
- Categoría: Mundo Tolkien
- Etiquetas: Año 3019 de la Tercera Edad, El Señor de los Anillos, Hoy en la Tierra Media, JRR Tolkien, La Búsqueda del Anillo, libros
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¿Qué pasó el 13 de enero en la Tierra Media creada por J.R.R. Tolkien? ¡Podéis descubrirlo aquí!
Proseguimos con nuestra sección ‘Hoy en la Tierra Media’ con una jornada en la que una compañía se defendió del ataque de unas malvadas bestias y llegó hasta las puertas de un antiguo reino abandonado, donde fue atacada por un ser maligno, y en la que la compañía inició un largo viaje en la oscuridad mientras era seguida por una misteriosa criatura. Para evitar cualquier tipo de malentendido queremos recordar que todas las fechas de esta sección se corresponden únicamente con el Calendario de la Comarca o con otros calendarios de la Tierra Media (como el Cómputo del Rey o el Cómputo de los Senescales) y no con el calendario gregoriano (ver nota), y que todas ellas proceden de ‘El Hobbit‘, ‘El Señor de los Anillos‘ (incluidos los Apéndices), los ‘Cuentos inconclusos‘ y los Manuscritos Marquette de J.R.R. Tolkien, y de otros libros de estudiosos tolkiendili como el ‘Atlas de la Tierra Media‘ de Karen Wynn Fonstad, ‘El Señor de los Anillos. Guía de lectura‘ de Wayne G. Hammond y Christina Scull, y ‘The History of The Hobbit‘ de John D. Rateliff.
Esto fue lo que ocurrió en la Tierra Media el 13 de enero, o el 13 de Postyule según el Calendario de la Comarca.
Año 3019 de la Tercera Edad del Sol:
* Los lobos atacan a la Compañía del Anillo al amanecer.
* La Compañía llega a la Puerta Oeste de Moria al caer la noche, donde es atacada por el Guardián del Agua.
* Gollum empieza a rastrear al Portador del Anillo.
(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución)
(La Compañía lucha con los lobos, por el artista inglés Michael Herring)
“Aragorn lanzó una estocada y le atravesó la garganta a un lobo enorme, uno de los jefes. Golpeando de costado, Boromir le cortó la cabeza a otro. Gimli estaba de pie junto a ellos, las piernas separadas, esgrimiendo su hacha de enano. El arco de Legolas cantaba.
A la luz oscilante del fuego pareció que Gandalf crecía de súbito: una gran forma amenazadora que se elevaba como el monumento de piedra de algún rey antiguo en la cima de una colina. Inclinándose como una nube, tomó una rama y fue al encuentro de los lobos. Las bestias retrocedieron. Gandalf arrojó al aire la tea llameante. La madera se inflamó con un resplandor blanco, como un relámpago en la noche, y la voz del mago rodó como el trueno:
—Naur an edraith ammen! Naur dan i ngaurhoth! —gritó.
Hubo un estruendo y un crujido, y el árbol que se alzaba sobre él estalló en una floración de llamas enceguecedoras. El fuego saltó de una copa a otra. Una luz resplandeciente coronó toda la colina. Las espadas y cuchillos de los defensores brillaron y refulgieron. La última flecha de Legolas se inflamó en pleno vuelo, y ardiendo se clavó en el corazón de un gran jefe lobo.
Todos los otros escaparon.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(La Compañía del Anillo llega a Moria, por el artista inglés Joe Gilronan)
“Encontraron los escalones de piedra sin dificultad, y Gimli los subió saltando, seguido por Gandalf y Frodo. Cuando llegaron a la cima vieron que por ese lado no podían ir más allá, y descubrieron las causas del secamiento del Arroyo de la Puerta. Detrás de ellos el sol poniente inundaba el fresco cielo occidental con una débil luz dorada. Ante ellos se extendía un lago oscuro y tranquilo. Ni el cielo ni el crepúsculo se reflejaban en la sombría superficie. El Sirannon había sido embalsado y las aguas cubrían el valle. Más allá de esas aguas ominosas se elevaba una cadena de riscos, finales e infranqueables, de paredes torvas y pálidas a la luz evanescente. No había signos de puerta o entrada, ni una fisura o grieta que Frodo pudiera ver en aquella piedra hostil.
—He ahí las Murallas de Moria —dijo Gandalf apuntando a través del agua—. Y allí hace un tiempo estuvo la Puerta, la Puerta de los Elfos en el extremo del camino de Acebeda, por donde hemos venido. Pero esta vía está cerrada. Nadie en la Compañía, me parece, querría nadar en estas aguas tenebrosas a la caída de la noche. Tienen un aspecto malsano.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gimli y Legolas, por el artista turco Çağlayan Kaya Göksoy)
“—¡Bueno, aquí estamos al fin! —dijo Gandalf—. Aquí concluye el camino de los Elfos que viene de Acebeda. El acebo era el símbolo de las gentes de este país, y los plantaron aquí para señalar los límites del dominio, pues la Puerta del Oeste era utilizada para traficar con los Señores de Moria. Eran aquellos días más felices, cuando había a veces una estrecha amistad entre gentes de distintas razas, aun entre Enanos y Elfos.
—El debilitamiento de esa amistad no fue culpa de los Enanos —dijo Gimli.
—Nunca oí decir que la culpa fuera de los Elfos —dijo Legolas.
—Yo oí las dos cosas —dijo Gandalf—, y no tomaré partido ahora. Pero os ruego a los dos, Legolas y Gimli, que al menos seáis amigos, y que me ayudéis. Las puertas están cerradas y ocultas, y cuanto más pronto las encontremos tanto mejor. ¡La noche se acerca!”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Bill el poni, por el artista canadiense John Howe)
“—Lo lamento, Sam —dijo el mago—. Pero cuando la puerta se abra, no creo que seas capaz de arrastrar a tu Bill al interior, a la larga y tenebrosa Moria. Tendrás que elegir entre Bill y tu amo.
—Bill seguiría al señor Frodo a un antro de dragones, si yo lo llevara —protestó Sam—. Sería casi un asesinato soltarlo y abandonarlo aquí con todos esos lobos alrededor.
—Espero que sea casi un asesinato, y sólo casi —dijo Gandalf. Puso la mano sobre la cabeza del poney y habló en voz baja—. Ve con palabras de protección y de cuidado. Eres una bestia inteligente y has aprendido mucho en Rivendel. Busca los caminos donde haya pasto, y llega a casa de Elrond, o a donde quieras ir.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(La Compañía ante la Puerta Oeste de Moria, por el artista inglés Alan Lee)
“—Bueno, aquí estamos, todos listos —dijo Merry—, pero ¿dónde están las Puertas? No veo ninguna indicación.
—Las puertas de los Enanos no se hicieron para ser vistas, cuando están cerradas —dijo Gimli—. Son invisibles. Ni siquiera los fabricantes de estas puertas pueden encontrarlas o abrirlas, si el secreto se pierde.
—Pero ésta no se hizo para que fuera un secreto, conocido sólo de los Enanos —dijo Gandalf, volviendo de súbito a la vida y dando media vuelta—. Si las cosas no cambiaron aquí demasiado, un par de ojos que sabe lo que busca tendría que encontrar los signos.
Fue otra vez hacia la pared. Justo entre la sombra de los árboles había un espacio liso, y Gandalf pasó por allí las manos de un lado a otro, murmurando entre dientes. Luego dio un paso atrás.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Puerta Oeste de Moria, por el artista brasileño Ralph Damiani)
“La luna brillaba en ese momento sobre la superficie de roca gris; pero durante un rato no vieron nada nuevo. Luego lentamente, en el sitio donde el mago había puesto las manos, aparecieron unas líneas débiles, como delgadas vetas de plata que corrían por la piedra. Al principio no eran más que hilos pálidos, como unos centelleos a la luz plena de la luna, pero poco a poco se hicieron más anchos y claros, hasta que al fin se pudo distinguir un dibujo.
Arriba, donde Gandalf ya apenas podía alcanzar, había un arco de letras entrelazadas en caracteres élficos. Abajo, aunque los trazos estaban en muchos sitios borrados o rotos, podían verse los contornos de un yunque y un martillo, y sobre ellos una corona con siete estrellas. Más abajo había dos árboles y cada uno tenía una luna creciente. Más clara que todo el resto una estrella de muchos rayos brillaba en medio de la puerta.
—¡Son los emblemas de Durin! —exclamó Gimli.
—¡Y el Árbol de los Altos Elfos! —dijo Legolas.
—Y la estrella de la Casa de Fëanor —dijo Gandalf—. Están labrados en ithildin que sólo refleja la luz de las estrellas y la luna, y que duerme hasta el momento en que alguien lo toca pronunciando ciertas palabras que en la Tierra Media se olvidaron tiempo atrás. Las oí hace ya muchos años, y tuve que concentrarme para recordarlas.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gandalf ante las puertas de Durin, por el artista italiano Andrea Piparo)
“—Pero ¿tú no conoces la palabra, Gandalf? —preguntó Boromir, sorprendido.
—¡No! —dijo el mago.
Los otros parecieron consternados; sólo Aragorn, que había tratado largo tiempo a Gandalf, permaneció callado e impasible.
—¿De qué sirve entonces habernos traído a este maldito lugar? —exclamó Boromir, echando una ojeada al agua oscura y estremeciéndose—. Nos dijiste que una vez atravesaste las Minas. ¿Cómo fue posible si no sabes cómo entrar?
—La respuesta a tu primera pregunta, Boromir —dijo el mago— es que no conozco la palabra… todavía. Pero pronto atenderemos a eso. Y —añadió, y los ojos le chispearon bajo las cejas erizadas— puedes preguntar de qué sirven mis actos cuando hayamos comprobado que son del todo inútiles. En cuanto a tu otra pregunta: ¿dudas de mi relato? ¿O has perdido la facultad de razonar? No entré por aquí. Vine del Este.
‘Si deseas saberlo, te diré que estas puertas se abren hacia fuera. Puedes abrirlas desde dentro empujándolas con las manos. Desde fuera nada las moverá excepto la contraseña indicada. No es posible forzarlas hacia adentro.
—¿Qué vas a hacer entonces? —preguntó Pippin a quien no intimidaban las pobladas cejas del mago.
—Golpear a las puertas con tu cabeza, Peregrin Tuk —dijo Gandalf—. Y si eso no las echa abajo, tendré por lo menos un poco de paz, sin nadie que me haga preguntas estúpidas. Buscaré la contraseña.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(La Compañía ante las Puertas de Durin, por el artista canadiense Ted Nasmith)
“Gandalf no les prestaba atención. Sentado, cabizbajo, parecía desesperado, o inquieto. El aullido lúgubre de los lobos se oyó otra vez. Las ondas de agua crecieron y se acercaron; algunas lamían ya la costa.
De pronto, tan de improviso que todos se sobresaltaron, el mago se incorporó vivamente. ¡Se reía!
—¡Lo tengo! —gritó—. ¡Claro, claro! De una absurda simpleza, como todos los acertijos una vez que encontraste la solución.
Recogiendo la vara, y de pie ante la roca, dijo con voz clara: —¡Mellon!
La estrella brilló brevemente, y se apagó. En seguida, en silencio, se delineó una gran puerta, aunque hasta entonces no habían sido visibles ni grietas ni junturas. Se dividió lentamente en el medio y se abrió hacia afuera pulgada a pulgada hasta que ambas hojas se apoyaron contra la pared. A través de la abertura pudieron ver una escalera sombría y empinada, pero más allá de los primeros escalones la oscuridad era más profunda que la noche. La Compañía miraba con ojos muy abiertos.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(El Guardián del Agua ataca a la Compañía, por Joan Wyatt)
“Frodo sintió que algo lo tomaba por el tobillo y cayó dando un grito. Se oyó un relincho terrible y Bill el poney corrió espantado a lo largo de la orilla perdiéndose en la oscuridad. Sam saltó detrás, y oyendo en seguida el grito de Frodo regresó de prisa, llorando y maldiciendo. Los otros se volvieron y observaron que las aguas hervían, como si un ejército de serpientes viniera nadando desde el extremo sur.
Un largo y sinuoso tentáculo se había arrastrado fuera del agua; era de color verde pálido, fosforescente y húmedo. La extremidad provista de dedos había aferrado a Frodo y estaba llevándolo hacia el agua. Sam, de rodillas, lo atacaba a cuchilladas.
El brazo soltó a Frodo, y Sam arrastró a su amo alejándolo de la orilla y pidiendo auxilio. Aparecieron otros veinte tentáculos extendiéndose como ondas. El agua oscura hirvió, y el hedor era espantoso.
—¡Por la puerta! ¡Subid las escaleras! ¡Rápido! —gritó Gandalf saltando hacia atrás.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gandalf y Gimli en Moria, por el artista estadounidense Jake Murray)
“—¡Bueno, bueno! —dijo el mago—. Ahora el pasadizo está bloqueado a nuestras espaldas, y hay una sola salida… del otro lado de la montaña. Temo, por el ruido, que se hayan amontonado peñascos, y los árboles hayan sido arrancados de raíz apilándose frente a la puerta. Lo lamento, pues los árboles eran hermosos, y habían resistido muchos años.
—Sentí que había algo horrible cerca desde el momento en que mi pie tocó el agua —dijo Frodo—. ¿Qué era eso, o había muchos?
—No lo sé —respondió Gandalf—, pero todos los brazos tenían un sólo propósito. Algo ha venido arrastrándose o ha sido sacado de las aguas oscuras bajo las montañas. Hay criaturas más antiguas y horribles que los orcos en las profundidades del mundo.
No dijo lo que pensaba: cualquiera que fuese la naturaleza de aquello que habitaba en la laguna, había atacado a Frodo antes que a los demás.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Miruvor, por el artista canadiense John Howe)
“—¿Por qué no nos sentamos a descansar y a comer aquí en el pasillo, ya que no encontramos un comedor? —preguntó Frodo.
Estaba empezando a olvidar el horrible tentáculo, y de pronto sentía mucha hambre.
La propuesta tuvo buena acogida; y se sentaron en los últimos escalones, unas figuras oscuras envueltas en tinieblas. Después de comer, Gandalf le dio a cada uno otro sorbo del miruvor de Rivendel.
—No durará mucho más, me temo —dijo—, pero lo creo necesario después de ese horror de la puerta. Y a no ser que tengamos mucha suerte, ¡nos tomaremos el resto antes de llegar al otro lado! ¡Tened cuidado también con el agua! Hay muchas corrientes y manantiales en las Minas, pero no se los puede tocar. Quizá no tengamos oportunidad de llenar las botas y botellas antes de descender al Valle del Arroyo Sombrío.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(La Compañía del Anillo en Moria, por la artista rusa Julia Alekseeva)
“Después de un breve descanso, se pusieron otra vez en marcha. Todos ellos deseaban terminar esta parte del viaje lo antes posible, y estaban dispuestos, a pesar de sentirse tan cansados, a caminar durante horas. Gandalf iba al frente como antes. Llevaba en la mano izquierda la vara centelleante, que sólo alcanzaba a iluminar el piso ante él; en la mano derecha esgrimía la espada Glamdring. Detrás de Gandalf iba Gimli, los ojos brillantes a la luz débil mientras volvía la cabeza a los lados. Detrás del enano caminaba Frodo, que había desenvainado la espada corta, Dardo. De las hojas de Dardo y Glamdring no venía ningún reflejo, y esto era auspicioso, pues habiendo sido forjadas por Elfos de los Días Antiguos estas espadas brillaban con una luz fría si había algún orco cerca. Detrás de Frodo marchaba Sam, y luego Legolas, y los hobbits jóvenes, y Boromir. En la oscuridad de la retaguardia, grave y silencioso, caminaba Aragorn.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gollum sigue a la Compañía en Moria, por el artista galés Stephen Graham Walsh)
“Sólo se oía el sonido de las pisadas: el golpe sordo de las botas de enano de Gimli; los pesados pies de Boromir; el paso liviano de Legolas; el trote ligero y casi imperceptible de los hobbits; y en la retaguardia las pisadas lentas y firmes de Aragorn, que caminaba a grandes trancos. Cuando se detenían un momento, no oían nada, excepto el débil goteo ocasional de un hilo de agua que se escurría invisible. No obstante, Frodo comenzó a oír, o a imaginar que oía, alguna otra cosa: el blando sonido de unos pies descalzos. El sonido no era nunca bastante alto, ni bastante próximo, como para que él estuviera seguro de haberlo oído, pero una vez que empezaba ya no cesaba nunca, mientras la Compañía continuara marchando. Pero no era un eco, pues cuando se detenían proseguía un rato, solo, antes de apagarse.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(*) Nota importante: Aunque el Calendario de la Comarca no coincide con el calendario Gregoriano (hay una diferencia de 10 u 11 días entre uno y otro dependiendo del día en el que se celebre el solsticio de verano), hemos decidido publicar los acontecimientos según su fecha original y no adaptar las fechas a nuestro calendario (de hacerlo, el 25 de marzo del Calendario de la Comarca sería nuestro 14 ó 15 de marzo). Nos parece lo más lógico no solo para evitar confusiones sino para mantener la coherencia con el hecho de celebrar el Día Internacional de Leer a Tolkien el 25 de marzo (fecha en la que se derrotó a Sauron) y el Día Hobbit el 22 de septiembre (fecha de los cumpleaños de Bilbo y Frodo).