No llevaba la capucha puesta en ese momento así que la nieve le bañó el cabello y la cara. Un escalofrío le recorrió la espalda de arriba abajo. Se quitó los restos de nieve de los hombros y unas cuantas ramitas del nido.
-Humanos, sois como críos -dijo sonriendo. Aquello no la había molestado, y si hubiese querido, habría sido bastante fácil que estando él con la cabeza así hubiera tragado una buena cantidad de nieve.

-Así que mi culpa, y todo además. Vaya, y yo que creía que con un poco de más cuidado por vuestra parte nadie se habría enterado. Me teníais que haber dejado a mí. Para otra ocasión, recordad quien tiene más experiencia en esto. Será mejor que nos movamos o cogeremos un buen resfriado.
El pelo de Yaiwen estaba mojado ahora que la nieve se estaba deshaciendo.

-No soy muy hábil con las herramientas, no. Sin embargo, creo que si podré hacer algo con ese dolor.
Habría preferido que buscarán al mago y fuese él quien lo hiciera. Tenía interés por poder intercambiar algunas palabras con él y verle más cerca, pero ya tendría ocasión esa noche, y tenía pendiente una misiva.
-Antes de ir a mi casa necesito comprar algunas cosas para la comida. Las podemos coger de camino. Hay una mujer que vende fruta y verdura de buena calidad. Aquí tan al norte no es fácil encontrar de todo. Intentaré buscar algo de carne, que ya sé que los “enanos” tenéis predilección por ella. Tomad, vos cargareis con las herramientas, pesan demasiado para una dama en apuros y desvalida como yo – dijo burlona recordando la historia de la posada.