Helkanor – Historias de Battoin
Inicio›Foros›El Anillo Único›Juegos de Rol en EAU›Helkanor – Historias de Battoin
- This topic has 3 replies, 1 voice, and was last updated 7 years, 9 months ago by
Battosay.
-
AuthorMensajes
-
25/04/2015 at 18:42 #355023
BattosayParticipantLa Despedida
Toda la familia se había reunido para su partida. Allí estaban sus seis hermanos (Bitcoin, Boing, Baloin, Bali, Doin y Pancracio), su hermana (Rín), sus padres (Boin y Hîs) y sus abuelos (Ploin y Bina y Batillo y Matilda). Era la primera vez que Batillo, firme defensor del transporte subterráneo, salía a la superficie desde que se había quedado ciego.
— Bueno, pues creo que es hora de irme ya.
— Sí, no sé por qué estamos aquí tan temprano, se podía haber ido a medio día, cuando la gente normal está despierta — dijo Doin
— Porque es tu hermano y lo quieres — dijo su madre.
— Yo no lo quiero, ¿puedo volver a la cama? — preguntó Boing.
— Nadie te ha pedido que vengas, podías haberte quedado en cama, no te habría echado de menos — le respondió Battoin.
— Ah, entonces me vuelvo a dormir, que tengas buen viaje — dijo Doin.
— Y, yo — aprovechó Boing.
— ¡De aquí no se mueve nadie! Somos una familia y estamos despidiendo a vuestro hermano. Esperaréis a que se vaya — gritó su madre.
— Ahora que lo dices, mamá. Llevo intentando irme media hora, ¿me dejas irme ya?
— Ay, esta juventud, ya ni siquiera le da pena separarse de los suyos. No sé para qué sigo viva si no me dais más que disgustos, ¡ay! — sollozó su abuela.
— Ya estamos otra vez, abuela la reina del drama. ¡Qué gran actriz se perdió el teatro! — se burló Baloin.
— ¡Un poco de respeto, niño! — gruñó Ploin mientras le daba una colleja a Baloin.
— ¡Jajajajajajaja! ¡Por tonto! — le espetó Bitcoin a Baloin.Baloin, al que no le había hecho mucha gracia la colleja, le dio un empujón a Bitcoin, que se fue a estrellar contra Bali y Doin. Estos, a su vez, le empujaron de vuelta contra Baloin, pero consiguió frenarse a tiempo y lanzarle un puñetazo a Doin. No se fijó que Pancracio estaba detrás de él y, cuando armaba el brazo, le dio un golpe en un ojo. En un momento los seis hermanos estaban enfrascados en una pelea puñetazo limpio.
— Hala, venga, pegaros en lugar de despediros. Yo no sé para qué quiero a estos hermanos.
Una bota surgió de la bola de brazos y gritos que eran sus hermanos y le impactó en la cabeza.
— ¡Os vais a cagar, memos! — gritó Battoin lanzándose contra ellos de un salto.
— ¡Repite eso!
— ¡Te voy a sacar un ojo con una cuchara sopera!
— ¡Ja, tú no eres capaz de usar una cuchara más que para cebarte, gordo!
— ¡Gordo lo será tu padre!
— ¡Somos, hermanos, imbécil!
— ¡Eso está claro, los dos sois igual de tontos!
— ¡Habló de putas la tacones!
— ¡Saca tu pie de mi cara!
— ¡Espera que ahora te pongo el culo!
— ¡Acércalo a mí y te meto la bota dentro de una patada!Los adultos y su hermana los contemplaban en una mezcla de vergüenza y ternura.
— Cómo se van a echar de menos estos niños — dijo su abuela Matilda
— Por lo menos tendremos un poco de tranquilidad, ya no puede uno echarse la siesta — dijo Ploin.
— Papá, los que no podemos echarnos la siesta somos nosotros, ¿tú te has oído roncar?
— Ah, ¿era yo? Yo pensaba que era la forja de Batillo.
— ¿Eh?— preguntó Batillo.
— Nada, papá — dijo Hîs. — ¿No deberíamos pararlos ya? Se van a hacer daño.
— ¡Bah! Déjalos mamá, si son unos inmaduros, como todos los chicos. No tienen más que gravilla en la cabeza.En ese momento los chicos detuvieron la pelea. Rín los miró asustada.
— ¿Así que gravilla? ¡A por ella!
Los siete hermanos se abalanzaron sobre ella, que no pudo más que corren unos pocos pasos antes de que la agarrasen y comenzasen a hacer cosquillas entre todos.
— ¿Qué decías que teníamos en la cabeza?
— ¡Jajajajajaja! ¡Gravilla! ¡Jajajajajajajaja!
— ¡No tengáis piedad de ella!
— ¡Jajajajajaja! ¡Soltadme ya! — dijo al tiempo que soltaba un ronquido de tanto reír.
— ¡Mirad a la señorita madura como ronca!
— ¡Jajajajaja! ¡Os vais a enterar! — reía mientras pataleaba y le daba un golpe en la boca a uno de sus hermanos.
— ¡Mif piñof!
— Bueno, chicos, ya está bien. Estaos quietos — ordenó su padre.
— Sí, sí, un momento, en cuanto Rín nos confirme qué tenemos en la cabeza.
— ¡Serrín, idiotas! ¡Jajajaja!
— Niños… — dijo su padre con un enfado cada vez más palpable.
— ¡Seguid hasta que se rinda!
— ¡Que os estéis quietos ya! — gritó su padre mientras cogía su martillo.Ocho chichones y otras tantas maldiciones después la tranquilidad volvía al lugar.
— Bueno, ahora sí me voy — dijo y se dio la vuelta para encarar el camino.
— ¡Come bien! — dijo su abuela.
— ¡Tráeme un recuerdo bonito, nada de baratijas! — pidió su hermana
— ¡Cuidado con las lagartas! — gritó su padre.
— ¡Cariño! — le increpó su madre. — Pero no te líes con la primera que pase.
— ¡Ni caso, dale a todo lo que se mueva! — gritó uno de sus hermanos.
— ¡Ten cuidado no te timen con una tasa de cambio inferior al valor de mercado! — le dijo Bitcoin.
— ¡No te empaches de asados, hazte algo al vapor! — dijo su otra abuela.
— ¡Búscate a una que cocine bien, si no las abuelas no te la dejan meter en casa! — rio otro de sus hermanos.
— ¡Líate con una elfa, que no veas cómo están! — gritó su abuelo Batillo.Todos lo miraron.
— ¿Algún problema? ¡Racistas, que sois unos racistas! — bufó. — ¡Hazme caso, chico! ¡Una elfa!
Battoin había llegado la última curva del camino de la mina, un paso más y su familia quedaría atrás, la perdería de vista por primera vez en su vida. Respiró hondo, echó un último vistazo y se despidió agitando la mano. Adiós. Y comenzó su viaje.
04/05/2015 at 23:15 #355251
BattosayParticipantEl primer amor
Battoin llevaba algo más de una semana de camino. Había decidido evitar los pueblos cercanos, podía encontrarse con algunos de los hombres con los que su padre hacía negocios y prefería evitarlos. También los pueblos cercanos a estos, era posible que hubieran oído hablar de él o de su familia. Quería empezar de cero, sin nadie que supiera quién era. Había decidido que nada a menos de dos semanas de viaje.
A los quince días de camino llegó a un pequeño pueblo situado a los pies de una montaña. No había oído hablar nunca de él y le pareció buen lugar para comenzar a conocer a los suyos.
Se dedicó a recorrer el pueblo sin rumbo fijo. Todo lo que veía le llamaba la atención y lo contemplaba como si fuera la primera vez que lo veía. Más de una vez se tropezó por no mirar por dónde iba. La gente también lo miraba a él con curiosidad, pero él estaba ajeno a todo.
Sólo después de caminar dos horas por un pueblo que se recorría en quince minutos se dio cuenta de que estaba haciendo el idiota. Ávido de nuevas emociones, decidió buscar la posada, cenar algo y, tal vez, tener su primera conversación con alguien de su propia raza.
Era una posada con cualquier otra, gente cenando y bebiendo, contado historias, riendo y algún amago de trifulca. Pero al fondo de la barra algo llamó la atención de Battoin.
Como surgiendo de la oscuridad, en el centro de una tenue luz prístina, estaba la criatura más bella que había visto jamás. El tiempo se paró para él mientras contemplaba semejante belleza. Jamás había pensado que las mujeres humanas podían ser tan bellas, ahora entendía porque las enanas que conocía no le parecían (demasiado) bellas.
— Así han de ser las doncellas de la mismísima Yavanna.
Poseído por el amor recién descubierto, cruzó la posada e, inclinando la rodilla, tomó de la mano a quién iba a entregar su corazón.
— Perdido he estado toda mi vida sin conoceros. Pero ahora que os he encontrado, sé que no os dejaré ir jamás. Dadme una oportunidad de demostraros mi amor y os aseguro que me ganaré vuestro corazón para siempre.
Antes de que nadie pudiese reaccionar, se oyó un grito procedente del otro lado de la posada.
— Ethel, ¿no tienes trabajo que hacer? — dijo hacia el recién descubierto amor de Battoin — ¿Y tú? ¿Qué se supone que estáis haciendo? — gruñó hacia Battoin.
— Eso debería preguntároslo yo — contestó desafiante — ¿Quién sois vos que os interponéis entre un hombre y su amor?
— Pues resulta que soy su padre y no pienso dejar que se acerque a un piojoso como tú.Sin más lanzó a Battoin fuera de la posada dando un sonoro portazo.
Pero Battoin no se iba a rendir. Su enamorada mente ya había comenzado a elaborar un plan para conquistar a su nuevo amor. Esperó a que anocheciera escondido en los alrededores de la posada, espiando desde fuera lo que ocurría en el interior. Pudo ver cómo, tras cerrar la posada pudo ver cómo se iba a dormir el ángel que le había robado su corazón.
Esperó un par de horas hasta que estuvo seguro de que todos se habían quedado dormidos y entró en su habitación por la ventana. Intentando no hacer ruido alguno se acercó a su cama. No podía apartar la vista, tal era su belleza, pero finalmente se dijo que debía apresurarse si no quería que lo pillasen allí. Con una mano le tapó la boca para que no hiciera ruido y con otra alcanzó su hombro y lo movió para que se despertase.
— ¡Mph! — dijo despertándose con un sobresalto.
—¡No os asustéis, mi amor, soy yo! — susurró mientras destapaba su boca.
— ¿Qué hacéis aquí? Mi padre os matará si os descubre — respondió en el mismo tono.
— No me importa, morir por vos es la muerta que desearía.
— No digáis esas cosas, seguro que tratáis de engañarme para aprovecharos de mí.
— ¡Jamás! He salido de viaje por el mundo para encontrar mi lugar en él, pero qué poco podía yo esperar encontrar a la criatura más bella de Arda nada más dejar mi hogar. Por favor, venid conmigo, yo os rescataré de la tiranía de vuestro padre.
— ¡Oh, Varda me guarde! Sé que no debería, pero ya os he entregado mi corazón, sé que sois sincero y aunque así no fuera, mi corazón ya os pertenece.
— ¿A qué esperamos? ¡Partamos pues!
— Nada deseo más ahora mismo, pero no debo. Es mi padre y me ama con todo su corazón. Sólo es brusco porque demasiados hombres han intentado aprovecharse de mí en el pasado aprovechando mi ingenuidad. Venid mañana temprano a la posada, hablaremos con él y le demostraremos que nuestro amor es sincero.
— Si es vuestra voluntad, así lo haré. Pero, ¿puedo pediros sólo una muestra de vuestro amor?
— Pedid y os lo daré si está en mi mano.
— Un beso, sólo un beso y sabré que no existe nada en este mundo capaz de separarme de vos.
— Mi corazón os daré también con este beso.Sus labios se posaron en los de Battoin en un suave y tierno beso lleno de amor.
A la mañana siguiente al romper el alba Battoin se encaminó a la posada con el objetivo de demostrar que su amor era fuerte y sincero. Debía obtener las bendiciones del padre para poder vivir su amor sin esconderse.
— ¿No te dije que no te quería volver a ver? — gritó el padre nada más ver a Battoin.
— Sí, pero mi corazón se ha quedado prendado y no aceptará irse de aquí solo como vino. He venido a demostraros que mi amor es firme y sincero.
— ¿De verdad esperas que te crea?
— ¡Es cierto padre, nos amamos! Puedes prohibirme verle, pero mi corazón encontrará la forma de estar con él. Con tu permiso o sin él.El hombre dudó un momento. Quizás los sentimientos de aquellos muchachos eran sinceros a pesar de todo.
— Parece que le has causado una gran impresión — le dijo a Battoin. — Puedes quedarte de momento, pero deberás demostrarme que eres un hombre de bien antes de que consienta que puedas tocar la mano de mi hijo.
— Perdón, ¿vuestro hijo? — preguntó Battoin confundido.
— Sí, muchos han tratado de aprovecharse de él por su belleza y por eso no dejaré que corra a manos del primer hombre que llegue.
— Disculpad, pero creo que ha habido un error. Yo lo que quiero es casarme con vuestra hija, ¿sabéis?
— Yo no tengo ninguna hija.
— No seáis bromista, ¿y ella quién es?
— Mi hijo
— ¿Hijo?La cabeza de Battoin empezaba a comprender lentamente el lío en el que se había metido. No iba a ser fácil salir de él a salvo.
— ¿Qué os ocurre amor mío? No bromeéis, pues claro que soy su hijo, no tengo ninguna hermana y soy yo quien os ama más que a la propia vida.
— Ya, sí… sobre eso — tartamudeó Battoin. — Creo que ha habido un pequeño malentendido, resulta que a mí me gustan las mujeres, ¿sabéis?
— ¿Estáis de broma? ¿Y qué lo que pasó anoche en mi cuarto? ¿Acaso os burlabais de mí?
— ¿Su cuarto? — rugió su padre.
— Dejad que os lo explique — intentó decir Battoin.
— No hay necesidad de explicarlo. ¡Un maldito burlador es lo que sois! ¡En este pueblo no queremos a los de tu calaña! ¡No dejaremos que mancilles la virtud de nuestros jóvenes!Los hombres que ya estaban en la posada se levantaron con el padre de Ethel y se dirigieron hacia Battoin, quién decidió que no era momento de palabras saliendo a toda velocidad de la posada.
Medio pueblo lo persiguió hasta las afueras entre gritos y pedradas. Battoin no acababa de entender cómo se había confundido de esta manera, si estaba claro que era una mujer, las mujeres no tenían barba. Se rascó el mentón y recordó de que él tampoco.
— Vaya, creo que esto va a resultar un problema — pensó mientras huía de las pedradas.
02/06/2015 at 23:03 #355761
BattosayParticipantEl maestro (I)
Battoin se encontraba en una posada degustando su tercer pollo asado cuando un anciano entró. Todo el mundo se giró hacia él y varios lo saludaron con respeto. Debía de ser alguien conocido en el pueblo. Se dirigió hacia el posadero que le trajo algo de comer y, tras desaparecer un rato en la trastienda, le entregó un par de bolsas que parecían llevar provisiones.
— Un viejo haciendo la compra, nada más. Quizá sea algún tipo de sabio — pensó para sí.
Poco después otro hombre entró en la posada dando grandes zancadas. Tomó asiento y llamó a gritos al posadero.
— Estoy atendiendo a este hombre, esperad un momento.
— ¿Atiendes antes a ese viejo que a mí? ¡No sabes con quién estás hablando!
— En esta posada todos aguardan su turno, señor.El recién llegado se quejó a voz en grito un poco más, pero el posadero le ignoró y terminó por callarse. Terminados sus tratos con el viejo, se acercó a atender al cliente pesado.
— ¿Qué deseáis?
— ¡Comida y bebida en abundancia! Si no está repugnante, quizá os pague.
— Nuestra comida siempre es excelente.
— Nadie lo diría viendo esta cloaca.El posadero lo ignoró y se volvió a la cocina a por comida para servirle. El viejo había cargado los dos sacos a los hombros y se disponía a marcharse. Cuando pasó por el lado del alborotador, éste pensó que sería gracioso ver cómo caía y alargó la pierna para que tropezase.
El viejo perdió el equilibrio, dio un traspiés, pero no cayó, pero con tan mala suerte que uno de los sacos fue a golpear al hombre en la cara. La posada estalló en carcajadas, con las de Battoin entre ellas.
— Disculpadme mi buen señor, estas viejas piernas ya no me sostienen como antes.
— ¡Maldito viejo, no os reiréis de mí! — dijo desenfundando la espada.Los clientes de la posada miraban la escena divertidos, pero esta vez Battoin no se unió a ellos. Se levantó de un salto y se plantó entre el viejo y el matón.
— No es muy valiente amenazar a un anciano — dijo cogiendo la muñeca del otro, evitando que pudiese desenfundar la espada.
— ¿Y tú quién eres, idiota?Intentó desenfundar la espada, pero Battoin era más fuerte que él y empujó su brazo hacia abajo, metiendo la espada de nuevo en la vaina. Aprovechó el desconcierto de su contrincante para propinarle un cabezazo. El hombre quedó aturdido y dio un par de pasos hacia atrás. Battoin lanzó sendos puñetazos a la cara y el estómago de su adversario, que quedó tendido en el suelo.
— Creo que ahora es cuando deberíais disculparos.
El hombre no dijo nada, pero se levantó tambaleándose y se fue de la posada, no sin antes lanzar una mirada de odio a Battoin.
El resto de los comensales rompió en aplausos y gritos de enhorabuena, que Battoin aceptó orgulloso de sí mismo. El posadero hasta le hizo un pequeño descuento en su no tan pequeña factura.
— Has sido muy amable, joven, ayudando a este anciano. Te estoy muy agradecido.
— No es nada, señor. Permitid que me presente, mi nombre es Battoin, hijo de Boin.
— Un placer conoceros, Battoin. Ahora, si me disculpáis, se hace tarde y debo irme a casa.
— Si os parece bien, os acompañaré, esos sacos son muy pesados para alguien de vuestra edad. Además, ese hombre podría estar acechando.
— No os molestéis, vivo en las montañas, tardaríamos todo el día en llegar y no quiero molestaros.
— No es molestia, pensaba irme hoy, estoy de viaje, ¿sabéis? Puedo acompañaros un tramo. Insisto.
— Bien, de acuerdo, entonces.Ambos partieron del pueblo hacia las montañas donde vivía el anciano. Iban conversando por el camino, casi siempre el que hablaba era Battoin contando sus viajes, breves hasta entonces, pero interesantes para él que nunca había salido de su casa. Para él cada esquina le llevaba a nuevas e inesperadas experiencias.
Poco antes del anochecer llegaron a la casa del anciano. Una chica salió corriendo a recibirle, pero se quedó clavada en el sitio al ver a Battoin.
— Hola — saludó él.
— Hola — respondió interrogando a su maestro con la mirada.
— Te presento a Battoin, ha tenido la amabilidad de acompañarme hasta aquí llevando nuestra comida. Hoy se quedará con nosotros en agradecimiento por su ayuda.La chica no dijo nada, recogió los sacos que Battoin había dejado en el suelo y se volvió a la casa.
— Espero que no te parezca mal, ella no es muy sociable.
— Oh, no se preocupe. No tendrá tiempo de sentirse incómoda conmigo, mañana me iré.Entraron en la casa y tras lavarse el polvo del camino se sentaron a cenar lo que la chica había preparado. Battoin no paró de hablar tampoco durante la cena, hasta que llegó al incidente que había ocurrido en la posada.
— Deberíais vivir en algún lugar con más gente alrededor. Si apareciese alguien como el hombre de la posada, un anciano y una chica no podrían defenderse. Es muy peligroso vivir solo.
La chica levantó una ceja extrañada. Battoin se dio cuenta y decidió explicarle lo ocurrido en la posada.
— En la posada un hombre intentó atacar a vuestro abuelo. Yo le di una pequeña lección, pero me pareció prudente acompañarle en caso de que ese matón decidiera vengarse de una forma cobarde.
La chica estalló en carcajadas, casi ahogándose con la comida. Tanto se rio que acabó cayendo al suelo mientras se llevaba las manos al estómago que empezaba a dolerle de tanto reir. Battoin se quedó mudo del asombro, miró al anciano que sonreía divertido.
— Vamos, vamos, niña, no seas grosera, contrólate un poco — dijo el anciano.
— ¡Jiijijiji! Pero miradle, si se cree lo que está diciendo — volvió a mirar a Battoin que todavía no entendía lo que estaba pasando — ¡Jajajajajajaja!
— Disculpad pero creo que esta no es forma de agradecer lo que he hecho hoy.
— Lo que habéis hecho es el panoli. Este “anciano” es conocido como El Maestro de Espadas, se necesitaría una legión entera de soldados para que alguien tuviese que ayudarle. Y yo soy su alumna y os puedo asegurar que no necesito que nadie me proteja.
— ¿Es…? ¿Es eso cierto? — preguntó Battoin.
— Sí, por eso se reían tanto en la posada de aquel hombre, esperaban que yo le diera una lección de humildad, pero tú te me adelantaste. Aunque es verdad que también se rieron un poco de vos, por lo mismo que ha hecho mi joven alumna. Todos sabían que aquel hombre estaba haciendo el ridículo. Siento que os hayáis enterado así, vuestro gesto me pareció muy valiente y no creí necesario contároslo.
— Vaya, chico listo, os creías muy valiente y mirad — rió ella.
— Quizás sois vos la que se cree una maestra cuando no es más que una niñita — respondió Battoin que empezaba a encontrar a la muchacha bastante irritante.
— Esta niñita puede patearos el culo con una mano atada a la espalda.
— Me gustaría verlo.
— ¡Venga, vamos fuera si tienes valor!
— ¡Silencio! — gritó el anciano — Esa no es manera de tratar a nuestro invitado. ¡Discúlpate!
— Pero maestro — comenzó a protestar, pero la mirada que él le lanzó la detuvo —. Mis disculpas, señor, he sido irreflexiva y maleducada. Os ruego que me perdonéis.Battoin se quedó callado un momento, todavía estaba dolido por los comentarios de la chica, pero no podía ser irrespetuoso y mucho menos siendo el invitado. Respiró hondo y se calmó.
— Acepto vuestras disculpas. Aceptad vos las mías, yo tampoco me he comportado como debe un invitado.
— Gracias, yo también las acepto. Ahora debo retirarme.Recogió la mesa y llevó las cosas a la cocina, desapareciendo de la vista de Battoin.
— Es una buena chica, pero le cuesta controlarse. Aunque lo mismo podría decirse de vos — sonrió el anciano —. Aunque quizás es sólo la juventud la que habla por vuestras bocas.
— Puede ser, pero mi comportamiento no tiene excusa. Si me disculpáis me gustaría retirarme a dormir y mañana por la mañana me iré sin causar más molestias.
— Como gustéis.Battoin se fue a dormir, pero tardó bastante en conciliar el sueño. Aunque realmente estaba arrepentido de su comportamiento, no dejaba de pensar en cómo la chica se había reido de él y cómo le gustaría darle una lección. Pensando en cómo la derrotaba una y otra vez se durmió.
A la mañana siguiente un ruido de golpes le despertó. El solo hacía tiempo que se había levantado. Somnoliento, Battoin se levantó de la cama, se vistió y salió a ver qué eran esos ruidos.
La muchacha ensayaba varios golpes bajo la atenta mirada de su maestro. Manejaba una espada larga y ancha, al menos tres cuartas partes de su altura. Sus movimientos eran fluidos y rápidos, parecía imposible que aquella chica menuda pudiese manejar esa espada tan enorme de la forma que lo hacía.
— Buenos días, joven — dijo el hombre —. Sois de sueño profundo al parecer.
— Sí — respondió Battoin, sin poder dejar de mirar a la chica —. Me iré en seguida, no quiero molestar más.
— Mejor — dijo ella para sí, pero Battoin consiguió oírla y sintió cómo volvía la ira de la noche anterior.
— Ahora que ambos estáis más tranquilos, ¿os parecería bien ese combate? — ambos lo miraron extrañados —. Por supuesto nada serio, pero a ella le vendrá bien saber cómo combaten las gentes de otros lugares y quizá tú también puedas aprender algo útil.Los dos aceptaron sin pensarlo, sería la ocasión perfecta para vengarse de las palabras del otro. Unos minutos más tarde ambos estaban listos para la acción.
Ella estaba de frente a él, con las piernas flexionadas, los brazos estirados hacia su adversario y la espada apuntándole completamente horizontal. Él, por su parte, estaba de lado, la derecha de su cuerpo apuntándola a ella, la mano izquierda en la vaina soltando la espada de la misma, la derecha sobre la empuñadura, lista para desenfundar.
— ¡Adelante!
Los dos se abalanzaron sobre el otro. Ella, pivotando sobre sí misma, llevaba la espada dando un gran arco que aprovechase la inercia y su peso para golpear. Él corrió en línea recta, desenfundando la espada, golpeando con todo su cuerpo. Las espadas chocaron en un sonoro golpe.
Battoin perdió un poco su equilibrio y cedió en el golpe. Ella dirigió su espada por sobre la de Battoin hacia abajo, desequilibrándole y rompiendo su guardia para el siguiente ataque. Subió y bajó su espada en nuevo arco que Battoin pudo bloquear cayendo sobre sus rodillas. Otro golpe así y le daría.
Mientras ella armaba el que sería el golpe definitivo, él pivotó sobre su rodilla golpeándola con la otra pierna y tirándola al suelo. Él aprovechó para ponerse de pie y lanzó un tajo vertical que ella paró con su espada, a la vez que aprovecha su propia inercia para lanzarlo sobre ella y levantarse. Aprovechando el ímpetu del salto volvió a golpearle y, esta vez el brazo de Battoin no tuvo fuerza suficiente para parar la estocada, quedando la espada de ella sobre su torso indefenso.
El maestro dio unas pocas palmadas a modo de aplauso y final del combate.
— Muchas gracias maestro — dijo ella sonriendo.
— No te aplaudía a ti — ella se quedó paralizada —. Lo has hecho muy bien, chico, no sólo has visto cuándo ella era más vulnerable, sino que has podido hacerlo cogiéndola por sorpresa, pocos son capaces de ver eso en un combate. En cuanto a ti — dijo dirigiéndose a ella —, habrás ganado, pero sólo porque él no sabía a qué se enfrentaba. Has descuidado tu postura dejándole espacio y tiempo para contraatacar. En otra situación puede que no hubieras tenido tanta suerte.Ella sintió cómo la furia crecía por su estómago hasta su garganta, pero pudo controlar el grito que amenazaba con salir por su boca. Enfundó la espada a su espalda y se fue apretando los puños. El maestro se acercó a Battoin, aún jadeando y tirado en el suelo.
— ¿Estáis bien? — dijo tendiéndole una mano.
— Sí, gracias — dijo sentándose —. Pero habéis sido muy duro con ella, no creo que pudiera ganarle aun sabiendo cómo pelea.
— Os subestimáis, aun así, no debe dejarse llevar por su ego. Le viene bien un poco de humildad.
— Si yo tuviera es habilidad, sería de todo menos humilde.
— No os creo. Pero, ¿puedo preguntaros por vuestra espada? Nunca había visto una así.
— Yo tampoco, fue un regalo de despedida de mi abuelo. Un gran herrero, pero en los últimos años se estaba volviendo un poco majara. Aún no sé de qué vale una espada que no corta.
— En los entrenamientos se usa para no herir a su contrincante, por ejemplo.
— Pero no en un pelea, no era la idea que yo usase la espada para entrenar, sino para defenderme. Y esa es otra razón por la que ella me ha ganado de verdad. Yo puedo usar toda mi fuerza sin temor a hacerle daño, mientras que ella ha tenido que retener su espada para no matarme. ¿De verdad pensáis que no lo ha hecho bien?
— Si ella no se ha dado cuenta de eso, no. No lo creo. Siempre ha estado aquí conmigo, con toda su fuerza, aún tiene demasiadas cosas que yo solo no le puedo enseñar.Battoin no dijo nada, por eso mismo fue por lo que él se había ido de viaje dejando a su familia atrás. Sintió un punto de simpatía por la chica.
— Dime, ¿te apetecería quedarte una temporada? — le preguntó a Battoin —. Puedes aprender a manejar una espada como es debido y quizás puedas enseñarle a ella cómo es el mundo que desde aquí no se ve.
— No creo que a ella le guste. Además, estoy buscando algo y no debería quedarme en ningún sitio mucho tiempo.
— Se acostumbrará y no lo veas como quedarse quieto, quizá te sirva para coger impulso.Battoin dudó, pero al final dijo.
— Está bien, acepto.
Algo más tarde ella había conseguido calmarse. Entendía lo que le había dicho su maestro, estaba claro que aún necesitaba practicar, pero, ¿por qué humillarla delante de un extraño? Decidió que era hora de volver, aunque tanto tiempo fuera seguramente iría seguido de un rapapolvo de su maestro, a esas horas el extraño ya se habría ido y sería mucho más llevadero.
Se encaminó de nuevo a la casa y allí los encontró a los dos. Un nuevo acceso de ira comenzó a formarse en su estómago mientras se acercaba.
— Ah, estás aquí, bien — dijo su maestro —. Te presento a mi nuevo alumno y, de ahora en adelante, tu compañero.
— ¡¡¡¿¿¿Qué???!!!05/07/2015 at 13:22 #356536
BattosayParticipantEl maestro (II)
Sus espadas chocaron. Bloqueó el impacto con todo su cuerpo, aprovechó la inercia del golpe para desviar la espada de ella y pivotar de nuevo. Esta vez ella le esquivó y aprovechó para contraatacar. De nuevo pudo bloquearla, pero ella continuó atacando.
En los siete meses que habían pasado no había sido capaz de volver a tumbarla, no había conseguido más que golpes y magulladuras. Sin embargo, ahora podía seguirle el ritmo. Por primera vez los combates duraban más del tercer golpe.
— ¡¡¡¿¿¿Qué???!!! — gritó ella — ¿Estáis loco? ¿Por qué vais a aceptar a este idiota como alumno? ¿Acaso no veis que no tiene ni idea? No hará más que entorpecerme.
— Por eso serás tú la que le enseñe, veremos qué tal has aprendido mis lecciones — se giró hacia Battoin —. Coge una espada de prácticas, de momento es mejor que no uses la tuya.Battoin se acercó a la casa a buscar una espada. Maestro y alumna se quedaron solos, ella parecía a punto de estallar, sin embargo él estaba sonriente y relajado. Ella no dijo nada, sabía que no iba a conseguir nada, su maestro había tomado la decisión y no iba a cambiarla así como así. Si no podía convencerle de que echase a ese idiota, podía hacer que el idiota se fuera. Sabía cómo hacer un entrenamiento imposible.
Cuando Battoin volvió ella hizo una reverencia a su maestro y se volvió hacia su nuevo compañero.
— Lo primero que tienes que saber es cómo te vamos a enseñar a pelear. No será cómo lo hacen los demás, ya me has visto a mí. No peleamos sólo con la espada, cualquier arma nos vale, pero este tipo de espada es la más adecuada para entrenar. El arma es una excusa, luchamos con todo el cuerpo. Cada movimiento, ataque, defensa se hace con todo el cuerpo, en armonía, todos los movimientos forman parte de un todo. A un profano le parecerá que estamos bailando, y es verdad, porque cada movimiento de la Danza de la Espada está integrado en el siguiente y en el anterior. ¿Has entendido?
— Creo que sí — respondió Battoin — una vez vi un desfile en el que lo hacían una chicas que…
— No me importan tus aventurillas, venga, ponte en guardia. Demuéstrame qué has entendido, chico listo.El combate acabó antes de empezar, no había Battoin acabado de armar su primer golpe cuando ella le golpeó en el estómago, arrojándolo al suelo.
— Ya veo lo que has entendido. Esa espada pesa el triple de una espada normal, es imposible que puedas manejarla como cualquier otra, no importa lo fuerte que seas. Debes usar cada parte de tu cuerpo para moverla, aprovechar tu propio peso y el del arma. Venga, otra vez.
Aquel día había acabado cómo empezó, con el recibiendo golpes antes incluso de poder lanzar uno él mismo. Acostumbrado como estaba a usar su fuerza de la manera más directa, le era imposible manejar esa espada. Pasaron semanas antes de que pudiera dar el primer golpe sin que ella le alcanzase antes.
Pero ahora estaba peleando con ella de igual a igual. La espada seguía siendo pesada, pero ahora sabía manejarla, cada golpe se iniciaba mucho antes de darlo, su brazos eran sólo una pequeña parte cada movimiento.
— Un buen guerrero debe tener un físico equilibrado. De nada vale acabar un combate en segundos si en una batalla os cansáis después del segundo rival. De ahora en adelante cada día antes de desayunar iréis a por agua al manantial que hay en la montaña.
— ¿No podría ser después de desayunar? Son dos horas ir y volver.
— ¿Te da miedo no aguantar?
— Me da miedo morderme un brazo de camino.
— Venga, salid ya. No os olvidéis la espada. El último que llegue hará las tareas de la casa.Los dos se echaron la espada a la espalda y salieron corriendo.
Cuando ya iban de vuelta, cruzaron de nuevo el puente colgante del acantilado. Ella apretó el paso y lo cruzó primero. Al llegar al otro lado dejó los cubos en el suelo y se giró hacia Battoin, que aún estaba a medio camino de cruzarlo.
– Espero que se te dé bien la escalada, chico listo.
Desenfundó la espada y cortó las cuerdas del puente. Battoin cayó con los cubos acantilado abajo. Aquel día tardó horas en volver, escalar el acantilado se le había hecho casi imposible. Llegó casi al anochecer y apenas le dio tiempo de hacer las tareas de ese día.
Pero ahora era capaz de escalarlo en minutos cargado con media docena de cubos de agua y sin apenas derramar nada. Y no le tocaba limpiar a diario.
— Para un guerrero es fundamental tener un compañero en el que poder confiar. Ni siquiera el más poderoso puede sobrevivir sin aliados. Sin embargo, la confianza no lo es todo. Deben saber pelear juntos.
— Oh, si pelear juntos lo sabemos hacer perfectamente.
— Me refería a pelear en el mismo bando.
— Ah, pues eso sí que lo tenemos un poco verde.
— Por eso participaréis en una competición juntos, allí os enfrentaréis a otros compañeros que han entrenado juntos durante años.Battoin contemplaba ensimismado al resto de competidores, jamás se habría imaginado algo así. Su compañera compartía su asombro, la seguridad en sí misma que siempre mostraba flaqueaba por primera vez.
– Tenéis que estar de broma, con este inútil no ganaré ni al primero
– Nunca ganarás tú. En todo caso ganaréis los dos y si no ya me encargaré yo de que la próxima vez estéis más motivados.
– Venga, ¿a ver quién es ahora el listo?Nunca había hecho tanto el ridículo, pero se rio como hacía mucho que no lo hacía. Ella, sin embargo, no se lo tomó nada bien. Cuando volvieron, estuvieron un mes sin tocar una espada. Pero ahora no tenían rival en la pista, hasta ella se lo pasaba bien bailando y no sólo en las competiciones.
Los golpes de ella eran como el viento, se le escapaban sin poder bloquearlos. Aunque no llegase a hacer blanco en él, era imposible dominarlos. Sonrió. Le quedaba mucho para estar a su altura, pero cada vez la tenía más cerca. Vio un hueco en su guardia y se lanzó a por ella. Antes de que pudiera reaccionar, vio con ella aceleraba de repente, lanzando su espada contra su hombro. Cogido a mitad de movimiento, no pudo reaccionar y acabó en el suelo.
— Has picado, ¿de verdad creías que dejaría semejante agujero en mi guardia? Venga, arriba, chico listo – le dijo tendiéndole la mano.
Battoin cogió su mano y se levantó.
– Otra vez, en guardia.
-
AuthorMensajes
You must be logged in to reply to this topic.