano aflojó un poco la presión sobre su estómago y ella hizo lo mismo sobre sus costillas.
-Así que habéis estado en mi casa – dijo tamborileando los dedos de la otra mano sobre la mesa, -sin invitación y sin llave… -Él asintió con la cabeza divertido. -Buscando una espada… no sé de qué espada me habláis, pero espero que no hayáis descolocado nada – dijo separándose un poco más de él.
Tenía que volver en seguida a Candur. Su casa seguro que estaba patas arriba, y la puerta, esperaba que no la hubiese tirado abajo. Y tenía que averiguar quién había dicho que fue ella. ¿Kira, el posadero, su hija…? Y Yaiwen buscó a Elaen con la mirada. No, ella era más inocente.
-No dudo que tú abuelo forjara esa espada perdida tuya, pero dudo mucho que tengáis familia aquí, al menos no tanta como queréis aparentar. ¿Tanto valor tiene esa espada? No la recuerdo bien, pero no me pareció gran cosa… – Esperaba sacarle información acerca del valor. – ¿Y bien? ¿Qué vamos a hacer ahora? Yo tengo que marcharme urgentemente a mi casa y no veo de qué modo puedo ayudaros, a menos… a menos que yo saque beneficio.
13/11/2014 at 0:42 #344574
BattosayParticipant– Bitcoin es uno de mis hermanos, ¿no lo habréis visto por aquí? – respondió – Si lo véis no le hagáis mucho caso dice que tiene una idea para sustituir las monedas por algo más seguro. Está algo chiflado – comentó distraídamente. – Y he visto más elfas, por supuesto, una vez vez me caí rodando por las Montañas Nubladas y vi a una que iluminaba el cielo como la Estrella de la Tarde, pero tampoco me acuerdo mucho, tuve una conmoción cerebral que me duró varios días y no estoy seguro de si no sería una alucinación.
Mientras hablaba intentaba pensar algo. Estaba claro que no había conseguido engañar del todo a la elfa, pero también estaba seguro de que ella no las tenía todas consigo. Ella tenía pinta de usar bien la daga, sin su espada saldría perdiendo en un combate. Ese no era el camino a seguir, tenía que usar las ventajas que tenía.
No podía dejar que se alejase más, de cerca la tendría controlada y haría valer su fuerza. Además, se la veía codiciosa, si pudiera encontrar algo más valioso que su espada… En la mesa de al lado unos enanos comían algunos arándanos, se le ocurrió una idea.
– La espada que llevaba, esa es la que busco. Sí es valiosa, para quién sepa apreciarla, pero dudo que haya mucha gente que sepa ver lo que vale, podría decíroslo – ahí estaba, ese brillo en sus ojos, – pero entonces, ¿cómo la encontraría yo?. Sin embargo, ¿recordáis la que llevaba el hombre que me amenazó en la posada? Eso sí que es una espada, cualquiera podría verlo, ¿verdad? Tiene algunos inconvenientes, claro está, pero esas cosas se hacen mejor entre dos que uno solo, ¿no créeis?
La tenía, no pudo disimular sus ansias. No se sentía muy orgulloso de su oferta, pero aquel hombre tampoco era muy simpático y darle un susto no parecía mala idea. De repente se preguntó si no se estaría metiendo en un problema mayor. Pero ya era tarde.
– Si os parece, podemos ir los dos hasta vuestra casa y allí me ayudáis con mi problema y yo con el vuetros – concluyó – Eso sí, hasta que salgamos de esta ciudad, nos separaréis más de mí. Estoy harto de correr.
Cogió la daga con la mano izquierda y la guardó. Mientras que con el brazo derecho la cogía de la cintura y la sacaba de la posada. Ella caminaba segura de sí misma. Él rezaba para que jamás se enterase su madre. Eso sí, a sus hermanos se lo contaría en cuanto pudiese.
Seguía percibiendo un olor extraño de esa elfa.
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