Perfil Básico

Nombre

AnarwenItila

Ficha de Personaje

Nombre del Personaje

Doncella del Sol

Raza

Elfica

Lugar de la Tierra Media

El Bosque Negro

Descripción del Personaje

Sobreviviente de la ruina de Doriath luego que Dior y su esposa fueran muertos por los hijos de Fëanor. Alta y de cabellos oscuros, la llamaron Aredhel en recuerdo de la hermana de Turgon, por su carácter recio y su voluntad férrea, hasta que, por una serie de acontecimientos extraños, pudo recordar su verdadero nombre. Hábil con el arco, destaca entre las doncellas por acompañar a los arqueros elfos en sus muchas correrías, cazando orcos y otras criaturas malignas. Habita en el palacio del rey Thranduil,de donde partirá en busca de aventuras…

Historia del Personaje

Luego del ataque de los hijos de Fëanor a Dior y su pueblo, un grupo logró escapar hacia los puertos, pero otro grupo,más pequeño, tomó el camino hacia Ossiriand, huyendo de la ruina de Doriath.Aquí iba la que más tarde llamaran Aredhel, quien todavía era una niña, con sus padres y otros elfos fugitivos. Sin embargo, la huida no fue exitosa, pues fueron atacados por orcos fuertemente armados en medio de la noche. La niña elfa logró escapar, pero fue tal el horror de lo que vio que enloqueció de dolor y cayó sobre ella un negro olvido,perdiendo la memoria de quien era y como se llamaba. Vivió vagando por las llanuras y los bosques, hasta que unos elfos de Ossiriand la encontraron. La cuidaron y llevaron a su tierra.
Allí creció y superó lentamente el terror que la perseguía en sus sueños. Pronto mostró un carácter fuerte y firme determinación de aprender. Por ello la bautizaron Aredhel, y le enseñaron a usar el arco y la flecha, convirtiéndose en una arquera renombrada. Pasados los años y después de la transformación y ruina de muchas tierras, pasó con los elfos hacia otros territorios y allí vio nacer el Reino Élfico del Bosque Verde.
Hermosa era la vida de Aredhel,hasta que llegó una época de oscuridad y miedo para la Tierra Media. Los orcos se multiplicaban en todas partes, y los elfos tenían que salir con frecuencia a defender las fronteras del reino para evitar invasiones. En una de estas salidas, particularmente peligrosa, el rey Thranduil le recomendó a Aredhel que permaneciera en el palacio,ya que la misión sería especialmente arriesgada.
-Siempre habrá un riesgo, Señor, en cada cacería, pero me sentiría realmente inútil si no pudiese ayudar a destruir a nuestros enemigos los orcos. Por esto es que he sobrevivido y luchado en largos años- respondió Aredhel.
-Tienes razón -le dijo el rey- pero si cada guerrero elfo me es caro al corazón, aún mas las doncellas de mi reino, aunque sean arqueras y puedan defenderse del peligro.
– Insisto, Señor, y perdone mi atrevimiento. Le prometo que no seré estorbo, sino ayuda- rogó la doncella.
– Está bien, accederé por esta vez. Pero cuídate, pues no me perdonaría si te ocurriese algo- declaró el rey.
Salieron, pues, los arqueros, y cazaron muchos orcos, pero en esta oportunidad eran tan numerosos y tan violentos que a duras penas lograron acabarlos. Aredhel se encontraba luchando junto con otro elfo, y antes de abatir al último orco, la hoja de la espada enemiga le rozó una pierna.
-Nada grave- pensó Aredhel – Si esto es todo, no tendré que arrepentirme de haber venido.
Comenzaron a buscar al resto de sus compañeros, y Aredhel notó un ardor extraño en la herida y sintió que la vista se le nublaba. -La herida debe estar envenenada- pensó- afortunadamente estamos cerca del palacio.
Al fin se unieron al resto de los cazadores, y el Capitán preguntó por el estado de cada uno.
-Sanos y salvos- respondieron todos.
Se dirigieron al palacio, mientras Aredhel notaba el veneno recorriendo sus venas. Apretó el paso y respiró profundo, pero ya a las puertas del palacio, sufrió un desmayo y luego no supo más.
Al despertar,saltó de la cama, se vistió y observó que su herida, ya vendada, no le dolía. Entró una doncella y la verla levantada le dijo que el rey deseba hablarle lo más pronto posible.

-Un gran susto nos has dado, Aredhel,y haber ocultado esa herida pudo ser fatal.¿Por qué lo has hecho?-le preguntó el rey.
-Pido perdón, Señor, pero no creí que fuera tan grave.
-La imprudencia es peligrosa, Aredhel, y otro error como ese te puede costar la vida. Lamento decirte que no volverás a salir con los arqueros a cazar enemigos-declaró el rey.
Aredhel bajó la cabeza, pero su espíritu recio y voluntarioso no le permitió quedarse callada.- Señor, cualquiera de los guardias puede recibir una herida, y no por ello lo encierran en el palacio. ¿por qué he de ser tratada diferente?
El rey abrió la boca para responderle, pero el elfo que estaba con ella cuando recibió la herida se le adelantó:
-Algo tengo que decir, señor, para apoyar su decisión. Cuando peleábamos contra los orcos, la mayoría atacaba primero a Aredhel. Está en clara desventaja y por eso corre mayor peligro…
-¡Lo hacen porque creen que soy una doncella indefensa! Pero luego caen en la cuenta de su grave error, y lo pagan muy caro…
-¡Suficiente!-dijo el rey – No toleraré discusiones por este asusto. Te ordeno, Aredhel, que permanezcas en el palacio. Los guardias se encargarán de mantener a los orcos alejados. Quizás te convenga dedicarte a otras actividades más adecuadas a tu estado…Y le pidió que se retirara.
De esta manera, se inició un periodo triste y extraño para la doncella. La inesperada inactividad hicieron rápida mella en su espíritu.Comenzó a tener sueños extraños, donde se le aparecían grandes señores y altivas damas que no recordaba haber conocido, pero que hablaban con ella.Una que otra noche la asaltaban visiones de orcos sanguinarios y cadáveres en medio de un bosque nocturno. Desesperada por no poder entender esas imágenes, empezó a pintarlas. Su mano parecía guiada por otra voluntad, pues cada rostro y expresión terminada se veía tan realista que casi podían moverse.
En una ocasión, el rey descubrió varias de esas pinturas, y quedó anonadado ante los rostros, algunos severos y otros tristes, que lo miraban desde los lienzos.
-¿Por qué los has pintado?- preguntó a la doncella.
– No lo sé, Señor, pero sueño a menudo con estas imágenes.
El rey observó cuidadosamente a un hermoso hombre, de rostro radiante, que llevaba al cuello un magnífico collar.
-Si la memoria y mis conocimientos no me engañan, has pintado al heredero de Thingol, Dior Eluchil, con el Silmaril engarzado en el collar Nauglamir.
Siguió recorriendo cada lienzo, encontrando personajes hermosos y graves, todos habitantes de la perdida Doriath. Al fin, declaró:
-Creo que tus sueños están revelándote tu origen, Aredhel. Sólo alguien que ha vivido en Doriath y ha visto a sus grandes señores podría pintarlos con tanto realismo. Te ha hecho bien descansar de la cacería y las correrías por las fronteras. Quizás pronto puedas recordar quien eres y cuál fue tu nombre.
Y se alejó de allí, dejando a la doncella sumida en un torbellino de pensamientos y sentimientos encontrados…
Esa misma noche, escuchó en sueños unas voces que, angustiadas, la llamaban, pero el nombre era extraño, pronunciado en la lengua de los Elfos de más allá del Mar: "¡Anarwën, Anarwën Itila!"…
Anarwën, doncella del Sol Centelleante, supo entonces que su destino no estaba entre las hermosas y delicadas damas del palacio sino en los bosques, caminos y montañas lejanos,enfrentando el peligro y combatiendo enemigos. De esta manera, una noche, huyó de las moradas del rey Thranduil, en busca de lo desconocido…