
- Categoría: Mundo Tolkien
- Etiquetas: Año 3019 de la Tercera Edad, El Señor de los Anillos, Hoy en la Tierra Media, JRR Tolkien, La Búsqueda del Anillo, libros
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A continuación podéis leer lo que pasó el 14 de enero en la Tierra Media, el universo fantástico creado por J.R.R. Tolkien.
Seguimos con nuestra sección ‘Hoy en la Tierra Media’ con una jornada en la que una compañía continuó su viaje en la oscuridad con el único obstáculo de una encrucijada de caminos y sin más inquietudes que algunos ruidos ocasionales que procedían de las profundidades. Insistimos en que todas estas fechas se corresponden con el Calendario de la Comarca o con otros calendarios de la Tierra Media (como el Cómputo del Rey o el Cómputo de los Senescales) y no con el calendario gregoriano (ver nota), y que todas ellas proceden de ‘El Hobbit‘, ‘El Señor de los Anillos‘ (incluidos los Apéndices), los ‘Cuentos inconclusos‘ y los Manuscritos Marquette de J.R.R. Tolkien, y de otros libros de estudiosos tolkiendili como el ‘Atlas de la Tierra Media‘ de Karen Wynn Fonstad, ‘El Señor de los Anillos. Guía de lectura‘ de Wayne G. Hammond y Christina Scull, y ‘The History of The Hobbit‘ de John D. Rateliff.
Acontecimientos que acompañamos con citas de los libros del Profesor y con dibujos e ilustraciones de distintos artistas, aunque no siempre encontramos imágenes que representen fielmente lo escrito por Tolkien.
Esto fue lo que ocurrió en la Tierra Media el 14 de enero, o el 14 de Postyule según el Calendario de la Comarca.
Año 3019 de la Tercera Edad del Sol:
* La Compañía del Anillo llega a la encrucijada de caminos de Moria y Gandalf no sabe por dónde seguir.
* Pippin arroja una piedra al pozo y se escuchan por primera vez golpes desde de las profundidades.
* Gandalf elige un camino, y tras una larga marcha la Compañía llega a la sala vigésimo primera de Moria, en la que pasan la noche.
* Gimli canta la ‘Canción de Durin’ para recordar la gloria y el esplendor de Khazad-dûm.
* Durante su guardia, Frodo cree ver dos ojos que lo observan en la oscuridad.
(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución)
(La Compañía en Moria, por el artista estadounidense Donato Giancola)
“—¡No temáis! —dijo Aragorn. Hubo una pausa más larga que de costumbre, y Gandalf y Gimli murmuraron entre ellos; los otros se apretaron detrás, esperando ansiosamente—. ¡No temáis! Lo he acompañado en muchos viajes, aunque en ninguno tan oscuro, y en Rivendel se cuentan hazañas de él más extraordinarias que todo lo que yo haya visto alguna vez. No se extraviará, si es posible encontrar un camino. Nos ha conducido aquí contra nuestros propios deseos, pero nos llevará de vuelta afuera, cueste lo que cueste. Estoy seguro de que en una noche cerrada encontraría el camino de vuelta más fácilmente que los gatos de la Reina Berúthiel.
Era bueno para la Compañía contar con un guía semejante. No disponían de combustible ni de ningún material para preparar una antorcha. En la huida precipitada hacia la puerta habían dejado atrás muchos bultos. Pero sin luz hubieran caído pronto en la desesperación. No sólo eran muchas las sendas posibles, también abundaban agujeros y fosas, y a lo largo del camino se abrían pozos oscuros que devolvían el eco de los pasos. Había fisuras y grietas en las paredes y el piso, y de cuando en cuando aparecía un abismo justo ante ellos. El más ancho medía cerca de dos metros, y Pippin tardó bastante en animarse a saltar. De muy abajo venía un rumor de aguas revueltas, como si una gigantesca rueda de molino estuviera girando en las profundidades.
—¡Una cuerda! —murmuró Sam—. Sabía que la necesitaria, si no la traía conmigo.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gandalf en la encrucijada de Moria, por el artista estadounidense Mark Kelso)
“Habían caminado durante horas, haciendo breves escalas, y Gandalf tropezó de pronto con el primer problema serio. Ante él se alzaba un arco amplio y oscuro que se abría en tres pasajes; todos iban en la misma dirección, hacia el este; pero el pasaje de la izquierda bajaba bruscamente, el de la derecha subía, y el del medio parecía correr en línea recta, liso y llano, pero muy angosto.
—¡No tengo ningún recuerdo de este sitio! —dijo Gandalf titubeando bajo el arco. Sostuvo en alto la vara con la esperanza de encontrar alguna marca o inscripción que lo ayudara a elegir, pero no había nada de esta especie—. Estoy demasiado cansado para decidir —dijo, meneando la cabeza—. Y supongo que todos vosotros estáis tan cansados como yo, o más. Mejor que nos detengamos aquí por lo que queda de la noche. ¡Sé que me entendéis! Aquí está siempre oscuro, pero fuera la luna tardía va hacia el oeste y la medianoche ha quedado atrás.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gandalf reprende a Pippin por tirar una piedra al pozo, por el artista estadounidense Chris Rahn)
“—Esto parece haber sido una sala de guardia, destinada a la vigilancia de los tres pasadizos —dijo Gimli—. El agujero es evidentemente un pozo para uso de los guardias, y que se tapaba con una losa de piedra. Pero la losa está rota, y hay que tener cuidado en la oscuridad.
Pippin se sentía curiosamente atraído por el pozo. Mientras los otros desenrollaban mantas y preparaban camas contra las paredes del recinto, se arrastró hasta el borde y se asomó. Un aire helado pareció pegarle en la cara, como subiendo de profundidades invisibles. Movido por un impulso repentino, tanteó alrededor buscando una piedra suelta, y la dejó caer. Sintió que el corazón le latía muchas veces antes que hubiera algún sonido. Luego, muy abajo, como si la piedra hubiera caído en las aguas profundas de algún lugar cavernoso, se oyó un pluf, muy distante, pero amplificado y repetido en el hueco del pozo.
—¿Qué es eso? —exclamó Gandalf. Se mostró un instante aliviado cuando Pippin confesó lo que había hecho, pero en seguida montó en cólera, y Pippin pudo ver que le relampagueaban los ojos—. ¡Tuk estúpido! —gruñó el mago—. Éste es un viaje serio, y no una excursión hobbit. Tírate tú mismo la próxima vez, y no molestarás más. ¡Ahora quédate quieto!
Nada más se oyó durante algunos minutos, pero luego unos débiles golpes vinieron de las profundidades: tom-tap, tap-tom.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Gandalf en Moria, por el artista estadounidense Matthew Stewart)
“—Vete a un rincón y trata de dormir, mi muchacho —dijo en un tono amable—. Quieres dormir, supongo. Yo no he cerrado un ojo, de modo que puedo reemplazarte en la guardia.
‘Ya sé lo que me ocurre —murmuró mientras se sentaba junto a la puerta—. ¡Necesito un poco de humo! No he fumado desde la mañana anterior a la tormenta de nieve.
Lo último que vio Pippin, mientras el sueño se lo llevaba, fue la sombra del viejo mago encogida en el piso, protegiendo un fuego incandescente entre las manos nudosas, puestas sobre las rodillas. La luz temblorosa mostró un momento la nariz aguileña y una bocanada de humo.
Fue Gandalf quien los despertó a todos. Había estado sentado y vigilando solo alrededor de seis horas, dejando que los otros descansaran.
—Y mientras tanto tomé mi decisión —dijo—. No me gusta la idea del camino del medio, y no me gusta el olor del camino de la izquierda: el aire está viciado allí, o no soy un guía. Tomaré el pasaje de la derecha. Es hora de que volvamos a subir.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(La Compañía del Anillo en Moria, por el artista checo Martin Frodl)
“Gandalf parecía complacido.
—Elegí el buen camino —dijo—. Por lo menos estamos llegando a las partes habitables, y sospecho que no estamos lejos del lado este. Pero nos encontramos en un sitio muy alto, más alto que la Puerta del Arroyo Sombrío, a menos que me equivoque. Tengo la impresión de que estamos ahora en una sala amplia. Me arriesgaré a tener un poco de verdadera luz.
Alzó la vara, que relampagueó brevemente. Unas grandes sombras se levantaron y huyeron, y durante un segundo vieron un vasto cielo raso sostenido por numerosos y poderosos pilares tallados en la piedra. Ante ellos y a cada lado se extendía un recinto amplio y vacío: las paredes negras, pulidas y lisas como el vidrio, refulgían y centelleaban. Vieron también otras tres entradas; un túnel negro se abría ante ellos y corría en línea recta hacia el este, y había otros dos a los lados. Luego la luz se apagó.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(El trono de Durin, por el artista rumano Cristi Balanescu)
“La Compañía pasó aquella noche en la gran sala cavernosa, apretados todos en un rincón para escapar a la corriente de aire frío que parecía venir del arco del este. Todo alrededor de ellos pendía la oscuridad, hueca e inmensa, y la soledad y vastedad de las salas excavadas y las escaleras y pasajes que se bifurcaban interminablemente eran abrumadoras. Las imaginaciones más descabelladas que unos sombríos rumores hubiesen podido despertar en los hobbits, no eran nada comparados con el miedo y el asombro que sentían ahora en Moria.
—Tiene que haber habido aquí toda una multitud de enanos en otra época —dijo Sam—, y todos más atareados que tejones durante quinientos años haciendo todo esto, ¡y la mayor parte en roca dura! ¿Para qué, me pregunto? Seguramente no vivirían en estos agujeros oscuros.
—No son agujeros —dijo Gimli—. Esto es el gran reino y la ciudad de la Mina del Enano. Y antiguamente no era oscura sino luminosa y espléndida, como lo recuerdan aún nuestras canciones.
El enano se puso de pie en la oscuridad y empezó a cantar con una voz profunda, y los ecos se perdieron en la bóveda.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Thorin con la cota de malla de mithril, por el artista italiano Tiziano Baracchi)
“—Entonces, ¿por qué los Enanos querrían volver? —preguntó Sam.
—Por el mithril —respondió Gandalf—. La riqueza de Moria no era el oro y las joyas, juguetes de los Enanos; tampoco el hierro, sirviente de los Enanos. Tales cosas se encuentran aquí, es cierto, especialmente hierro; pero no cavaban para eso; todo lo que deseaban podían obtenerlo traficando. Pues éste era el único sitio del mundo donde había plata de Moria, o plata auténtica como algunos la llamaban: mithril es el nombre élfico. Los Enanos le dan otro nombre, pero lo guardan en secreto. El valor del mithril era diez veces superior al del oro, y ahora ya no tiene precio, pues queda poco en la superficie, y ni siquiera los orcos se atreven a cavar aquí. Las vetas llevan siempre al norte, hacia Caradhras, y abajo, a la oscuridad. Ellos no hablan de eso, pero si es cierto que el mithril fue la base de la riqueza de los Enanos, fue también la perdición de estas criaturas, que cavaron con demasiada codicia, demasiado abajo, y perturbaron aquello de que huían, el Daño de Durin. De lo que llevaron a la luz, los orcos recogieron casi todo, y se lo entregaron como tributo a Sauron.
‘¡Mithril! Todo el mundo lo deseaba. Podía ser trabajado como el cobre, y pulido como el vidrio; y los Enanos podían transformarlo en un metal más liviano y sin embargo más duro que el acero templado. Tenía la belleza de la plata común, pero nunca se manchaba ni perdía el brillo. Los Elfos lo estimaban muchísimo, y lo empleaban entre otras cosas para forjar los ithildin, la estrella-luna que habéis visto en la puerta. Bilbo tenía una malla de anillos de mithril que Thorin le había dado. Me pregunto qué se habrá hecho de ella. Todavía juntando polvo en el museo de Cavada Grande, me imagino.
—¿Qué? —exclamó Gimli de pronto, saliendo de su silencio—. ¿Una cota de plata de Moria? ¡Un regalo de rey!
—Sí —continuó Gandalf—. Nunca se lo dije, pero vale más que la Comarca entera, y todos los bienes que en ella hay.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(Frodo, por el artista estadounidense Mark Ferrari)
“La guardia de Frodo había concluido casi, cuando allá lejos, donde suponía que se alzaba el arco oriental, creyó ver dos pálidos puntos de luz, casi como ojos luminosos. Se sobresaltó. Había estado cabeceando. «Poco faltó para que me quedara dormido en plena guardia» pensó. «Ya empezaba a soñar.» Se incorporó y se frotó los ojos, y se quedó de pie, espiando la oscuridad, hasta que Legolas lo relevó.
Cuando se acostó se quedó dormido en seguida, pero tuvo la impresión de que el sueño continuaba: oía murmullos, y vio que los pálidos puntos de luz se acercaban lentamente.”
(‘El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 4: Un viaje en la oscuridad).
(*) Nota importante: Aunque el Calendario de la Comarca no coincide con el calendario Gregoriano (hay una diferencia de 10 u 11 días entre uno y otro dependiendo del día en el que se celebre el solsticio de verano), hemos decidido publicar los acontecimientos según su fecha original y no adaptar las fechas a nuestro calendario (de hacerlo, el 25 de marzo del Calendario de la Comarca sería nuestro 14 ó 15 de marzo). Nos parece lo más lógico no solo para evitar confusiones sino para mantener la coherencia con el hecho de celebrar el Día Internacional de Leer a Tolkien el 25 de marzo (fecha en la que se derrotó a Sauron) y el Día Hobbit el 22 de septiembre (fecha de los cumpleaños de Bilbo y Frodo).