Perfil Básico

Nombre

Morandir

Fecha de nacimiento:

1900-11-24

Ficha de Personaje

Nombre del Personaje

Megilthalion

Raza

Dúnedain

Lugar de la Tierra Media

Reino Perdido de Arnor

Descripción del Personaje

Es uno de los Dúnedain del Norte, y en verdad se le identifica como uno de los Montaraces, tal como les llaman el resto de los Hombres.

Viste ropas pardas y negras, como es común entre los Montaraces, lleva también una capa negra, de diseño élfico, sin adornos, salvo en ocasiones una Estrella de Plata sujeta a la capa sobre el hombro izquierdo, ésta es la Eresseler.
No porta armadura pesada, tan sólo una ligera de cuero, pues para un Montaraz es más un estorbo que una ayuda, debido a sus muchos viejes.

Porta al cinto, en una vaina negra sin adornos, una espada, forjada en Erebor antes de la venida del Dragón. Esta espada se la dió el propio Dáin como regalo tras la Batalla de los Cinco Ejércitos. Lleva grabada en su filo una inscripción en Khuzdul que dice "Tarâg-udrig Rakhâs-udrig" (Daño de trolls Daño de orcos)
También al cinto lleva una daga élfica, de diseño noldorin, que tiene grabado en estilizado sindarin "Gûd Daedheloth" (Enemiga del reino de Morgoth) Esta daga fué hallada por Morandir en un botín de trasgos en las Montañas Nubladas.
Completa su equipo con un arco corto, regalo de los Elfos del Bosque Negro. Aunque no es de largo alcance, lo compensa con su facilidad de transporte, y es realmente útil para un Montaraz.

Historia del Personaje

Poco se sabe sobre Morandir, al igual que sobre el resto de los Montaraces. Son Hombres silenciosos, no suelen hablar sobre sí mismos, aunque cuando quieren saben contar buenas historias.

Morandir sin embargo es conocido por sus viajes sobre todo en Erebor y en el Bosque Negro, pero también fué a Rivendel y Lorien. Quizá sólo Elrond o la Dama Galadriel sepan bastante sobre Morandir, que vivió un tiempo en Rivendel, donde conoció a Aragorn, y pasó por Lórien de vuelta de un viaje, acompañando a Elladan y Elrohir, los hijos de Elrond, con quienes viajó en más de una ocasión. El propio Aragorn es quién de los Dúnedain más conoce a Morandir.

Morandir era considerado grande entre los Dúnedain en el tiempo de la Guerra del Anillo, se había ganado la confianza de Aragorn, y sólo Halbarad estaba antes que él al mando de los Montaraces del Norte.

Se sabe que participó en la Batalla de los Cinco Ejércitos, pese a lo joven que era de aquella. Se encontraba cerca de Esgaroth cuando el ataque de Smaug y acompañó a Hombres y Elfos a la Montaña Solitaria.
Durante la batalla dirigió a un grupo de hombres a cubrir el flanco izquierdo del contingente Enano, que se debilitó tras la carga de los huargos. De esta forma se pudo recomponer el ejercito Enano y se evitó que se prolongara la batalla.
Morandir mismo abatió al líder de los huargos. En verdad estuvo a punto de caer bajo las garras de la bestia, que le atacó por la espalda mientras Morandir remataba a otro enemigo. Pudo apartarse lo justo de la acometida del huargo y poner su espada ante él. La espada se hundió en la garganta de la bestia a causa de su propio impulso. Morandir mantuvo firme su arma, pero al caer muerto el huargo de costado la hoja se partió debido a la fuerza del golpe. Es por esto que los Elfos le llamaron "Megilthalion", Espada Firme, pues antes se quebró la hoja que Morandir la apartara de su enemigo.
Esta acción le valió a Morandir el reconocimiento del propio Dáin, que le regaló una espada forjada por sus antepasados en Erebor y que formaba parte del botín de Smaug.
Tras esta batalla Morandir fué reconocido como Montaraz del Norte, y se ganó la Eresseler, la Estrella de Plata de los Dúnedain.

Su estilo de lucha difiere en parte de habitual entre los Hombres. Es en extremo hábil con la espada, pero se ha especializado en luchar con espada y daga de forma simultánea. Hace esto gracias a que su espada puede ser blandida tanto con una mano como con dos, ya que es bastante ligera y muy equilibrada.
Este particular estilo de lucha en la Tierra Media ha ayudado a Morandir en muchas situaciones peligrosas, ya que permite bloquear el arma enemiga y contraatacar casi simultaneamente.

Morandir luchó en los ejércitos de Gondor y Rohan, al igual que Aragorn, aunque no exactamente al mismo tiempo que éste. Sí coincidieron en los ejércitos de Gondor, siendo Ecthelion Senescal, cuando el ataque a los Corsarios de Umbar dirigido por Aragorn bajo el nombre de Thorongil. También antes de servir en Gondor cabalgó a la guerra con los Rohirrim en los días en que Thengel era Rey de Rohan.

En la Guerra del Anillo no descendió al Sur con la Compañía Gris, al mando de Halbarad, gran amigo de Morandir, pues este regresaba de Erebor y del Bosque Negro a Rivendel con las nuevas de la inminente guerra en esas tierras.
Al enterarse por Elrond de la partida de la Compañía Gris Morandir sintió desazón por no haber podido partir, y también porque planeaba marchar con Halbarad y los Dúnedain hacia Valle y Erebor, a fin de prestar ayuda ante la amenaza que se les avecinaba.
No obstante viendo que Halbarad sólo llevara consigo un reducido número de los suyos pensó que todavía podía reunir al resto y marchar a la guerra. No a Gondor pues no había tiempo de prestar auxilio a Aragorn, sino al Este de las Montañas Nubladas.
Si ese iba a ser el fin de los Dúnedain, intentaría que su lucha final quedara por largo tiempo en la memoria, aún cuando sólo los Eldar que lograran escapar pudieran cantarla.

Así pues, Morandir logró reunir al resto de los Dúnedain en Rivendel. Allí se prepararon para partir hacia Erebor y Valle. Todos llevaban una estrella de plata en el hombro izquierdo sujetando la capa gris, la Eresseler.
Antes de la partida, Elrond le dió un regalo a la última hueste de los Dúnedain. Entregó a Morandir un asta larga que parecía una bandera, pero enrollada de manera que no se sabía que era. A una seña de Elrond, Morandir desplegó el regalo, y he aquí que tras largos años, un Árbol Blanco nimbado por una Corona de plata, y circundado por Siete Estrelllas resplandecientes, volvió a ondear en el Norte, era en verdad el Estandarte de Elendil.
"El tiempo del sigilo ha pasado. ¡Que el Enemigo vea en nombre de quién luchan los Dúnedain del Norte!" dijo Elrond.
Inclinando la cabeza en señal de agradecimiento y saludo y sin poder decir nada, Morandir sostuvo en alto por un momento el magnífico estandarte a la luz del alba. Entonces se lo cedió a otro Montaraz que estaba a su diestra, de nombre Elegost, para que hiciera de Portaestandarte.
Mirando de nuevo a Elrond y saludando a la Dama Arwen y a todos los que habían salido a despedirlos, Morandir hizo una señal, a la cual los Dúnedain partieron raudos y en silencio.
Aquellos que les veían pasar, viendo las caras graves aunque hermosas, y el Estandarte ondeando a la cabeza de la formación, tuvieron una momentanea visión de un gran ejército de Hombres venidos del Mar, grandes y hermosos, y terribles en la cólera. Y muchos se asombraron de tal visión, pero ésta desapareció tan rápido como surgió, y volvieron a ver de nuevo a apenas 200 Montaraces partiendo a una batalla que probablemente sería la última para ellos.

Cruzaron las Montañas Nubladas por el Paso Alto. Los pocos trasgos que vieron huyeron ante ellos. Al otro lado de las Montañas Nubladas vieron a las Águilas en gran agitación. "Mirad, aún las Águilas se preparan para la guerra. Nuestra ayuda no llegará antes de tiempo. La guerra ya está aquí. ¡Aprisa!"
Antes de seguir camino al Este, pese a sus propias palabras, Morandir se quedó parado mirando al Sur, a lo lejos a Lorien. En ese momento le pareció ver, pese a la gran distancia, una pequeña luz que brillaba en medio de la penumbra, pero la Oscuridad que la envolvía crecía a cada momento, sin embargo la luz seguía brillando.

La batalla de Valle comenzaba. Era el 17 de marzo, y sólo dos días antes el Señor de los Nazgul había traspasado las Puertas de Minas Tirith trayendo la muerte, pero la victoria se le había escapado de entre las manos, y el Estandarte de Elendil ondeó triunfante en los Campos del Pelennor al final del día.
Las tropas de Sauron, Hombres del Este en su mayoría, se acercaban a la Montaña con la confianza que les daba su gran superioridad numérica. Hombres y Enanos se habían reunido ante las Puertas, con ellos Dáin Pie de Hierro, Rey Bajo la Montaña, y el Rey Brand de Valle. El Enemigo había obligado al Rey Brand a replegarse al Valle, pero los Enanos de Erebor le habían prestado ayuda, no se retirarían al interior de la Montaña Solitaria sin presentar batalla.

Ya la vanguardia de los Hombres del Este avanzaba arrogante instantes antes del alba. En ese instante sobre una colina situada al Oeste del campo donde estaban los ejércitos se oyó el sonido de un cuerno.

Dos jinetes se mostraron en la cima. Uno de ellos parecía empuñar una gran lanza. Algunos Hombres del Este se reían de tal aparición, cuando a una señal de su compañero el jinete de la lanza desplegó un estandarte en el momento en el que el alba llegaba. Con un gran resplandor, un Árbol Blanco, circundado de Siete Estrellas, y nimbado de una Corona, flameó al viento de la mañana.
Como al conjuro de ese resplandor, una multitud de jinetes apareció de súbito sobre la loma. Ocupaban todo el ancho de la cima, y daban la impersión de agolparse sobre esa colina. Iban todos vestidos de gris, pálidos a la luz de la mañana, salvo una figura negra, que desenvainando una espada, señaló hacía el ejército de Sauron.

¡¡"Muerte"!! gritaron con una sóla voz poderosa los Dúnedain, tras sonar nuevamente un cuerno, y sin un grito más se arrojaron sobre la vanguardia enemiga.
Sorprendidos por ésta súbita aparición, y sin tiempo para organizarse ante este ataque por el flanco, muchos Hombres del Este miraban estupefactos a los jinetes que se les venían encima.
Pero muchos eran los enemigos para el reducido grupo de Dúnedain.

Los Dúnedain cargaron en formación abierta. Pero antes de entrar en combate el flanco derecho redujo su carga, y arrojando las lanzas contra los enemigos asombrados, se colocó tras el flanco izquierdo, de forma que presentaban un frente de carga más estrecho, pero más fuerte.
Con ésta maniobra la vanguardia del Este, más próxima a Erebor, fué arrasada por la carga de los Dúnedain antes de que pudieran reaccionar, los que no cayeron atravesados por las lanzas, o bajo los cascos de los caballos, se volvían al sur huyendo. Pero muchas más fuerzas quedaban.
Los Dúnedain se encontraban así al otro lado del campo, pero aún antes de reorganizarse nuevas fuerzas del Enemigo avanzaban resueltas a enfrentárseles.

Morandir era consciente de que nada podían hacer frente a tantos enemigos. Su primer ataque les había cogido por sorpresa, y habían conseguido atravesar las primeras filas con la facilidad con que un cuchillo corta la mantequilla, sin que ninguno de los Dúnedain cayera en esa primera carga, pero eso no se repetiría. Resuelto a vender cara su piel ordenó la carga. -¡Recomponed filas! ¡Rehaced el frente! ¡Adelante Dúnedain!-
Pero ya los Hombres del Este avanzaban las grandes alabardas, formando para hacer frente a los Montaraces del Norte.
En ese momento un gran rugido surgió del norte del campo, algo más allá de donde había estado la vanguardia del ejército de Sauron, pues los Hombres de Valle y los Enanos no se retiraron a Erebor gracias al tiempo que habían ganado los Dúnedain, sino que se arrojaron sobre el Enemigo.
Enardecidos por esta ayuda no esperada, cargaron contra los Hombres del Este en el momento en que los Dúnedain avanzaban de nuevo a la batalla.

Grande era el coraje con el que Hombres, Enanos y Dúnedain luchaban en ese momento, pero muchos más eran los enemigos.
El peso de la superioridad numérica empezaba a inclinar la batalla hacia el lado de las tropas de Sauron. El Rey Brand de Valle cayó en combate ante los enemigos. Junto a su cuerpo se mantenía aún firme Dáin Pie de Hierro, rodeado de unos pocos guardias.
En ese momento el líder de los Hombres del Este avanzó hacia Dáin, rodeado de muchos hombres. Había reconocido al Rey Bajo la Montaña, y viendolo junto a pocos Enanos decidió acabar con él para minar la moral de sus enemigos.

Resistía firme Dáin Pié de Hierro frente a la multitud de enemigos que lo acosaban. Muchas heridas ya surcaban su maltrecho cuerpo pero resistía como un viejo león que no se resigna a morir.
El caudillo de los Hombres del Este azuzó su caballo sobre Dáin, el Rey Bajo la Montaña pudo esquivar la cobarde acometida de su enemigo, pero fué incapaz de esquivar igualmente la alabarda que se clavó en su pecho.
Caía aún al suelo el Rey Enano cuando Morandir se acercaba, viendo caer a Dáin se lanzó al galope apuntando con su espada al caudillo enemigo. Las runas de la espada forjada en Erebor lucían como líneas de fuego, furiosa ante la muerte del Rey de la Montaña en la que nació.

El Hombre del Este trató de atravesar a Morandir con su alabarda, pero éste ya preveía el ataque, por lo que lo bloqueó con la espada apartando de sí la hoja del enemigo. Con un rápido revés descargó la espada sobre el asta extendida, partiendo la alabarda. Sin dejarle retroceder, Morandir avanzó su caballo hacia adelante al tiempo que apuntaba la espada al cuerpo de su enemigo.
La armadura forjada en el lejano Este no pudo parar la hoja de Erebor, que se hundió en el vientre del caudillo. Extrayendo la espada con un rápido movimiento, y volteandola sobre su cabeza, Morandir golpeó de costado el cuello de su enemigo, cayendo la cabeza de éste al suelo.

El resto de la caballería enemiga huyó al galope tras ver la caída de su líder, y ya los Dúnedain rodeaban a Morandir, y los Enanos se precipitaban en venganza de su Rey.
Pero el enemigo se reagrupaba y marchaba de nuevo en gran número. Esta vez no habría forma de detenerlos, pues las fuerzas de Hombres y Enanos eran demasiado escasas.
Girando su caballo, Morandir interceptó el avance de los Enanos, encabezados por Thorin hijo de Dáin.
-Vuestro padre ha muerto, Thorin, y el campo está perdido. Ordenad la retirada a Erebor antes de que sea tarde.
-No dejaré la muerte de mi padre sin venganza.
-Quien acabó con su vida ya no goza tampoco de la suya. No es este el momento en el que hayareis venganza. Sólo la muerte de vuestro pueblo. ¡Refugiaos en Erebor y llevar con vosotros a los Hombres de Valle! ¡Que los muros de la Montaña Solitaria desafíen el poder de vuestros enemigos!
-Sea, pero no me retiraré si los Dúnedain permanecen en el campo.
-Los Dúnedain os seguirán por las puertas cuando hayais entrado. ¡Aprisa! El enemigo avanza. Llevaos el cuerpo de vuestro padre y el del Rey Brand.

Haciendo sonar de nuevo el cuerno, los Dúnedain formaron junto al Estandarte un frente ante el enemigo. A sus espaldas Hombres y Enanos entraban en Erebor.
Sonó de nuevo el cuerno y los Dúnedain avanzaron lentamente hasta volverse a detener. Su formación no se alteró. Los enemigos frenaron su avance viendo que los jinetes permanecían firmes en su posición y que parecían pretender cargarles de frente. Se detuvieron asombrados, pero pronto rieron y los alabarderos se aprestaban a situarse en vanguardia.
Ese momento esperaba Morandir. De nuevo sonó el cuerno, y raudos como el rayo los Dúnedain volvieron la espalda al enemigo y cabalgaron hacia las puertas de Erebor. Demasiado tarde comprendió el enemigo las intenciones, y ya no podían darles alcance antes de que las puertas se cerraran.

Así mientras el Rey Elessar marchaba hacia la Puerta Negra, Erebor estaba sitiada.