Este Ainu nació al igual que todos sus hermanos mediante el pensamiento de Ilúvatar, pero sólo éste fue testigo de su nacimiento. Cegado por la malicia y la envidia hacia el poder de Ilúvatar este Ainu se vio obligado a abandonar los Palacios Intemporales en los primeros momentos de su vida.
Dotado de un poder y unos conocimientos mayores que los del resto de los Ainur, sólo comparables a los de Melkor, desafió a la Oscuridad del Vacío en sus viajes solitarios. La fatalidad le llegó y por capricho del destino que Ilúvatar regía quedó atrapado en las profundidas de El Vacío hasta el final de los días, pues la única compañía que le esperaba a este solitario Ainu fue la de su hermano Melkor que, castigado por los Valar, fue arrojado a El Vacío para nunca escapar. Los Elfos cuentan que éstos maliciosos espíritus mantienen en las profundidas de El Vacío el combate definitivo de sus respectivos destinos. Unos acontecimientos de los que sólo Ilúvatar conoce la conclusión.