Tristemente, Christopher Tolkien ha abandonado las costas de este mundo a los 95 años de edad.

Con gran dolor nos hacemos eco de la noticia publicada por el portal francés Var-matin, que anuncia que Christopher Tolkien falleció esta pasada madrugada a los 95 años de edad en el Centro Hospitalario de la Dracénie en la ciudad francesa de Draguignan. La noticia además ha sido confirmada por The Tolkien Society a través de su cuenta de Twitter.

 

El Ultimo Inkling

En la fría mañana de Oxford las puertas de un pub en St. Giles Street se abren a la rutina de un nuevo día. Un pequeño rincón delante de donde acaba la barra aguarda ofrecer su mesa acaso a un lugareño habitual, acaso a unos visitantes despistados, o quizá a unos ilusionados turistas que tienen marcado el hito de conseguir el trofeo de un “selfie” con los cuadros que cuelgan en la “Rabbit Room” por fondo. Tal rutina no se va a ver rota por un hecho sutil e inadvertido. Las rutinas cambian, pero necesitan un tiempo de crecimiento, maduración y de decadencia. La rutina más famosa del lugar, cuando cada martes se reunían allí un grupillo de amantes de los relatos, denominados los “Inklings” ya es cosa del pasado. A partir de hoy, el pasado del “Eagle&Child” acoge y saluda al que era su último “Inkling”, a un tal Christopher Tolkien, quien hacía años que no hollaba habitualmente el “Bird&Baby” al haber cambiado las húmedas nieblas de Oxford por la apacibilidad del clima templado del sur de Francia.

Christopher Tolkien, a la avanzada edad de 95 años, ha abandonado el 16 de enero de 2020 los círculos del mundo, sin que probablemente recibiera en vida el reconocimiento que probablemente se merecía. Y es que, del mismo modo que Bilbo y Frodo escribieron las más extensas páginas del Libro Rojo de la Frontera del Oeste, y no tan a menudo recordamos que Sam ejercitó su cuota de escritor en él, su padre J.R.R. Tolkien se lleva todos los méritos (sin pero alguno) de haber concebido todo un Legendarium en una Tierra Media mítica situada en nuestro propio remoto pasado, y tendemos a olvidar que Christopher quizá jugó el papel de Sam contribuyendo también a tamaña empresa.

Quizá muchos se queden con la denostada idea de una supuesta figura antipática que se precipitó a publicar todo aquello que encontraba, removiendo cajas, de entre todo lo que escribió su padre, y que, a pesar de enriquecerse enormemente por hacer lo que hizo y ser hijo de quién fue, no quiso exponenciar su fortuna al no permitir vender más derechos para filmar más películas en modo seriado y hollywoodiense, como a más de medio planeta hubiera gustado.

Eso sería una etiqueta demasiado simplista y equivocadamente sesgada de lo que representó Christopher en la obra de Tolkien y en la divulgación del motivo de la misma. Muchos de los que intuyen algo de verdad en el papel que Christopher ha jugado en difundir y explicar la obra y los “leiv motiv” con los que J.R.R.T ponía su aliento en ella, quizá no sepan que Chris también tuvo un papel crucial en que ésta se redactara. De no ser por Chris, quizá “El Hobbit” no hubiera sedimentado en papel, negro sobre blanco, y fuera ahora un mero recuerdo sonoro de un relato oral que se contaba en familia para el divertimento del joven Chris y el de sus hermanos.

En cuanto a “El Señor de los Anillos” Chris le disputó a C.S. Lewis el papel de mayor crítico, mayor asesor y mayor alentador de J.R.R. Tolkien a perseverar en la maratón de doce años que significó la gestación de tal portentosa obra. Se puede asegurar sin ningún género de duda, que de no haber sido por Lewis y por Chris, hoy la Humanidad desconocería la joya que afortunadamente ha podido atesorar. Emotivos son los episodios rememorados en “Cartas” de cuando en 1944 J.R.R.T. enviaba por correo a Sudáfrica capítulo a capítulo a un joven piloto de la RAF una obra sin título todavía, que abreviaba como “El Anillo”

Va siendo hora de que desterremos esa imagen de viejo huraño que pudiéramos tener de Christopher Tolkien, y no sólo le reconozcamos que sin él, nunca nuestros ojos hubieran recorrido los épicos renglones de “El Silmarillion”, y en el día que tengamos la suerte de visitar Oxford gocemos de un motivo más para visitar el “Eagle&Child”, lugar de tertulia en el que Christopher Tolkien participaba de las reuniones de los Inklings, quizá el último de ellos.

Además de su extraordinaria labor protegiendo y difundiendo la obra de su padre, siempre recordaremos el lado más humano y tierno de Chris, reflejado en esta emocionante anécdota que contó al contemplar los tapices de la Cité Internationale de la Tapisserie basados en dibujos de su padre.

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