¿Qué trascendentales acontecimientos tuvieron lugar el 15 de marzo en la Tierra Media creada por J.R.R. Tolkien? ¡Lo podéis leer aquí y volver a emocionaros con la obra del Profesor!

Continuamos con la sección ‘Hoy en la Tierra Media’ con un día en el que se produjo un encuentro casual en una famosa posada de Bree, en el que se libró la mayor batalla de la Tercera Edad, en el que dos reinos élficos y otro importante bastión del norte de la Tierra Media también fueron atacados por las fuerzas del Señor Oscuro, en el que dos viajeros reanudaron su camino amparados por la buena fortunda, y en el que un rey finalmente retornó a su reino.

Para evitar cualquier tipo de malentendido queremos aclarar que todas las fechas de esta sección se corresponden únicamente con el Calendario de la Comarca o con otros calendarios de la Tierra Media (como el Cómputo del Rey o el Cómputo de los Senescales) y no con el calendario gregoriano (ver nota), y que todas ellas proceden de libros y textos de J.R.R. Tolkien como ‘El Hobbit‘, ‘El Señor de los Anillos‘ (incluidos los Apéndices), los ‘Cuentos inconclusos‘ y los Manuscritos Marquette, y de otros libros de estudiosos tolkiendil como el ‘Atlas de la Tierra Media‘ de Karen Wynn Fonstad, ‘El Señor de los Anillos. Guía de lectura‘ de Wayne G. Hammond y Christina Scull, y ‘The History of The Hobbit‘ de John D. Rateliff.

Acontecimientos que nos gusta acompañar con pasajes de los libros de Tolkien y con dibujos e ilustraciones de diferentes artistas, aunque no siempre encontramos imágenes de los momentos que mencionamos o que representen fielmente lo descrito por el Profesor.

Esto fue lo que pasó en la Tierra Media el 15 de marzo, o el 15 de Rethe según el Calendario de la Comarca.

 

Año 2941 de la Tercera Edad del Sol:

* Gandalf se encuentra con Thorin en Bree.

 

(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución)

(Gandalf y Thorin en Bree, según el artista canadiense Ted Nasmith)

“Entre otros cuidados le preocupaba el peligroso estado en que se encontraba el Norte; porque sabía ya entonces que Sauron proyectaba la guerra, y que intentaba, tan pronto como se sintiera bastante fuerte, atacar Rivendel. Pero para impedir que el Este tratara de recuperar las tierras de Angmar y los pasos septentrionales de las montañas, ahora sólo contaban los Enanos de las Colinas de Hierro. Y más allá se extendía la desolación del Dragón. Sauron podría utilizar al Dragón con espantosas consecuencias. ¿Cómo entonces eliminar a Smaug?

Justo cuando Gandalf estaba sentado y pensando en todo esto, se le acercó Thorin y le dijo: —Señor Gandalf, sólo os conozco de vista, pero me gustaría conversar con vos. Porque últimamente habéis visitado a menudo mis pensamientos, como si estuviera obligado a buscaros. En verdad, así lo habría hecho si hubiera sabido dónde estabais.

Gandalf lo miró con asombro. —Esto es extraño, Thorin Escudo de Roble —dijo—. Porque también yo he pensado en ti; y aunque ahora voy a la Comarca, no olvidaba que ese camino conduce también a tus palacios.”

(Apéndices deEl Señor de los Anillos‘. Apéndice A: Anales de los Reyes y Gobernantes. III: El Pueblo de Durin)

 

Año 3019 de la Tercera Edad del Sol:

* De madrugada, Frodo y Sam escapan de la Torre de Cirith Ungol disfrazados de orcos y empiezan su viaje hacia el norte por el Morgai.

* Antes del alba la Puerta principal de Minas Tirith es derribada y el Rey Brujo entra en la ciudad.

* Los Rohirrim llegan a Minas Tirith.

* Se libra la Batalla de los Campos del Pelennor.

* Théoden muere aplastado por Crinblanca.

* Éowyn, con la ayuda de Merry, destruye al Rey Brujo y ambos resultan heridos por el Hálito Negro.

* Los Rohirrim llevan los cuerpos de Théoden y Éowyn a Minas Tirith. En su camino se cruzan con Imrahil, quien advierte que Éowyn aún vive.

* La Compañía Gris llega al Harlond con hombres del Sur de Gondor y se despliega el estandarte de Arwen.

* Beregond salva a Faramir de la locura de su padre. Denethor se suicida en una pira funeraria. Gandalf, Beregond y Pippin llevan a Faramir a las Casas de Curación.

* De noche, Aragorn llega a las Casas de Curación para sanar a Faramir, Éowyn y Merry.

* Thranduil rechaza a las fuerzas de Dol Guldur en la Batalla Bajo los Árboles en el Bosque Negro.

* Segundo ataque a Lórien.

* Un ejército de Orientales ataca Valle y comienza la Batalla de la Ciudad de Valle.

 

Frodo y Sam disfrazados de Orcos en Cirith Ungol, según Karin Brouwer

(Frodo y Sam disfrazados de Orcos en Cirith Ungol, según Karin Brouwer [Por desgracia no podemos poneros ningún enlace a la obra de esta artista, ya que su galería se encontraba en el portal Elfwood que cerró en 2016])

“—Las prendas de Morgul, las de los hombres de Gorbag, nos habrían sentado mejor y eran de más calidad —dijo Sam—; pero hubiera sido peligroso andar por Mordor con las insignias de esa gente, después de los problemas que hubo aquí. Bien, ahí tiene, señor Frodo. Un perfecto orco pequeño, si me permite el atrevimiento, o lo parecería de verdad si pudiésemos cubrirle la cara con una máscara, estirarle los brazos y hacerlo patizambo. Con esto disimulará algunas fallas del disfraz. —Le puso sobre los hombros un amplio capote negro.— ¡Ya está pronto! A la salida podrá escoger un escudo.

—¿Y tú, Sam? ¿No dijiste que iríamos vestidos los dos iguales?

—Bueno, señor Frodo, he estado reflexionando —dijo Sam—. No es conveniente que deje mis cosas aquí, pero tampoco podemos destruirlas. Y no me puedo poner una malla de orco encima de todas mis ropas, ¿no? Tendré que encapucharme de la cabeza a los pies.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Sexto, capítulo 1: La torre de Cirith Ungol).

 

(Grimbold, según el artista estadounidense Lucas Durham)

“—¡Éomer, hijo mío! Tú irás a la cabeza del primer éored —dijo Théoden—, que marchará en el centro detrás del estandarte real. Elfhelm, conduce a tu compañía hacia la derecha cuando hayamos pasado el muro. Y que Grimbold lleve la suya hacia la izquierda. Las compañías restantes seguirán a estas tres primeras, a medida que vayan llegando. Y allí donde encontréis hordas de enemigos, atacad. Otros planes no podemos hacer, pues ignoramos aún cómo están las cosas en el campo. ¡Adelante ahora, y que no os arredre la oscuridad!

La primera compañía partió tan rápidamente como pudo, pues pese a lo augurado por Wídfara la oscuridad era todavía profunda. Merry iba montado en la grupa del caballo de Dernhelm, y mientras se sostenía con la mano izquierda, con la otra procuraba desenvainar la espada. Ahora sentía en carne viva cuánto había de verdad en las palabras del rey: ‘¿Qué harías tú, Meriadoc, en semejante batalla?’ —Lo que estoy haciendo, ni más ni menos —se dijo—: convertirme en un estorbo para un jinete, ¡y tratar de mantenerme en la silla y no morir aplastado bajo los cascos!.

Una distancia de apenas una legua los separaba del sitio donde antes se alzaban las murallas, y poco les llevó recorrerlas: demasiado poco para el gusto de Merry. Hubo gritos salvajes y algún ruido de armas, pero la escaramuza fue breve. Los orcos en actividad alrededor de las murallas eran poco numerosos, y tomados por sorpresa fue fácil abatirlos, o al menos obligarlos a retroceder. Ante la puerta en ruinas del norte del Rammas, el rey ordenó un nuevo alto. Tras él, y flanqueándolo por ambos lados, se detuvo el primer éored. Dernhelm continuaba cabalgando a pocos pasos del rey, pese a que la compañía de Elfhelm se había desviado a la derecha. Los hombres de Grimbold fueron hacia el este y un poco más lejos penetraron por una brecha en el muro.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 5: La cabalgata de los Rohirrim).

 

Grond, según Stephen Hickman

(Grond, según el artista estadounidense Stephen Hickman)

“Batieron y redoblaron los tambores. En una fuerte embestida, unas manos enormes empujaron a Grond hacia adelante. Llegó a la Puerta. Se sacudió. Un gran estruendo resonó en la Ciudad, como un trueno que corre por las nubes. Pero las puertas de hierro y los montantes de acero resistieron el golpe.

Entonces el Capitán Negro se irguió sobre los estribos y gritó, con una voz espantosa, pronunciando en alguna lengua olvidada palabras de poder y terror, destinadas a lacerar los corazones y las piedras.

Tres veces gritó. Tres veces retumbó contra la Puerta el gran ariete. Y al recibir el último golpe, la Puerta de Gondor se rompió. Como al conjuro de algún maleficio siniestro, estalló y voló por el aire; hubo un relámpago enceguecedor, y las batientes cayeron al suelo rotas en mil pedazos.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 4: El Sitio de Gondor).

 

Frodo y Sam huyen de Cirith Ungol, según Benedykt Szneider

(Frodo y Sam huyen de Cirith Ungol, según el artista polaco Benedykt Szneider)

“Sam apenas alcanzó a esconder el frasco en el pecho.

—¡Corra, señor Frodo! —gritó—. ¡No, por ahí no! Del otro lado del muro hay un precipicio. ¡Sígame!

Huyeron camino abajo y se alejaron de la puerta. Unos cincuenta pasos más adelante, la senda contorneó uno de los bastiones del risco, y los ocultó a los ojos de la Torre. Por el momento estaban a salvo. Se agazaparon contra las rocas y respiraron llevándose las manos al pecho. Posado ahora en lo alto del muro junto a la puerta en ruinas, el Nazgûl lanzaba sus gritos funestos. Los ecos retumbaban entre los riscos.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Sexto, capítulo 2: El País de la Sombra).

 

(Gandalf y el Rey Brujo, según Douglas Beekman)

“El Señor de los Nazgûl entró a caballo en la Ciudad. Una gran forma negra recortada contra las llamas, agigantándose en una inmensa amenaza de desesperación. Así pasó el Señor de los Nazgûl bajo la arcada que ningún enemigo había franqueado antes, y todos huyeron ante él.

Todos menos uno. Silencioso e inmóvil, aguardando en el espacio que precedía a la Puerta, estaba Gandalf montado en Sombragrís; Sombragrís que desafiaba el terror, impávido, firme como una imagen tallada en Rath Dínen, único entre los caballos libres de la tierra.

—No puedes entrar aquí —dijo Gandalf, y la sombra se detuvo—. ¡Vuelve al abismo preparado para ti! ¡Vuelve! ¡Húndete en la nada que te espera, a ti y a tu Amo! ¡Vete!

El Jinete Negro se echó hacia atrás la capucha, y todos vieron con asombro una corona real; pero ninguna cabeza visible la sostenía. Las llamas brillaban, rojas, entre la corona y los hombros anchos y sombríos envueltos en la capa. Una boca invisible estalló en una risa sepulcral.

—¡Viejo loco! —dijo—. ¡Viejo loco! Ha llegado mi hora. ¿No reconoces a la Muerte cuando la ves? ¡Muere y maldice en vano! —Y al decir esto levantó en alto la hoja, y del filo brotaron unas llamas.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 4: El Sitio de Gondor).

 

(La última carga de Théoden, según el artista danés Adrian Bara)

“Como al conjuro de aquel ruido atronador, la figura encorvada del rey se enderezó súbitamente. Y otra vez se lo vio en la montura alto y orgulloso; e irguiéndose sobre los estribos gritó, con una voz más fuerte y clara que la que oyera jamás ningún mortal:

¡De pie, de pie, Jinetes de Théoden!
Un momento cruel se avecina: ¡fuego y matanza!
Trepidarán las lanzas, volarán en añicos los escudos,
¡un día de la espada, un día rojo, antes que llegue el alba!
¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!

Y al decir esto, tomó un gran cuerno de las manos de Guthláf, el portaestandarte, y lo sopló con tal fuerza que el cuerno se quebró. Y al instante se elevaron juntas las voces de todos los cuernos del ejército, y el sonido de los cuernos de Rohan en esa hora fue como una tempestad sobre la llanura y como un trueno en las montañas.

¡Galopad ahora, galopad! ¡A Gondor!”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 5: La cabalgata de los Rohirrim).

 

(Nazgûl en la torre de Cirith Ungol, según el artista inglés Alan Lee)

“En una carrera desesperada, Frodo y Sam llegaron al puente, pero ya antes de cruzar comenzaron a oír los gritos y la algarabía. A lo lejos, a espaldas de ellos, asomaba en la cresta la Torre de Cirith Ungol, y las piedras centelleaban ahora con un fulgor mortecino. De improviso la campana discordante tañó otra vez. Sonaron los cuernos. Y del otro lado de la cabecera del puente llegaron los clamores de respuesta. Allá abajo, en la hondonada sombría, oculta a los fulgores moribundos del Orodruin, no veían nada, pero oían ya las pisadas de unas botas de hierro, y allá arriba en el camino resonaba el repiqueteo de unos cascos.

—¡Pronto, Sam! ¡Saltemos! —gritó Frodo. Se arrastraron hasta el parapeto bajo del puente. Por fortuna, ya no había peligro de que se despeñaran, pues las laderas del Morgai se elevaban casi hasta el nivel del camino; pero había demasiada oscuridad para que pudieran estimar la profundidad del precipicio.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Sexto, capítulo 2: El País de la Sombra).

 

(Carga de los Rohirrim en el Pelennor, según el artista noruego Even Mehl Amundsen)

“Pues llegaba la mañana, la mañana y un viento del mar; y ya se disipaban las tinieblas; y los hombres de Mordor gemían, y conocían el pánico, y huían y morían, y los cascos de la ira pasaban sobre ellos. Y de pronto los ejércitos de Rohan rompieron a cantar, y cantaban mientras mataban, pues el júbilo de la batalla estaba en todos ellos, y los sonidos de ese canto que era hermoso y terrible llegaron aun a la Ciudad.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 5: La cabalgata de los Rohirrim).

 

Gandalf el Blanco, según John Howe

(Gandalf el Blanco, según el artista canadiense John Howe)

“—He de ir —dijo—. El Jinete Negro está allí fuera, y todavía puede llevarnos a la ruina. No tengo tiempo.

—¡Pero Faramir! —gritó Pippin—. No está muerto, y si nadie los detiene lo quemarán vivo.

—¿Lo quemarán vivo? —dijo Gandalf—. ¿Qué historia es ésa? ¡Habla, rápido!

—Denethor ha ido a las Tumbas —explicó Pippin—, y ha llevado a Faramir. Y dice que todos moriremos quemados en las hogueras, pero que él no esperará, y ha ordenado que preparen una pira y lo inmolen, junto con Faramir. Y ha enviado en busca de leña y aceite. Yo se lo he dicho a Beregond, pero no creo que se atreva a abandonar su puesto, pues está de guardia. Y de todas maneras ¿qué podría hacer? —Así, a los borbotones, mientras se empinaba para tocar con las manos trémulas la rodilla de Gandalf, contó Pippin la historia.— ¿No puedes salvar a Faramir?

—Tal vez sí —dijo Gandalf—, pero entonces morirán otros, me temo. Y bien, tendré que ir, si nadie más puede ayudarlo. Pero esto traerá males y desdichas. Hasta en el corazón de nuestra fortaleza tiene el Enemigo armas para golpearnos: porque esto es obra del poder de su voluntad.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

(La Cabalgata de los Rohirrim, según el artista inglés Graham Twyford)

“Théoden Rey de la Marca había llegado al camino que iba de la Puerta al Río; de allí había marchado a la Ciudad, distante ahora menos de una milla. Moderando el galope del caballo, buscó nuevos enemigos, y los caballeros de la escolta lo rodearon, y entre ellos estaba Dernhelm. Un poco más adelante, en las cercanías de los muros, los hombres de Elfhelm luchaban entre las máquinas de asedio, matando enemigos, traspasándolos con las lanzas, empujándolos hacia las trincheras de fuego. Casi toda la mitad norte de Pelennor estaba ocupada por los Rohirrim, y los campamentos ardían, y los orcos huían en dirección al Río como manadas de animales salvajes perseguidas por cazadores; y los hombres de Rohan galopaban libremente, a lo largo y a lo ancho de los campos. Sin embargo, no habían desbaratado aún el asedio, ni reconquistado la Puerta.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Gandalf y Pippin llegan a los Recintos Sagrados, según el artista canadiense Ted Nasmith)

“De improviso el silencio se rompió y oyeron abajo gritos y espadas que se entrechocaban: ruidos que nunca habían resonado en los recintos sagrados desde la construcción de la Ciudad. Llegaron por fin al Rath Dínen y fueron rápidamente hacia la Casa de los Senescales, que se alzaba en el crepúsculo bajo la alta cúpula.

—¡Deteneos! ¡Deteneos! —gritó Gandalf, precipitándose hacia la escalera de piedra que llevaba a la puerta—. ¡Acabad esta locura!

Porque allí, en la escalera, con antorchas y espadas en la mano, estaban los servidores de Denethor, y en el peldaño más alto, vistiendo el negro y plata de la Guardia, se erguía Beregond, y él solo defendía la puerta. Ya dos de los hombres habían caído bajo los golpes de la espada de Beregond, profanando con sangre el santuario; y los otros lo maldecían, tildándolo de descastado y de traidor al rey.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

(Théoden acaba con el capitán de los Haradrim, según el artista estadounidense Michael Kaluta)

“Sólo entonces reparó Théoden en la presencia del Capitán Negro; sin esperar el ataque, azuzó con un grito a Crinblanca y salió al paso de su adversario. Terrible fue el fragor de aquel encuentro. Pero la furia blanca de los Hombres del Norte era la más ardiente, y sus caballeros más hábiles con las largas lanzas, y despiadados. Como el fuego del rayo en un bosque, irrumpieron entre las filas de los Sureños abriendo grandes brechas. En medio de la refriega luchaba Théoden hijo de Thengel, y la lanza se le rompió en mil pedazos cuando abatió al capitán enemigo. Atravesó con la espada desnuda el estandarte, golpeando al mismo tiempo asta y jinete, y la serpiente negra se derrumbó.

Entonces todos los sobrevivientes de la caballería enemiga dieron media vuelta y huyeron lejos.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Théoden y el Rey Brujo, según el artista canadiense John Howe)

“La nueva mañana fue quitada del cielo. Las tinieblas cayeron alrededor. Los caballos gritaban, encabritados. Los Jinetes arrojados de las sillas se arrastraban por el suelo.

—¡A mí! ¡A mí! —gritó Théoden—. ¡De pie, Eorlingas! ¡No os amedrente la oscuridad! —Pero Crinblanca, enloquecido de terror, se había levantado sobre las patas, luchaba con el aire, y de pronto, con un grito desgarrador, se desplomó de flanco: un dardo negro lo había traspasado. Y el rey cayó debajo de él.

Rápida como una nube de tormenta descendió la Sombra. Y se vio entonces que era una criatura alada: un ave quizá, pero más grande que cualquier ave conocida; y parecía desnuda, pues no tenía plumas.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Gandalf y Pippin salvan a Faramir, según la artista polaca Katarzyna Chmiel-Gugulska)

“Gandalf reveló entonces la fuerza oculta que había en él, como la luz de poder que ocultaba bajo el manto gris. Se encaramó de un salto sobre las pilas de leña, y levantando al enfermo saltó otra vez al suelo; y con Faramir en los brazos fue hacia la puerta. Y mientras lo llevaba Faramir se quejó en sueños, y llamó a su padre.

Denethor se sobresaltó como alguien que despierta de un trance, y el fuego se le apagó en los ojos, y lloró; y dijo:

—¡No me quites a mi hijo! Me llama.

—Te llama, sí —dijo Gandalf—, pero aún no puedes acudir a él. Porque ahora en el umbral de la muerte necesita ir en busca de curación, y quizá no la encuentre. Tu sitio, en cambio, está en la batalla de tu Ciudad, donde acaso la muerte te espera. Y tú lo sabes, en lo profundo de tu corazón.

—Ya no despertará nunca más —dijo Denethor—. Es en vano la batalla. ¿Para qué desearíamos seguir viviendo? ¿Por qué no partir juntos hacia la muerte?”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

(Éowyn y el Rey Brujo, según el artista estadounidense Chris Rahn)

“De improviso, en medio de aquella oscuridad que le ocupaba la mente, creyó oír la voz de Dernhelm; pero le sonó extraña, como si le recordase la de alguien que conocía.

—¡Vete de aquí, dwimmerlaik, señor de la carroña! ¡Deja en paz a los muertos!

Una voz glacial le respondió: —¡No te interpongas entre el Nazgûl y su presa! No es tu vida lo que arriesgas perder si te atreves a desafiarme; a ti no te mataré: te llevaré conmigo muy lejos, a las casas de los lamentos, más allá de todas las tinieblas, y te devorarán la carne, y te desnudarán la mente, expuesta a la mirada del Ojo Sin Párpado.

Se oyó el ruido metálico de una espada que salía de la vaina.

—Haz lo que quieras; mas yo lo impediré, si está en mis manos.

—¡Impedírmelo! ¿A mí? Estás loco. ¡Ningún hombre viviente puede impedirme nada!

Lo que Merry oyó entonces no podía ser más insólito para esa hora: le pareció que Dernhelm se reía, y que la voz límpida vibraba como el acero.

—¡Es que no soy ningún hombre viviente! Lo que tus ojos ven es una mujer. Soy Éowyn hija de Éomund. Pretendes impedir que me acerque a mi señor y pariente. ¡Vete de aquí si no eres una criatura inmortal! Porque vivo o espectro oscuro, te traspasaré con mi espada si lo tocas.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Denethor, según el artista canadiense John Howe)

“Entonces, de improviso, Denethor rompió a reír. De nuevo se irguió, alto y orgulloso, y volviendo a la mesa con paso rápido tomó de ella la almohada en que había apoyado la cabeza. Y mientras iba hacia la puerta le quitó la mantilla que la cubría, y todos pudieron ver lo que llevaba en las manos: ¡una palantír!. Y cuando levantó la Piedra en alto, tuvieron la impresión de que una llama empezaba a arder en el corazón de la esfera; y el rostro enflaquecido del Senescal, iluminado por aquel resplandor rojizo, les pareció como esculpido en piedra dura, perfilado y de sombras negras: noble, altivo y terrible. Y los ojos le relampagueaban.

—¡Orgullo y desesperación! —gritó—. ¿Creíste por ventura que estaban ciegos los ojos de la Torre Blanca? No, Loco Gris, he visto más cosas de las que tú sabes. Pues tu esperanza sólo es ignorancia. ¡Ve, afánate en curar! ¡Parte a combatir! Vanidad. Quizá triunfes un momento en el campo, por un breve día. Mas contra el Poder que ahora se levanta no hay victoria posible. Porque el dedo que ha extendido hasta esta Ciudad no es más que el primero de la mano. Ya todo el Este está en movimiento. Hasta el viento de tu esperanza te ha engañado: en este instante empuja por el Anduin y aguas arriba una flota de velámenes negros. El Oeste ha caído. Y para aquellos que no quieren convenirse en esclavos, ha llegado la hora de partir.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

(Éowyn y el Rey Brujo, según el artista francés David Demaret)

“Pero el yelmo que ocultaba el secreto de Éowyn había caído, y los cabellos sueltos de oro pálido le resplandecían sobre los hombros. La mirada de los ojos grises como el mar era dura y despiadada, pero había lágrimas en las mejillas. La mano esgrimía una espada, y alzando el escudo se defendía de la horrenda mirada del enemigo.

Era Éowyn y también era Dernhelm. Y el recuerdo del rostro que había visto en El Sagrario a la hora de la partida reapareció una vez más en la mente del hobbit: el rostro de alguien que ha perdido toda esperanza y busca la muerte. Y sintió piedad, y asombro; y de improviso, el coraje de los de su raza, lento en encenderse, volvió a mostrarse en él. Apretó los puños. Tan hermosa, tan desesperada, Éowyn no podía morir. En todo caso no iba a morir a solas, sin ayuda.

El enemigo no lo miraba, pero Merry, no se atrevía a moverse temiendo que los ojos asesinos lo descubrieran. Lenta, muy lentamente, se arrastró a un lado; pero el Capitán Negro, movido por la duda y la malicia, sólo miraba a la mujer que tenía delante, y a Merry no le prestó más atención que a un gusano en el fango.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

Beregond se interpone entre Denethor y Faramir, según Anke Katrin Eißmann

(Beregond se interpone entre Denethor y Faramir, según la artista alemana Anke Katrin Eißmann)

“—¿Qué querrías entonces —dijo Gandalf—, si pudieras hacer tu voluntad?

—Querría que las cosas permanecieran tal como fueron durante todos los días de mi vida —respondió Denethor—, y en los días de los antepasados que vinieron antes: ser el Señor de la Ciudad y gobernar en paz, y dejarle mi sitial a un hijo mío, un hijo que fuera dueño de sí mismo y no el discípulo de un mago. Pero si el destino me niega todo esto, entonces no quiero nada: ni una vida degradada, ni un amor compartido, ni un honor envilecido.

—A mí no me parece que devolver con lealtad un cargo que le ha sido confiado sea motivo para que un Senescal se sienta empobrecido en el amor y el honor —replicó Gandalf—. Y al menos no privarás a tu hijo del derecho a elegir, en un momento en que su muerte es todavía incierta.

Al oír estas palabras los ojos de Denethor volvieron a relampaguear, y poniéndose la Piedra bajo el brazo, sacó un puñal y se acercó a grandes pasos al féretro. Pero Beregond se adelantó de un salto, irguiéndose entre Denethor y Faramir.

—¡Ah, eso era! —gritó Denethor—. Ya me habías robado la mitad del corazón de mi hijo. Ahora me robas también el corazón de mis súbditos, y así ellos podrán arrebatarme a mi hijo para siempre. Pero en algo al menos no podrás desafiar mi voluntad: decidir mi propio fin.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

(Éowyn y el Rey Brujo, según el artista argentino Gonzalo Kenny)

“De pronto, la bestia horripilante batió las alas, levantando un viento hediondo. Subió en el aire, y luego se precipitó sobre Éowyn, atacándola con el pico y las garras abiertas.

Tampoco ahora se inmutó Éowyn: doncella de Rohan, descendiente de reyes, flexible como un junco pero templada como el acero, hermosa pero terrible. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal. Y cuando la espada cortó el cuello extendido, la cabeza cayó como una piedra, y la mole del cuerpo se desplomó con las alas abiertas. Éowyn dio un salto atrás.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

 

(Éowyn y el Rey Brujo, según el artista estadounidense Adam Schumpert)

“El Jinete Negro emergió de la carroña, alto y amenazante. Con un grito de odio que traspasaba los tímpanos como un veneno, descargó la maza. El escudo se quebró en muchos pedazos, y Éowyn vaciló y cayó de rodillas: tenía el brazo roto. El Nazgûl se abalanzó sobre ella como una nube; los ojos le relampaguearon, y otra vez levantó la maza, dispuesto a matar.

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

La pira de Denethor, según Robert Chronister

(La pira de Denethor, según Robert Chronister)

“De un salto Denethor subió a la mesa, y de pie, entre el fuego y el humo, recogió del suelo el cetro de la Senescalía, y apoyándolo contra la rodilla lo partió en dos. Y arrojando los fragmentos en la hoguera se inclinó y se tendió sobre la mesa, mientras con ambas manos apretaba contra el pecho la palantír. Y se dice que desde entonces, todos aquellos que escudriñaban la Piedra, a menos que tuvieran una fuerza de voluntad capaz de desviarla hacia algún otro propósito, sólo veían dos manos arrugadas y decrépitas que se consumían entre las llamas.

Gandalf, horrorizado y consternado, volvió la cabeza y cerró la puerta. Y mientras los que habían quedado fuera oían el rugido de las llamas dentro de la casa, Gandalf permaneció un momento inmóvil en el umbral, en silencio. De pronto, Denethor lanzó un grito horripilante, y ya nunca habló, ni ningún mortal volvió a verlo en el mundo de los vivos.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

(Éowyn y Merry destruyen al Rey Brujo, según el artista galés Stephen Graham Walsh)

“Pero de pronto se tambaleó también él, y con un alarido de dolor cayó de bruces, y la maza, desviada del blanco, fue a morder el polvo del terreno. Merry lo había herido por la espalda. Atravesando el manto negro, subiendo por el plaquín, la espada del hobbit se había clavado en el tendón detrás de la poderosa rodilla.

—¡Éowyn! ¡Éowyn! —gritó Merry.

Entonces Éowyn, trastabillando, había logrado ponerse de pie una vez más, y juntando fuerzas había hundido la espada entre la corona y el manto, cuando ya los grandes hombros se encorvaban sobre ella. La espada chisporroteó y voló por los aires hecha añicos. La corona rodó a lo lejos con un ruido de metal. Éowyn cayó de bruces sobre el enemigo derribado. Mas he aquí que el manto y el plaquín estaban vacíos. Ahora yacían en el suelo, despedazados y en un montón informe; y un grito se elevó por el aire estremecido y se transformó en un lamento áspero, y pasó con el viento, una voz tenue e incorpórea que se extinguió, y fue engullida, y nunca más volvió a oírse en aquella era del mundo.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Frodo y Sam en Mordor, según el artista estadounidense Donato Giancola)

“Bajo las orlas del palio lúgubre, una luz tenue se filtraba en Mordor como un amanecer pálido a través de las ventanas sucias de una prisión.

—¡Mire, señor Frodo! —dijo Sam—. ¡Mire! El viento ha cambiado. Algo ocurre. No se va a salir del todo con la suya. Allá en el mundo la oscuridad se desvanece. ¡Me gustaría saber qué está pasando!

Era la mañana del decimoquinto día de marzo, y en el Valle del Anduin el Sol asomaba por encima de las sombras del este, y soplaba un viento del sudoeste. En los Campos del Pelennor, Théoden yacía moribundo.

Mientras Frodo y Sam observaban inmóviles el horizonte, la cinta de luz se extendió a lo largo de las crestas de los Ephel Dúath; y de pronto una forma rápida apareció en el oeste, al principio apenas una mancha negra en la franja luminosa de las cumbres, pero en seguida creció, y atravesando como una flecha el manto de oscuridad, pasó muy alto por encima de ellos. Al alejarse lanzó un chillido agudo y penetrante: la voz de un Nazgûl; pero este grito ya no los asustaba: era un grito de dolor y de espanto, malas nuevas para la Torre Oscura. La suerte del Señor de los Espectros del Anillo estaba echada.

—¿Qué le dije? ¡Algo está ocurriendo! —gritó Sam—. «La guerra marcha bien», dijo Shagrat; pero Gorbag no estaba tan seguro. Y también en eso tenía razón. Parece que las cosas mejoran, señor Frodo. ¿No se siente más esperanzado ahora?”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Sexto, capítulo 2: El País de la Sombra).

 

Merry se despide de Théoden, según Francesco Amadio

(Merry se despide de Théoden, según el artista italiano Francesco Amadio)

“Merry se inclinó, y en el momento en que tomaba la mano del rey para besársela, Théoden abrió los ojos, que aún estaban límpidos, y habló con una voz fatigada pero serena.

—¡Adiós, señor Holbytla! —dijo—. Tengo el cuerpo deshecho. Voy a reunirme con mis padres. Pero ahora ni aun en esa soberbia compañía me sentiré avergonzado. ¡Abatí a la serpiente negra! ¡Un amanecer siniestro, un día feliz, y un crepúsculo de oro!

Merry no podía decir una palabra y no dejaba de llorar.

—Perdonadme, señor —logró decir al fin—, por haber desobedecido vuestra orden, y por no haberos prestado otro servicio que llorar en la hora de la despedida.

El viejo rey sonrió: —No te preocupes. Ya has sido perdonado. Que el magnánimo hable en nosotros. Vive ahora años de bendiciones; y cuando te sientes en paz a fumar tu pipa ¡acuérdate de mí!”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Batalla de los Campos del Pelennor, según el artista inglés Alan Lee)

“Merry levantó la cabeza y miró en derredor; se había olvidado de la guerra, y del resto del mundo; tenía la impresión de que habían pasado muchas horas desde que el rey cabalgara al encuentro de la muerte, cuando en realidad todo había ocurrido pocos minutos antes. Pero en ese momento cayó en la cuenta de que corrían el riesgo de quedar atrapados en medio de la gran batalla que no tardaría en comenzar.

Nuevas huestes enemigas llegaban presurosas desde el Río; y desde los muros avanzaban los ejércitos de Morgul; y más al sur desde los campos, la infantería de Harad, precedida por la caballería y seguida por los mûmakil de lomos gigantescos que transportaban torres de guerra. Pero, en el norte, una vez más reunida y reorganizada por Éomer, detrás del penacho blanco de su cimera, avanzaba la gran vanguardia de los Rohirrim; y desde la Ciudad descendían todos los hombres que habían quedado dentro; llevaban el cisne de plata de Dol Amroth, y dispersaron a los enemigos que custodiaban la Puerta.

Un pensamiento cruzó un instante por la mente de Merry: —¿Dónde anda Gandalf? ¿Por qué no está aquí? ¿No podría haber salvado al rey y a Éowyn?”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Éomer, según el artista canadiense John Howe)

“Théoden abrió lentamente los ojos, y al ver el estandarte indicó con una seña que se lo entregaran a Éomer.

—¡Salve, Rey de la Marca! —dijo—. ¡Marcha ahora a la victoria! ¡Llévale mis adioses a Éowyn! —Y así murió Théoden sin saber que Éowyn yacía a su lado. Y quienes lo rodeaban lloraron, clamando:— ¡Théoden Rey! ¡Théoden Rey!

Pero Éomer les dijo:

¡No derraméis excesivas lágrimas! Noble fue en vida el caído
y tuvo una muerte digna. Cuando el túmulo se levante,
llorarán las mujeres. ¡Ahora la guerra nos reclama!

Sin embargo, Éomer mismo lloraba al hablar.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Gandalf, según el artista estadounidense Jef Murray)

“Pero el semblante de Gandalf tenía un aire grave y entristecido; y rogando a Beregond y Pippin que entrasen a Faramir a las Casas de Curación, subió al muro más cercano; y allí, enhiesto, mirando en lontananza a la luz del nuevo sol, parecía una estatua esculpida en piedra blanca. Y mirando así, y por los poderes que le habían sido dados, supo todo lo que había acontecido; y cuando Éomer se separó del frente de batalla y se detuvo junto a los que yacían en el campo, Gandalf suspiró, y ciñéndose la capa se alejó de los muros. Y cuando Beregond y Pippin volvían de las Casas, lo encontraron de pie y pensativo delante de la puerta.

Durante un rato, mientras lo miraban, siguió en silencio. Pero al fin habló. —Amigos —dijo—, ¡y todos vosotros, habitantes de esta Ciudad y de las tierras del Oeste! Hoy han ocurrido hechos muy dolorosos y a la vez memorables, que la fama no olvidará. ¿Habremos de llorar o de regocijarnos? El Capitán enemigo ha sido destruido contra toda esperanza, y lo que habéis oído es el eco de su desesperación final. No obstante, no ha partido sin dejar dolores y pérdidas amargas. Pérdidas que si Denethor no hubiera enloquecido, yo habría podido impedir. ¡Tan largo es el brazo del Enemigo! Ay, pero ahora entiendo cómo su voluntad pudo invadir el corazón mismo de la Ciudad.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 7: La pira de Denethor).

 

Éomer, según Magali Villeneuve

(Éomer, según la artista francesa Magali Villeneuve)

“Una palidez cadavérica le cubrió el rostro, y una furia mortal se alzó en él, y por un momento no pudo decir nada. Parecía que había perdido la razón.

—¡Éowyn, Éowyn! —gritó al fin—. ¡Éowyn! ¿Cómo llegaste aquí? ¿Qué locura es ésta, qué artificio diabólico? ¡Muerte, muerte, muerte! ¡Que la muerte nos lleve a todos!

Entonces, sin consultar a nadie, sin esperar la llegada de los hombres de la Ciudad, montó y volvió al galope hacia la vanguardia del gran ejército, hizo sonar un cuerno y dio con fuertes gritos la orden de iniciar el ataque. Clara resonó la voz de Éomer a través del campo: —¡Muerte! ¡Galopad, galopad hacia la ruina y el fin del mundo!”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Déorwine en el Pelennor, según el artista polaco Aleksander Karcz)

“Varios hombres levantaron al rey, y tendiendo mantas sobre las varas de las lanzas, improvisaron unas angarillas para transportarlo a la Ciudad; otros recogieron con delicadeza el cuerpo de Éowyn y siguieron al cortejo. Mas no pudieron retirar del campo a todos los hombres de la casa del rey, pues eran siete los caídos en la batalla, entre ellos Déorwine el jefe de la escolta. Entonces, agrupándolos lejos de los cadáveres de los enemigos y la bestia abominable, los rodearon con una empalizada de lanzas. Y más tarde, cuando todo hubo pasado, regresaron y encendieron una gran hoguera y quemaron la carroña de la bestia; pero para Crinblanca cavaron una tumba, y pusieron sobre ella una lápida con un epitafio grabado en las lenguas de Gondor y de la Marca:

Fiel servidor y perdición del amo.

Hijo de Piesligeros, el rápido Crinblanca.

Verde y alta creció la hierba sobre el túmulo de Crinblanca, pero el sitio donde incineraron el cadáver de la bestia estuvo siempre negro y desnudo.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Príncipe Imrahil, según el artista canadiense John Howe)

“El príncipe se apeó del caballo, y arrodillándose junto a las parihuelas improvisadas, rindió homenaje al rey y a su heroísmo; y lloró. Y al levantarse, vio de pronto a Éowyn, y la miró estupefacto.

—¿No es una mujer? —exclamó—. ¿Acaso las mujeres de los Rohirrim han venido también a la guerra, a prestarnos ayuda?

—¡Nada de eso! —le respondieron—. Sólo una ha venido. Es la Dama Éowyn, hermana de Éomer; y hasta este momento ignorábamos que estuviese aquí, y lo deploramos amargamente.

Entonces el príncipe, al verla tan hermosa, pese a la palidez del rostro frío, le tomó la mano y se inclinó para mirarla más de cerca.

—¡Hombres de Rohan! —gritó—. ¿No hay un médico entre vosotros? Está herida, tal vez de muerte, pero creo que todavía vive. —Le acercó a los labios fríos el brazal brillante y pulido de la armadura, y he aquí que una niebla tenue y apenas visible empañó la superficie bruñida.

«Ahora —dijo— tenemos que darnos prisa —y ordenó a uno de los hombres que corriera a la Ciudad en busca de socorro. Pero él mismo se despidió de los caídos con una reverencia, y volviendo a montar partió al galope hacia el campo de batalla.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Batalla de los Campos del Pelennor, según el artista polaco Andrzej Grzechnik)

“Al pie de los muros del sur, la infantería de Gondor atacaba a las legiones de Morgul que aún seguían apiñadas allí. Pero la caballería galopaba hacia el este en auxilio de Éomer: Húrin el Alto, Guardián de las Llaves, y el Señor de Lossarnach, e Hirluin de las Colinas Verdes, y el Príncipe Imrahil el hermoso rodeado por todos sus caballeros.

En verdad, esta ayuda no les llegaba a los Rohirrim antes de tiempo: la fortuna le había dado la espalda a Éomer; su propia furia lo había traicionado.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Mûmakil en la Batalla de los Campos del Pelennor, según la artista rusa Julia Alekseeva)

“Pero en presencia de los mûmakil los caballos se plantaban negándose a avanzar; nadie atacaba a los grandes monstruos, erguidos como torres de defensa, y en torno se atrincheraban los Haradrim. Y si al comienzo del ataque la fuerza de los Rohirrim era tres veces menor que la del enemigo, ahora la situación se había agravado: desde Osgiliath, donde las huestes enemigas se habían reunido a esperar la señal del Capitán Negro para lanzarse al saqueo de la Ciudad y la ruina de Gondor, llegaban sin cesar nuevas fuerzas. El Capitán había caído; pero Gothmog, el lugarteniente de Morgul, los exhortaba ahora a la contienda: Hombres del Este que empuñaban hachas, Variags que venían de Khand, Sureños vestidos de escarlata, y Hombres Negros que de algún modo parecían trolls llegados de la Lejana Harad, de ojos blancos y lenguas rojas. Algunos se
precipitaban a atacar a los Rohirrim por la espalda, mientras otros contenían en el oeste a las fuerzas de Gondor, para impedir que se reunieran con las de Rohan.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Corsarios de Umbar, según el artista canadiense John Howe)

“—¡Los Corsarios de Umbar! —gritaron—. ¡Los Corsarios de Umbar! ¡Mirad! ¡Los Corsarios de Umbar vienen hacia aquí! Entonces ha caído Belf alas, y también el Ethir y el Lebennin. ¡Los Corsarios ya están sobre nosotros! ¡Es el último golpe del destino!

Y algunos, sin que nadie lo mandase, pues no quedaba en la Ciudad ningún hombre que pudiera dar órdenes, corrían a las campanas y tocaban la alarma; y otros soplaban las trompetas llamando a la retirada de las tropas.

—¡Retornad a los muros! —gritaban—. ¡Retornad a los muros! ¡Volved a la Ciudad antes que todos seamos arrasados!

Pero el mismo viento que empujaba los navios se llevaba lejos el clamor de los hombres.

Los Rohirrim no necesitaban de esas llamadas y voces de alarma: demasiado bien veían con sus propios ojos los velámenes negros. Pues en aquel momento Éomer combatía a apenas una milla del Harlond, y entre él y el puerto había una compacta hueste de adversarios; y mientras tanto los nuevos ejércitos se arremolinaban en la retaguardia, separándolo del Príncipe. Y cuando miró el Río, la esperanza se extinguió en él, y maldijo el viento que poco antes había bendecido. Pero las huestes de Mordor cobraron entonces nuevos ánimos, y enardecidas por una vehemencia y una furia nuevas, se lanzaron al ataque dando gritos.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Aragorn llega a la Batalla de los Campos del Pelennor, según el artista canadiense Ted Nasmith)

“Entonces, de pronto, quedó mudo de asombro. En seguida lanzó en alto la espada a la luz del sol, y cantó al recogerla en el aire. Todos los ojos siguieron la dirección de la mirada de Éomer, y he aquí que la primera nave había enarbolado un gran estandarte, que se desplegó y flotó en el viento, mientras la embarcación viraba hacia el Harlond. Y un Árbol Blanco, símbolo de Góndor, floreció en el paño; y Siete Estrellas lo circundaban, y lo nimbaba una corona, el emblema de Elendil, que en años innumerables no había ostentado ningún señor. Y las estrellas centelleaban a la luz del sol, porque eran gemas talladas por Arwen, la hija de Elrond; y la corona resplandecía al sol de la mañana, pues estaba forjada en oro y mithril.

Así, traído de los Senderos de los Muertos por el viento del Mar, llegó Aragorn hijo de Arathorn, Elessar, heredero de Isildur al Reino de Gondor. Y la alegría de los Rohirrim estalló en un torrente de risas y en un relampagueo de espadas, y el júbilo y el asombro de la Ciudad se volcaron en fanfarrias y trompetas y en campanas al viento. Pero los ejércitos de Mordor estaban estupefactos, pues les parecía cosa de brujería que sus propias naves llegasen a puerto cargadas de enemigos; y un pánico negro se apoderó de ellos, viendo que la marea del destino había cambiado, y que la hora de la ruina estaba próxima.

Hacia el este galopaban los caballeros de Dol Amroth, empujando delante al enemigo: trolls, Variags y orcos que aborrecían la luz del sol. Y hacia el sur galopaba Éomer, y todos los que huían ante él quedaban atrapados entre el martillo y el yunque. Pues ya una multitud de hombres saltaba de las embarcaciones al muelle del Harlond e invadía el norte como una tormenta.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

Éomer y Aragorn se encuentran en los Campos del Pelennor, según Abe Papakhian

(Éomer y Aragorn se encuentran en los Campos del Pelennor, según el artista canadiense Abe Papakhian)

“Y así Éomer y Aragorn volvieron a encontrarse por fin, en la hora más reñida del combate; y apoyándose en las espadas se miraron a los ojos y se alegraron.

—Ya ves cómo volvemos a encontrarnos, aunque todos los ejércitos de Mordor se hayan interpuesto entre nosotros —dijo Aragorn—. ¿No te lo predije en Cuernavilla?

—Sí, eso dijiste —respondió Éomer—, pero las esperanzas suelen ser engañosas, y en ese entonces yo ignoraba que fueses vidente. No obstante, es dos veces bendita la ayuda inesperada, y jamás un reencuentro entre amigos fue más jubiloso. —Y se estrecharon las manos.— Ni más oportuno, en verdad —añadió Éomer—. Tu llegada no es prematura, amigo mío. Hemos sufrido grandes pérdidas y terribles pesares.

—¡A vengarlos, entonces, más que a hablar de ellos! —exclamó Aragorn; y juntos cabalgaron de vuelta a la batalla.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(Gandalf lleva a Merry y Pippin a las Casas de Curacion tras la Batalla de los Campos del Pelennor según Denis Gordeev)

“Gandalf en persona no tardó en llegar en busca de los hobbits. Se inclinó sobre Merry y le acarició la frente; luego lo levantó con delicadeza.

—Tendrían que haberlo traído a esta Ciudad con todos los honores —dijo—. Se mostró digno de mi confianza; pues si Elrond no hubiese cedido a mis ruegos, ninguno de vosotros habría emprendido este viaje, y las desdichas de este día habrían sido mucho más nefastas. —Suspiró.— Y ahora tengo un herido más a mi cargo, mientras la suerte de la batalla está todavía indecisa.

Así pues Faramir, Éowyn y Meriadoc reposaron por fin en las Casas de Curación y recibieron los mejores cuidados.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

Soldado de Gondor, según Lius Lasahido

(Soldado de Gondor, según el artista indonesio Lius Lasahido)

“Dura y agotadora fue la larga batalla que los esperaba, pues los Sureños eran temerarios y encarnizados, y feroces en la desesperación; y los del Este, recios y aguerridos, no pedían cuartel. Aquí y allá, en las cercanías de algún granero o una granja incendiados, en las lomas y montecillos, al pie de una muralla o en campo raso, volvían a reunirse y a organizarse, y la lucha no cejó hasta que acabó el día.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

La muerte de Halbarad, según MirachRavaia

(La muerte de Halbarad, según una artista eslovaca conocida como MirachRavaia)

“Extenuados más allá de la alegría y el dolor, Aragorn, Éomer e Imrahil regresaron cabalgando a la Puerta de la Ciudad: ilesos los tres por obra de la fortuna y el poder y la destreza de sus brazos; pocos se habían atrevido a enfrentarlos o desafiarlos en la hora de la cólera. Pero los caídos en el campo de batalla, heridos, mutilados o muertos eran numerosos. Las hachas enemigas habían decapitado a Forlong mientras combatía desmontado y a solas; y Duilin de Morthond y su hermano habían perecido pisoteados por los mûmakil cuando al frente de los arqueros se acercaban para disparar a los ojos de los monstruos. Ni Huirlin el Hermoso volvería jamás a Pinnath Gelin, ni Grimbold al Bosque Oscuro, ni Halbarad a las Tierras Septentrionales, montaraz de mano inflexible. Muchos fueron los caídos, caballeros de renombre o desconocidos, capitanes y soldados; porque grande fue la batalla, y ninguna historia ha narrado aún todas sus peripecias.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 6: La Batalla de los Campos del Pelennor).

 

(loreth, según el artista polaco Aleksander Karcz)

“Entonces una mujer vieja, la más anciana de las servidoras de la casa, miró el rostro hermoso de Faramir, y lloró, porque todos lo amaban. Y dijo: —¡Ay de nosotros, si llega a morir! ¡Ojalá hubiera en Gondor reyes como los de antaño, según cuentan! Porque dice la tradición: ‘Las manos del rey son manos que curan’. Así el legítimo rey podría ser reconocido.

Y Gandalf, que se encontraba cerca, dijo: —¡Que por largo tiempo recuerden los hombres tus palabras, Ioreth! Pues hay esperanza en ellas. Tal vez un rey haya retornado en verdad a Gondor: ¿No has oído las extrañas nuevas que han llegado a la Ciudad?

—He estado demasiado atareada con una cosa y otra para prestar oídos a todos los clamores y rumores —respondió Ioreth—. Sólo espero que esos demonios sanguinarios no vengan ahora a esta Casa y perturben a los enfermos”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

(Gandalf el Blanco, según el artista italiano Andrea Piparo)

“Y dijo Imrahil: —Entonces, si en un solo día Gondor y Rohan han sido privados de sus señores, habremos conquistado una victoria amarga, una victoria sin júbilo. Éomer es quien gobierna ahora a los Rohirrim. Más ¿quién regirá entre tanto los destinos de la Ciudad? ¿No habría que llamar al Señor Aragorn?

El hombre de la capa habló entonces y dijo: —Ya ha venido. —Y cuando se adelantó hasta la puerta y a la luz de la linterna, vieron que era Aragorn, y bajo la capa gris de Lórien vestía la cota de malla, y llevaba como único emblema la piedra verde de Galadriel.— Si he venido es porque Gandalf me lo pidió —dijo—. Pero por el momento soy sólo el Capitán de los Dúnedain de Arnor; y hasta que Faramir despierte, será el Señor de Dol Amroth quien gobernará en la Ciudad. Pero es mi consejo que sea Gandalf quien nos gobierne a todos en los próximos días, y en nuestros tratos con el Enemigo. —Y todos estuvieron de acuerdo.

Gandalf dijo entonces: —No nos demoremos junto a la puerta, el tiempo apremia. ¡Entremos ya! Los enfermos que yacen postrados en la Casa no tienen otra esperanza que la venida de Aragorn.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

(El Príncipe Imrahil le extrae la flecha a Faramir, según Anke Katrin Eißmann)

“—Está casi agotado —dijo Aragorn volviéndose a Gandalf—. Pero no a causa de la herida. ¡Mira, está cicatrizando! Si lo hubiera alcanzado un dardo de los Nazgûl, como tú pensabas, habría muerto esa misma noche. Esta herida viene de alguna flecha sureña, diría yo. ¿Quién se la extrajo? ¿La habéis conservado?

—Yo se la extraje —dijo Imrahil—. Y le restañé la herida. Pero no guardé la flecha, pues estábamos muy ocupados. Recuerdo que era un dardo común de los Sureños. Sin embargo, pensé que venía de la Sombra de allá arriba, pues de otro modo no podía explicarme la enfermedad y la fiebre, ya que la herida no era ni profunda ni mortal. ¿Qué explicación le das tú?

—Agotamiento, pena por el estado del padre, una herida, y ante todo el Hálito Negro —dijo Aragorn—. Es un hombre de mucha voluntad, pues ya antes de combatir en los muros exteriores había estado bastante cerca de la Sombra. La oscuridad ha de haber entrado en él lentamente, mientras combatía y luchaba por mantenerse en su puesto de avanzada. ¡Ojalá yo hubiera podido acudir antes!”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

(Athelas, según el artista canadiense John Howe)

“Por fin llegó Bergil a la carrera; traía seis hojuelas envueltas en un trozo de lienzo.

—Hojas de reyes, señor —dijo, pero no son frescas, me temo. Las habrán recogido hace unas dos semanas. Ojalá puedan servir, Señor. —Y luego, mirando a Faramir, se echó a llorar.

Aragorn le sonrió.

—Servirán —le dijo—. Ya ha pasado lo peor. ¡Serénate y descansa! —En seguida tomó dos hojuelas, las puso en el hueco de las manos, y luego de calentarlas con el aliento, las trituró; y una frescura vivificante llenó la estancia, como si el aire mismo despertase, zumbando y chisporroteando de alegría. Luego echó las hojas en las vasijas de agua humeante que le habían traído, y todos los corazones se sintieron aliviados. Pues aquella fragancia que lo impregnaba todo era como el recuerdo de una mañana de rocío, a la luz de un sol sin nubes, en una tierra en la que el mundo hermoso de la primavera es apenas una imagen fugitiva. Aragorn, se puso de pie, como reanimado, y los ojos le sonrieron mientras sostenía un tazón delante del rostro dormido de Faramir.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

Aragorn sana a Faramir, según Anke Katrin Eißmann

(Aragorn sana a Faramir, según la artista alemana Anke Katrin Eißmann)

“De pronto Faramir se movió, abrió los ojos, y miró largamente a Aragorn, que estaba inclinado sobre él; y una luz de reconocimiento y de amor se le encendió en la mirada, y habló en voz baja.

—Me has llamado, mi Señor. He venido. ¿Qué ordena mi rey?

—No sigas caminando en las sombras, ¡despierta! —dijo Aragorn—. Estás fatigado. Descansa un rato, y come, así estarás preparado cuando yo regrese.

—Estaré, Señor —dijo Faramir—. ¿Quién se quedaría acostado y ocioso cuando ha retornado el rey?

—Adiós entonces, por ahora —dijo Aragorn—. He de ver a otros que también me necesitan. —Y salió de la estancia seguido por Gandalf e Imrahil; pero Beregond y su hijo se quedaron, y no podían contener tanta alegría. Mientras seguía a Gandalf y cerraba la puerta, Pippin oyó la voz de Ioreth.

—¡El rey! ¿Lo habéis oído? ¿Qué dije yo? Las manos de un curador, eso dije. —Y pronto la noticia de que el rey se encontraba en verdad entre ellos, y que luego de la guerra traía la curación, salió de la Casa y corrió por toda la Ciudad.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

(Aragorn cura a Éowyn, según Bradley Williams)

“—¡Despierta, Éowyn, Dama de Rohan! —repitió Aragorn, y cuando le tomó la mano derecha sintió que el calor de la vida retornaba a ella—. ¡Despierta! ¡La sombra ha partido para siempre, y las tinieblas se han disipado! —Puso la mano de Éowyn en la de Éomer y se apartó del lecho.— ¡Llámala! —dijo, y salió en silencio de la estancia.

—¡Éowyn, Éowyn! —clamó Éomer en medio de las lágrimas.

Y ella abrió los ojos y dijo: —¡Éomer! ¿Qué dicha es ésta? Me decían que estabas muerto. Pero no, eran las voces lúgubres de mi sueño. ¿Cuánto tiempo he estado soñando?

—No mucho, hermana mía —respondió Éomer—. ¡Pero no pienses más en eso!

—Siento un cansancio extraño —dijo ella—. Necesito reposo. Pero dime ¿qué ha sido del Señor de la Marca? ¡Ay de mí! No me digas que también eso fue un sueño, porque sé que no lo fue. Ha muerto, tal como él lo había presagiado.

—Ha muerto, sí —dijo Éomer—, pero rogándome que le trajera un saludo de adiós a Éowyn, más amada que una hija. Yace ahora en la Ciudadela de Gondor con todos los honores.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

Merry herido tras la Batalla de los Campos del Pelennor, según SapphireGamgee

(Merry herido tras la Batalla de los Campos del Pelennor, según una artista estadounidense conocida como SapphireGamgee)

“—No temas —le dijo Aragorn—. He llegado a tiempo, he podido llamarlo. Ahora está extenuado, y dolorido, y ha sufrido un daño semejante al de la Dama Éowyn, por haber golpeado también él a ese ser nefasto. Pero son males fáciles de reparar, tan fuerte y alegre es el espíritu de tu amigo. El dolor, no lo olvidará; pero no le oscurecerá el corazón, y le dará sabiduría.

Y posando la mano sobre la cabeza de Merry, le acarició los rizos castaños, le rozó los párpados, y lo llamó. Y cuando la fragancia del athelas inundó la habitación, como el perfume de los huertos y de los brezales a la luz del sol colmada de abejas, Merry abrió de pronto los ojos y dijo:

—Tengo hambre. ¿Qué hora es?

—La hora de la cena ya pasada —dijo Pippin—; sin embargo, creo que podría traerte algo, si me lo permiten.

—Te lo permitirán, sin duda —dijo Gandalf—. Y cualquier otra cosa que este Jinete de Rohan pueda desear, si se la encuentra en Minas Tirith, donde su nombre es altamente honrado.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

(Mayoral de las Casas de Curación, según el artista italiano Paolo Puggioni)

“Aragorn y Gandalf fueron a ver al Mayoral de las Casas de Curación, y le explicaron que Faramir y Éowyn necesitaban permanecer allí y ser atendidos con cuidado aún durante muchos días.

—La Dama Éowyn —dijo Aragorn—. Pronto querrá levantarse y partir; es menester impedirlo y tratar de retenerla aquí hasta que hayan pasado por lo menos diez días.

—En cuanto a Faramir —dijo Gandalf—, pronto tendrá que enterarse de que su padre ha muerto. Pero no habrá que contarle la historia de la locura de Denethor hasta que haya curado del todo, y tenga tareas que cumplir. ¡Cuida que Beregond y el perian que presenciaron la muerte no le hablen todavía de estas cosas!

—Y el otro perian, Meriadoc, que tengo a mi cuidado ¿qué hago con él? —preguntó el Mayoral.

—Es probable que mañana esté en condiciones de levantarse un rato —dijo Aragorn—. Permíteselo, si lo desea. Podrá hacer un breve paseo, en compañía de sus amigos.

—Qué raza tan extraordinaria —dijo el Mayoral, moviendo la cabeza—. De fibra dura, diría yo.”

(‘El Señor de los Anillos. El retorno del rey‘. Libro Quinto, capítulo 8: Las Casas de Curación).

 

(Haldir de Lórien, según el artista argentino Sebastián Giacobino)

“Tres veces Lórien había sido atacada desde Dol Guldur, pero además del valor de ese pueblo élfico, el poder que había en esa tierra era demasiado grande para que alguien pudiera conquistarla, a no ser que Sauron hubiera ido allí él mismo. Aunque los hermosos bosques de las fronteras fueron tristemente dañados, se rechazaron los asaltos;”

(Apéndices de ‘El Señor de los Anillos‘. Apéndice B: La Cuenta de los Años. La Tercera Edad – Los Grandes Años).

 

(Batalla Bajo los Árboles, según la artista inglesa Soni Alcorn-Hender)

“En el Norte también había habido guerra y males. El reino de Thranduil fue invadido, y hubo una prolongada batalla bajo los árboles y una gran ruina provocada por el fuego; pero al fin Thranduil obtuvo la victoria.”

(Apéndices de ‘El Señor de los Anillos‘. Apéndice B: La Cuenta de los Años. La Tercera Edad – Los Grandes Años).

 

Batalla de la Ciudad de Valle, según Jan Pospisil

(Batalla de la Ciudad de Valle, según el artista checo Jan Pospíšil)

En el tiempo en que los grandes ejércitos sitiaban Minas Tirith, una hueste de los aliados de Sauron que venían amenazando desde hacía mucho las fronteras del Rey Brand, cruzó el Río Carnen, y Brand fue obligado a retroceder hasta Valle. Allí recibió ayuda de los Enanos de Erebor; y tuvo lugar la gran batalla al pie de las Montañas.”

(Apéndices de ‘El Señor de los Anillos‘. Apéndice B: La Cuenta de los Años. La Tercera Edad – Los Grandes Años).

 

(*) Nota importante: Aunque el Calendario de la Comarca no coincide con el calendario Gregoriano (hay una diferencia de 10 u 11 días entre uno y otro dependiendo del día en el que se celebre el solsticio de verano), hemos decidido publicar los acontecimientos según su fecha original y no adaptar las fechas a nuestro calendario (de hacerlo, el 25 de marzo del Calendario de la Comarca sería nuestro 14 ó 15 de marzo). Nos parece lo más lógico no solo para evitar confusiones sino para mantener la coherencia con el hecho de celebrar el Día Internacional de Leer a Tolkien el 25 de marzo (fecha en la que se derrotó a Sauron) y el Día Hobbit el 22 de septiembre (fecha de los cumpleaños de Bilbo y Frodo).

Imágenes relacionadas:

Esta noticia fue publicada en Mundo Tolkien y etiquetada con , , , , , , , , . Anota el permalink.

Deja una respuesta