Perfil Básico

Nombre

Silvanae

Fecha de nacimiento:

1900-09-28

Ficha de Personaje

Nombre del Personaje

Silmëlissë

Raza

Noldo

Lugar de la Tierra Media

Lothlórien

Descripción del Personaje

De cabellos castaños y ondulados, tez pálida, ojos penetrantes, grises en invierno y verdes en verano, alta y delgada, como la mayoría de los elfos de su comunidad. Cuentan que la dulce Silmëlissë es muy querida por los que la rodean, pues es risueña y ama cantar y tocar su arpa bajo las estrellas, aunque es vergonzosa y no canta sino para la tierra, el sol o la luna. También dicen que es testaruda, cosa que no he podido comprobar, y que es perseverante en todo lo que hace. Ama la lectura, sobre todo leer sobre las criaturas que habitan la Tierra Media, pues, en su opinión, no sólo somos nosotros los protagonistas de este mundo.

Historia del Personaje

Hija de Erendio, un herrero Noldo y de Serindë la costurera, Silvanae nació un frío día de otoño. Su madre la llamó en secreto Silmëlissë, y en verdad poca gente sabe que Silvanae también tiene este nombre. Desde pequeña, su madre y sus hermanas, todas ellas costureras, intentaron introducirla en este arte, pero a Silvanae nunca le convenció del todo. Prefería ver como su padre fabricaba armas, joyas y demás artículos de la forja, hasta que fue lo suficientemente mayor como para desenvolverse en el taller de Erendio. Erendio, que supo desde siempre el interés de su hija, pocas veces la dejó trabajar con él, y Silvanae entraba en secreto en el taller, cuando nadie la oía… Así fabricó su arpa de metal, que tuvo un sonido característico que ningún herrero pudo imitar desde entonces. Nadie sospechaba de las escapadas nocturnas de Silvanae al taller de su padre, y durante un tiempo, pudo aprender mucho más del oficio, y así perfeccionaba sus pequeñas obras. Agudizaba el oído cuando los herreros hablaban de los grandes maestros, y entre ruidos de martillos y hornos, Silvanae escuchaba las viejas historias que contaban las hazañas de Fëanor, el maestro herrero por excelencia de los Noldor, y toda las consecuencias que acarrearon la creación de sus obras.
Silvanae iba haciéndose mayor, y su interés en la herrería iba acrecentándose día tras día. Pero estaba angustiada, pues ella deseaba sobre todas las cosas poder ser una herrera respetada por su comunidad, y no entendía porque tal cosa podía ser causa de menosprecio por parte de los demás. Y nadie advertía la tristeza que sentía Silvanae, pues ella siempre se mostraba feliz, aun cuando tenía que estar con su madre y sus hermanas entre telas e hilos de plata, tejiendo y cosiendo, vestidos que ella nunca se pondría.
Pero como en toda historia, siempre hay algo que cambia la suerte del protagonista. Una noche, Silvanae entró sigilosamente en el taller de su padre. Pero alguien la seguía. Silvanae no advirtió que estaba siendo observada, y se puso manos a la obra; de súbito apareció Eruantalon, un joven elfo que trabajaba en el taller de Erendio y dijo:
– ¿Pero qué es esto? ¿Una doncella quemando sus finas manos en los humeantes hornos del taller?
Entonces, Silvanae, sobresaltada, dejo todos los instrumentos donde los había encontrado y se apresuró en apagar el horno, y en ese momento, no pudo articular palabra. Eruantalon se acercó a Silvanae y dijo:
– No temas, puedes confiar en mi silencio. Pero me sorprendes Silvanae, pues no sabía de tu destreza en las artes de la forja-
– ¿Cómo sabes mi nombre? Y…y ¿Que haces tu aquí a estas horas? dijo Silvanae muy nerviosa.
– Eres hija del maestro Erendio, y sé de ti porque muchas veces te he visto corretear por el bosque y cantar bajo las estrellas. Ah, yo venía buscando unas herramientas que preciso tener en mi casa, pues tu padre me dió permiso para entrar en el taller- dijo Eruantalon, mientras reía.
– Se ha hecho tarde, debo volver a dormir- dijo Silvanae, mientras se quejaba de dolor en su mano izquierda, y enrojecida de vergüenza.
– Déjame ver eso- dijo Eruantalon. Se acercó, cogió la mano de Silvanae, y con un trozo de sus vestiduras que empapó en agua, limpió la quemadura de la mano de Silvanae.
– Una doncella tan hermosa debería tener más cuidado en no quemarse las manos, pues eso sería una prueba de sus andanzas- reía Eruantalon. Miró a Silvanae y dijo: – Confía en mí, no diré nada…y si quieres, puedo enseñarte lo que sé sobre la herrería cualquier día que acudas, pero en absoluto secreto-.
A Silvanae se le iluminaron los ojos… Estaba emocionada. Era su oportunidad para aprender. Y dijo: – Bien, me congratula tu ofrecimiento, pero, ¿como confiaré en ti si ni siquiera conozco tu nombre?-
– Mi nombre es Eruantalon y también me llaman Taryaveondo- dijo el joven herrero.
Así pasó el tiempo, y Eruantalon y Silvanae trabajaban juntos en el taller cada vez que podían, pero no sólo se veían en el taller…Paseaban por entre el bosque muchas tardes de verano, y recogían flores de los caminos, y Silvanae se adornaba el pelo con ellas… Y el cariño por Eruantalon crecía cada día en el corazón de Silvanae, y le admiraba, pues a sus ojos Eruantalon sabía mucho de herrería…y estaba en lo cierto, pues Erendio consideraba a Eruantalon su mejor discípulo.
Se supo en la comunidad que ocho viajeros venían a visitar a la Dama Galadriel, y entre las gentes, muchos comentaban este acontecimiento, aunque pocos sabían la verdad, que todos los de aquí conocemos. Pues bien, el caballero Celeborn, señor de Lórien, se acercó una tarde al taller de Erendio y le encargó un trabajo, con una exigencia: que fuera forjado por el mejor de sus herreros. Y Erendio eligió a Eruantalon. Por tanto, el caballero Celeborn explicó a Eruantalon lo que debía hacer: forjar en plata las hojas de Lórien, con forma de broches. Entonces, Eruantalon pensó que tan fino trabajo debía hacerlo Silvanae, pero vió que esto sería arriesgado. Aún así, esa noche, contó a Silvanae lo sucedido. Ella le propuso terminar el trabajo por la noche, y así ella podría colaborar con él. Eruantalon consideró la idea, y con Silvanae empezaron a forjar las hojas. El resultado fue excelente. Eran preciosas, finas como una hoja, pero duras como escamas de acero, y eran de plata.
Llegó el día en que Erendio debía entregar el trabajo. Pidió a Silvanae que le acompañara a la Cámara de Celeborn, e irían junto a Eruantalon, el supuesto "hacedor" de las hojas. En ese momento, el señor de Lórien no se encontraba en las estancias, y fueron recibidos por la Dama Galadriel, que quería ver la obra desde cerca para poder dar su aprobación. Y dijo:
-Sin duda, Erendio, hijo de Erentio, es más de los que podíamos pedirte. Esta obra tiene algo especial, que no ha estado presente en tus obras anteriores. Y no me refiero a las jóvenes manos de tu herrero Eruantalon-. Miró a Silvanae, que estaba detrás de los dos herreros, maravillada por el esplendor de la Dama. En ese momento, abrazó a Silvanae y dijo: – Silmelissë, ¿por qué te has escondido?. He visto lo que has hecho, pues mis ojos han llegado a tu corazón. Nada debes temer ahora, pues cuentas con mi protección. Aunque yo no puedo decidir por tí -. Entonces. se giró a Erendio y dijo: – Tuyo es este consejo que te doy: el deseo de tu hija es trabajar con las manos, y nada haces si se lo impides, pues su destino es ése, lo quieras o no…y es la única forma de garantizar su felicidad-.
Las palabras de la Dama llegaron al corazón de Erendio, y éste cedió. Tras dejar Caras Galadhon, Silvanae no se atrevía a dirigirse a su padre, pero en el transcurso del viaje, Erendio le habló como nunca antes lo había hecho, y permitió a Silvanae trabajar en su taller, a partir de ese día. Con el paso del tiempo, Erendio también advirtió el don que tenía Silvanae en sus manos, y se sintió orgulloso.
Poco más os puedo contar de la historia de Silvanae, pues hace tiempo que no sé de ella. He oído que sigue trabajando en el taller de Erendio, y que los herreros la tienen en la más alta estima, pues a partir de entonces, muchos trabajos se encargaron al taller y Silvanae concebía obras muy hermosas. Dicen también que Eruantalon pidió la mano de Silvanae, aunque no os lo puedo decir con seguridad…