Perfil Básico

Nombre

RavenRauglin

Fecha de nacimiento:

1900-06-15

Ficha de Personaje

Nombre del Personaje

Ojos de Fuego

Raza

Medio Elfo

Lugar de la Tierra Media

Puertos de Dol-Amroth

Descripción del Personaje

Te parecerá una atractiva elfa morena de gran estatura, rasgos casi infantiles pero con un toque de travesura… pero entonces mirarás a sus ojos y te encontrarás con el mismísimo fuego del Infierno…

Historia del Personaje

Dol Amroth, año 2998 de la Tercera Edad…

El llanto de un bebé rompe la noche en el barrio más sórdido de la ciudad. Un pequeño abandonado, como muchos otros en estos años de miseria y miedo, pero este bebé no es igual que los demás… Era yo.

Permitidme presentarme. Mi nombre es Raven Rauglin, o al menos ése es fue el nombre que me pusieron los que me recogieron. El nombre que me pusieron al nacer lo ignoro, al igual que ignoro quiénes eran mis padres. Por mis rasgos podría decirse que al menos uno de ellos era un elfo, aunque mis ojos cuentan otra historia… pero eso será más tarde.

Fui recogida por un grupo de ladrones que volvían de perpetrar sus fechorías en la noche. Al verme pensaron primero en dejarme morir en la calle: no era asunto suyo. Pero el jefe de la banda, Daedur, consideró que podría ser útil de algún modo. Así entré a formar parte de la banda de ladrones más despiadada y peligrosa del sur de la Tierra Media.

He mencionado antes algo sobre mis ojos: en todo el tiempo que he vivido en Arda no he encontrado a nadie con unos ojos parecidos. Son rojos, tan rojos como el fuego que arde en el hogar, o los atardeceres que he visto desde el puerto. La gente, cuando me veía siendo pequeña, se apartaban con una expresión de miedo, algunos directamente con asco. Este hecho me hizo dura e indiferente hacia mis semejantes… precisamente porque no eran semejantes a mí.

Mi ‘padre’ Daedur me entrenó para ser fuerte y no tener piedad de la gente a la que robaba, pues como él decía: "si pudieran, ellos te robarían a tí". La gente me temía, las autoridades nada podían contra la banda, éramos los dueños de la ciudad. Nada podía conmigo… excepto lo que Daedur tenía preparado para mí.

Tras haber arriesgado mi vida consiguiendo grandes tesoros para la banda, Daedur consideró que el mejor provecho que podía sacar de mí era casarme con el hijo del clan contrario y sellar así la paz entre familias. El chico en cuestión era el ser más estúpido, ignorante y poco agraciado que se podía encontrar en toda la Tierra Media. Fui obligada a aceptar su propuesta de matrimonio, bajo pena de muerte. Y aún así, mi ‘padre’ dijo estas palabras: "Tienes suerte de que te haya conseguido esto, ¡con esos ojos nadie se acercaría a tí!"

La noche antes de la boda, y a pesar de toda la vigilancia que pesaba sobre mí, logré escapar hacia los acantilados. Allí, me dirigí a la parte más alta y escarpada, dispuesta a lanzarme: no quería ser la esposa de semejante niñato, y la única salida que encontraba era esa. Así que, cerrando los ojos, dí un paso adelante…

… cuando alguien me agarró por la espalda. Uno de los hombres de Daedur me había seguido y rescatado: su nombre, Beindir. Alto, pelo castaño y siempre con una sonrisa de suficiencia en el rostro. nunca había hablado con él excepto para dar las órdenes estrictas para los robos. Pensé que me había seguido para devolverme a la casa, y ahí, por primera vez en mi vida, me desplomé y rompí a llorar…

Pero esa no era su intención. Me explicó que él también estaba buscando una forma de salir de la banda -aunque no tan drástica como la mía, añadió con una sonrisa- y que, si quería, podíamos formar una sociedad y ayudarnos mutuamente. Mi naturaleza desconfiada me llevó a sospechar de él, pero de alguna forma logró convencerme para que huyéramos juntos. Era la única oportunidad que me quedaba para escapar de una boda indeseada…

Y a las pocas horas me vi cabalgando a las afueras de Dol Amroth, rumbo a Gondor. Allí, según decía Beindir, había nobles y riquezas, era el lugar perfecto para empezar a crear una banda.

Y hacia Gondor me dirijo. ¿Qué aventuras me esperan allí? Que sea lo que Eru quiera…