A continuación podéis leer lo que ocurrió el 1 de marzo en la Tierra Media, el universo fantástico creado por J.R.R. Tolkien .
Continuamos con nuestra sección ‘Hoy en la Tierra Media’ con un día en el que nació (y también murió, muchos años más tarde) un rey, en el que tres viajeros salieron de un laberinto de acantilados y entraron en un traicionero cenagal, en el que tres cazadores se encontraron con alguien a quien no esperaban, y en el que un montaraz partió de la Torre de la Guardia con una misión. Para evitar posibles malentendidos queremos recalcar que todas estas fechas se corresponden únicamente con el Calendario de la Comarca o con otros calendarios de la Tierra Media (como el Cómputo del Rey o el Cómputo de los Senescales) y no con el calendario gregoriano (ver nota), y que todas ellas proceden de diferentes libros y textos de J.R.R. Tolkien como ‘El Hobbit‘, ‘El Señor de los Anillos‘ (incluidos los Apéndices), los ‘Cuentos inconclusos‘ y los Manuscritos Marquette, y de otros libros de estudiosos tolkiendil como el ‘Atlas de la Tierra Media‘ de Karen Wynn Fonstad, ‘El Señor de los Anillos. Guía de lectura‘ de Wayne G. Hammond y Christina Scull, y ‘The History of The Hobbit‘ de John D. Rateliff.

Esto fue lo que pasó en la Tierra Media el 3 de marzo, o el 3 de Rethe según el Calendario de la Comarca.

 

Año 2931 de la Tercera Edad del Sol:

* Nacimiento de Aragorn.

 

(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución)

(Gilraen y Estel, por la artista polaca Anna Kulisz)

“Y aconteció que cuando hacía apenas un año que Arathorn y Gilraen se habían casado, Arador fue tomado prisionero por los trolls de las montañas en los Páramos Fríos al norte de Rivendel, y asesinado; y Arathorn se convirtió en el Capitán de los Dúnedain. Al año siguiente Gilraen le dio un hijo, y lo llamaron Aragorn. Pero Aragorn tenía apenas dos años cuando Arathorn partió a combatir contra los orcos con los hijos de Elrond, y pereció con un ojo atravesado por una flecha orca; y así tuvo en verdad una vida breve para alguien de su raza, pues apenas contaba sesenta años cuando cayó.

»Aragorn, que era ahora el Heredero de Isildur, fue llevado entonces a vivir con su madre en la casa de Elrond, y Elrond hizo las veces de padre para él, y llegó a amarlo como a un hijo. Pero lo llamaban Estel, que quiere decir ‘Esperanza’, y su nombre verdadero y su linaje fueron mantenidos en secreto por orden de Elrond, porque los Sabios sabían entonces que el Enemigo trataba de descubrir al heredero de Isildur, si quedaba alguno sobre la faz de la tierra.”

(Apéndices de ‘El Señor de los Anillos‘. Apéndice A: Anales de los Reyes y Gobernantes. I. Los Reyes Númenóreanos – (v). Un fragmento de la historia de Aragorn y Arwen).

 

Año 3019 de la Tercera Edad del Sol:

* De madrugada Frodo, Sam y Gollum comienzan a atravesar la senda de las Ciénagas de los Muertos. Por la noche aparecen las luces. Sam tropieza y cae a la ciénaga.

* De madrugada Saruman se aparece a Aragorn, Legolas y Gimli, y los caballos huyen. Por la mañana Aragorn encuentra el rastro de Merry y Pippin, que los lleva al bosque de Fangorn. Se encuentran con Gandalf el Blanco, y los cuatro viajan hacia Edoras.

* Merry y Pippin pasan el día con Ramaviva mientras continúa la Cámara de los Ents.

* Faramir abandona Minas Tirith y viaja a Ithilien con una misión.

 

(Frodo Sam y Gollum en las Ciénagas de los Muertos, por el artista italiano Andrea Piparo)

“—¿Y ahora por dónde vamos, Sméagol? —preguntó Frodo—. ¿Tenemos que atravesar estas marismas pestilentes?

—No, no —dijo Gollum—. No si los hobbits quieren llegar a las montañas oscuras e ir a verlo lo más pronto posible. Un poco para atrás y una pequeña vuelta… —el brazo flaco señaló al norte y el este—… y podréis llegar por caminos duros y fríos a las puertas mismas del país. Muchos de los suyos estarán allí para recibir a los huéspedes, felices de poder conducirlos directamente a Él, oh sí. El Ojo vigila constantemente en esa dirección. Allí capturó a Sméagol, hace mucho, mucho tiempo. —Gollum se estremeció.— Pero desde entonces Sméagol ha aprendido a usar sus propios ojos, sí, sí: he usado mis ojos y mis pies y mi nariz desde entonces. Conozco otros caminos. Más difíciles, menos rápidos; pero mejores, si no queremos que Él vea. ¡Seguid a Sméagol! Él puede guiaros a través de las ciénagas, a través de las nieblas espesas y amigas. Seguid a Sméagol con cuidado, y podréis ir lejos, muy lejos, antes que Él os atrape, sí, quizá.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Cuarto, capítulo 2: A través de las ciénagas).

 

(Saruman, por la artista neerlandesa Suzanne Helmigh)

“—Eso no confundiría a un Montaraz —dijo Gimli—. Una brizna doblada le basta a Aragorn. Pero no espero que él encuentre algún rastro. Era el fantasma maligno de Saruman lo que vimos anoche. Estoy seguro, aun a la luz de la mañana. Quizá los ojos de Saruman nos miran desde Fangorn en este mismo momento.

—Es muy posible —dijo Aragorn—; sin embargo no estoy seguro. Estaba pensando en los caballos. Dijiste anoche, Gimli, que el miedo los espantó. Pero yo no lo creo. ¿Los oíste, Legolas? ¿Te parecieron unas bestias aterrorizadas?

—No —dijo Legolas—. Los oí claramente. Si no hubiese sido por las tinieblas y nuestro propio miedo, yo hubiera pensado que eran bestias dominadas por alguna alegría repentina. Hablaban como caballos que encuentran un amigo después de mucho tiempo.

—Así me pareció —dijo Aragorn—, pero no puedo resolver el enigma, a menos que vuelvan. ¡Vamos! La luz crece rápidamente. ¡Miremos primero y dejemos las conjeturas para después!

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Aragorn, por el artista argentino Sebastián Giacobino)

“—Pues bien, ¡he aquí el enigma más raro que hayamos encontrado hasta ahora! —dijo Legolas—. Un prisionero atado consigue eludir a los orcos y a los jinetes que los rodean. Luego se detiene, aún al descubierto, y corta las ataduras con un cuchillo de orco. ¿Pero cómo y por qué? Pues si tenía las piernas atadas, ¿cómo pudo caminar? Y si tenía los brazos atados, ¿cómo pudo utilizar el cuchillo? Y si ni las piernas ni los brazos estaban atados, ¿por qué cortó las cuerdas? Contento de haber mostrado tamaña habilidad, ¡se sienta a comer tranquilamente un poco de pan de viaje! Esto al menos basta para saber que se trataba de un hobbit, aun sin la hoja de mallorn. Luego de esto, supongo, trocó los brazos en alas y se alejó cantando hacia los árboles. Tiene que ser fácil encontrarlo, ¡sólo falta que nosotros también tengamos alas!

—Es cosa de brujos, obviamente —dijo Gimli—. ¿Qué estaba haciendo ese viejo? ¿Qué dices tú, Aragorn, de la interpretación de Legolas? ¿Puedes mejorarla?

—Quizá —dijo Aragorn, sonriendo—. Hay otros signos al alcance de la mano que no habéis tenido en cuenta. Estoy de acuerdo en que el prisionero era un hobbit, y que tenía los pies o las manos libres antes de llegar aquí. Supongo que eran las manos, pues el enigma se aclara un poco entonces, y también porque de acuerdo con las huellas fue traído aquí por un orco. Se ha vertido sangre en este sitio, sangre de orco. Hay marcas profundas de cascos todo alrededor, y signos de que se llevaron a la rastra una cosa pesada. Los jinetes mataron a un orco, y luego lo arrastraron hasta las hogueras. Pero no vieron al hobbit: no estaba «al descubierto», pues era de noche y llevaba todavía el manto élfico. Estaba agotado y con hambre, y no es raro que después de librarse de las ataduras con el cuchillo del enemigo caído haya descansado y comido un poco antes de irse sigilosamente. Pero es un alivio saber que tenía unas pocas lembas en el bolsillo, aunque haya escapado sin armas ni provisiones; esto es quizá típico de un hobbit. Hablo en singular, aunque espero que Merry y Pippin hayan estado aquí juntos. Nada, sin embargo, permite asegurarlo.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

 

(Ramaviva, por el artista australiano Andy Smith)

“El día siguiente también lo pasaron en compañía de Bregalad, pero no se alejaron mucho de la «casa». La mayor parte del tiempo se quedaron sentados en silencio al abrigo de la barranca; pues el viento era más frío, y las nubes más bajas y grises; el sol brillaba poco, y a lo lejos las voces de los Ents reunidos en Asamblea todavía subían y bajaban, a veces altas y fuertes, a veces bajas y tristes, a veces rápidas, a veces lentas y solemnes como un himno.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 4: Bárbol).

 

(Fangorn, por el artista brasileño Ralph Damiani)

Luego de esto los tres cazadores se metieron en el bosque de Fangorn. Legolas y Gimli dejaron que Aragorn fuese adelante, buscando una pista. No había mucho que ver. El suelo del bosque estaba seco y cubierto con montones de hojas, pero imaginando que los fugitivos no se alejarían del agua, Aragorn retornaba a menudo a la orilla del río. Fue así como llegó al sitio donde Merry y Pippin habían estado bebiendo y se habían lavado los pies. Allí, muy claras, se veían las huellas de dos hobbits, uno más pequeño que el otro.

—Buenas noticias al fin —concluyó Aragorn—. Pero las marcas son de dos días atrás. Y parece que en este punto los hobbits dejaron la orilla del agua.

—¿Qué haremos ahora entonces? —dijo Gimli—. No podemos perseguirlos todo a lo largo de Fangorn. No tenemos bastantes provisiones. Si no los encontramos pronto, no podremos ayudarlos mucho, excepto sentarnos con ellos y mostrarles nuestra amistad y morirnos juntos de hambre.

—Si en verdad eso es todo lo que podemos hacer, tenemos que hacerlo —dijo Aragorn—. Sigamos.

Llegaron al fin al extremo abrupto de la colina de Bárbol y observaron la pared de piedra con aquellos toscos escalones que llevaban a la elevada saliente.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Merry y Pippin en Fangorn, por la artista alemana Anke Katrin Eißmann)

“—Alguien podría decir sin duda que vuestra misión es quizá inconfesable —continuó el viejo—. Por fortuna, algo sé. Estáis siguiendo las huellas de dos jóvenes hobbits, me parece. Sí, hobbits. No me miréis así, como si nunca hubieseis oído esa palabra. Los conocéis, y yo también. Sabed entonces que ellos treparon aquí anteayer. Y se encontraron con alguien que no esperaban. ¿Os tranquiliza eso? Y ahora quisierais saber a dónde los llevaron. Bueno, bueno, quizá yo pueda daros algunas noticias. ¿Pero por qué estáis de pie? Pues veréis, vuestra misión no es ya tan urgente como habéis pensado. Sentémonos y pongámonos cómodos.

El viejo se volvió y fue hacia un montón de piedras y peñascos caídos al pie del risco, detrás de ellos. En ese instante, como si un encantamiento se hubiese roto, los otros se aflojaron y se sacudieron. La mano de Gimli aferró el mango del hacha. Aragorn desenvainó la espada. Legolas recogió el arco.

El viejo, sin prestarles la menor atención, se inclinó y se sentó en una piedra baja y chata. El manto gris se entreabrió, y los compañeros vieron, ahora sin ninguna duda, que debajo estaba vestido todo de blanco.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Gandalf aparece ante Aragorn, Gimli y Legolas, por el artista canadiense Ted Nasmith)

“El viejo era demasiado rápido. Se incorporó de un salto y se encaramó en una roca. Allí esperó, de pie, de pronto muy alto, dominándolos. Había dejado caer la capucha y los harapos grises, y ahora la vestidura blanca centelleaba. Levantó la vara, y a Gimli el hacha se le desprendió de la mano y cayó resonando al suelo. La espada de Aragorn, inmóvil en la mano tiesa, se encendió con un fuego súbito. Legolas dio un grito y soltó una flecha que subió en el aire y se desvaneció en un estallido de llamas.

—¡Mithrandir! —gritó—. ¡Mithrandir!

—¡Feliz encuentro, te digo a ti otra vez, Legolas! —exclamó el viejo.

Todos tenían los ojos fijos en él. Los cabellos del viejo eran blancos como la nieve al sol; y las vestiduras eran blancas y resplandecientes; bajo las cejas espesas le brillaban los ojos, penetrantes como los rayos del sol; y había poder en aquellas manos. Asombrados, felices y temerosos, los compañeros estaban allí de pie y no sabían qué decir.

Al fin Aragorn reaccionó.

—¡Gandalf! —dijo—. ¡Más allá de toda esperanza regresas ahora a asistirnos! ¿Qué velo me oscurecía la vista? ¡Gandalf!

Gimli no dijo nada; cayó de rodillas, cubriéndose los ojos.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Frodo y Sam en Emyn Muil contemplan las Ciénagas de los Muertos, por el artista chileno Carlos Palma Cruchaga)

“—¡Entonces sabes algo de Frodo! —exclamó Gimli—. ¿Cómo le van a él las cosas?

—No puedo decirlo. Ha escapado a un peligro grande, pero otros muchos le aguardan aún. Ha resuelto ir solo a Mordor, y ya se ha puesto en camino; eso es todo lo que puedo decir.

—No solo —dijo Legolas—. Creemos que Sam lo acompaña.

—¿Sam? —dijo Gandalf, y una luz le pasó por los ojos, y una sonrisa le iluminó la cara—. ¿Sam, de veras? No sabía nada, y sin embargo no me sorprende. ¡Bien! ¡Muy bien! Me sacáis un peso del corazón. Tenéis que decirme más. Ahora sentaos junto a mí y contadme la historia de vuestro viaje.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Ents y Ucornos, por el artista argentino Gonzalo Kenny)

“—¡Peligroso! —exclamó Gandalf—. Y yo también lo soy, muy peligroso, más peligroso que cualquier otra cosa que hayáis encontrado hasta ahora, a menos que os lleven vivos a la residencia del Señor Oscuro. Y Aragorn es peligroso, y Legolas es peligroso. Estás rodeado de peligros, Gimli hijo de Glóin, pues tú también eres peligroso, a tu manera. En verdad el bosque de Fangorn es peligroso, y más aún para aquellos que en seguida echan mano al hacha; y Fangorn mismo, él también es peligroso; aunque sabio, y bueno. Pero ahora la larga y lenta cólera de Fangorn está desbordando, y comunicándose a todo el bosque. La llegada de los hobbits y las noticias que le trajeron fueron la gota que colmó el vaso; pronto esa cólera se extenderá como una inundación, volviéndose contra Saruman y las hachas de Isengard. Está por ocurrir algo que no se ha visto desde los Días Antiguos: los Ents despertarán, y descubrirán que son fuertes.

—¿Qué harán entonces? —preguntó Legolas, sorprendido.

—No lo sé —dijo Gandalf—. Y no creo que ellos lo sepan.

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Théoden, por la artista polaca Anna Kulisz)

“—¡Vamos, Aragorn hijo de Arathorn! —dijo—. No lamentes tu elección en el valle de Emyn Muil, ni hables de una persecución vana. En la duda elegiste el camino que te parecía bueno; la elección fue justa, y ha sido recompensada. Pues nos hemos reencontrado a tiempo, y de otro modo nos hubiésemos reencontrado demasiado tarde. Pero la busca de tus compañeros ha concluido. La continuación de tu viaje está señalada por la palabra que diste. Tienes que ir a Edoras y buscar a Théoden. Pues te necesitan. La luz de Andúril ha de descubrirse ahora en la batalla por la que ha esperado durante tanto tiempo. Hay guerra en Rohan, y un mal todavía peor; la desgracia amenaza a Théoden.

—¿Entonces ya no veremos otra vez a esos alegres y jóvenes hobbits? —preguntó Legolas.

—No diría eso —respondió Gandalf—. ¿Quién sabe? Tened paciencia. Id a donde tenéis que ir, ¡y confiad! ¡A Edoras! Yo iré con vosotros.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Faramir, por la artista francesa Aurore Folny)

“Pues tengo la misión de dar muerte a todos los que encuentre en estas tierras sin autorización del Señor de Gondor. Pero yo no mato sin necesidad ni a hombre ni a bestia, y cuando es necesario no lo hago con alegría. Tampoco hablo en vano.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Cuarto, capítulo 5: Una ventana al Oeste).

 

(Galadriel, por la artista rusa Olga Kolesnikova)

“Se me pidió que a Aragorn le dijera esto:

¿Dónde están ahora los Dúnedain, Elessar, Elessar?

¿Por qué, tus gentes andan errantes allá lejos?

Cercana está la hora en que volverán los Perdidos

y del Norte descienda la Compañía Gris.

Pero sombría es la senda que te fue reservada:

los Muertos vigilan el camino que lleva al Mar.

‘A Legolas le envió este mensaje:

Legolas Hojaverde, mucho tiempo bajo el árbol

en alegría has vivido. ¡Ten cuidado del Mar!

Si escuchas en la orilla la voz de la gaviota,

nunca más descansará tu corazón en el bosque.

Gandalf calló y cerró los ojos.

—¿No me envió ella entonces ningún mensaje? —dijo Gimli e inclinó la cabeza.

—Oscuras son esas palabras —dijo Legolas—, y poco significan para quien las recibe.

—Eso no es ningún consuelo —dijo Gimli.

—¿Qué pretendes? —dijo Legolas—. ¿Que ella te hable francamente de tu propia muerte?

—Sí, si no tiene otra cosa que decir.

—¿Qué estáis hablando? —les preguntó Gandalf, abriendo los ojos—. Sí, creo adivinar el sentido de esas palabras. ¡Perdóname, Gimli! Estaba rumiando esos mensajes otra vez. Pero en verdad ella me pidió que te dijera algo, ni triste ni oscuro.

‘«A Gimli hijo de Glóin —me dijo—, llévale el beneplácito de su Dama. Portador del rizo, a donde quiera que vayas mi pensamiento va contigo. ¡Pero cuida de que tu hacha se aplique al árbol adecuado!»

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Gandalf y Sombragrís, por el artista inglés Peter Xavier Price)

“—Viene más de un caballo —dijo Aragorn.

—Por cierto —dijo Gandalf—. Somos una carga demasiado pesada para uno solo.

—Hay tres —dijo Legolas, que observaba la llanura—. ¡Mirad cómo corren! Allí viene Hasufel, ¡y mi amigo Arod viene al lado! Pero hay otro que encabeza la tropa: un caballo muy grande. Nunca vi ninguno parecido.

—Ni nunca lo verás —dijo Gandalf—. Ése es Sombragrís. Es el jefe de los Mearas, señores de los caballos, y ni siquiera Théoden, Rey de Rohan, ha visto uno mejor. ¿No brilla acaso como la plata, y corre con la facilidad de una rápida corriente? Ha venido por mí: la cabalgadura del Caballero Blanco. Iremos juntos al combate.

El viejo mago hablaba aún cuando el caballo grande subió la pendiente hacia él: le brillaba la piel, las crines le flotaban al viento. Los otros dos animales venían lejos detrás. Tan pronto como Sombragrís vio a Gandalf, aminoró el paso y relinchó con fuerza; luego se adelantó al trote e inclinando la orgullosa cabeza frotó el hocico contra el cuello del viejo.

Gandalf lo acarició.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Tercero, capítulo 5: El Caballero Blanco).

 

(Frodo, Sam y Gollum en las Ciénagas de los Muertos, por la artista sueca Inger Edelfeldt)

“Pronto la oscuridad fue total: el aire mismo parecía negro y pesado. Cuando aparecieron las luces, Sam se restregó los ojos: pensó que estaba viendo visiones. La primera la descubrió con el rabillo del ojo izquierdo: un fuego fatuo que centelleó un instante débilmente y desapareció; pero pronto asomaron otras: algunas como un humo de brillo apagado, otras como llamas brumosas que oscilaban lentamente sobre cirios invisibles; aquí y allá se retorcían como sábanas fantasmales desplegadas por manos ocultas. Pero ninguno de sus compañeros decía una sola palabra.

Por último Sam no pudo contenerse.

—¿Qué es todo esto, Gollum? —dijo en voz baja—. ¿Estas luces? Ahora nos rodean por todas partes. ¿Nos han atrapado? ¿Quiénes son?

Gollum alzó la cabeza. Se encontraba delante del agua oscura, y se arrastraba en el suelo, a derecha e izquierda, sin saber por dónde ir.

—Sí, nos rodean por todas partes —murmuró—. Los fuegos fatuos. Los cirios de los cadáveres, sí, sí. ¡No les prestes atención! ¡No las mires! ¡No las sigas! ¿Dónde está el amo?”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Cuarto, capítulo 2: A través de las ciénagas).

 

(Las Ciénagas de los Muertos, por el artista noruego Henning Ludvigsen)

—¿Quiénes son? ¿Qué son? —preguntó Sam con un escalofrío, volviéndose a Frodo que ahora estaba detrás de él.

—No lo sé —dijo Frodo con una voz soñadora—. Pero yo también las he visto. En los pantanos, cuando se encendieron las luces. Yacen en todos los pantanos, rostros pálidos, en lo más profundo de las aguas tenebrosas. Yo las vi: caras horrendas y malignas, y caras nobles y tristes. Una multitud de rostros altivos y hermosos, con algas en los cabellos de plata. Pero todos inmundos, todos putrefactos, todos muertos. En ellos brilla una luz tétrica. —Frodo se cubrió los ojos con las manos.— Ahora sé quiénes son; pero me pareció ver allí Hombres y Elfos, y orcos junto a ellos.

—Sí, sí —dijo Gollum—. Todos muertos, todos putrefactos. Elfos y Hombres y Orcos. Las Ciénagas de los Muertos. Hubo una gran batalla en tiempos lejanos, sí, eso le contaron a Sméagol cuando era joven, cuando yo era joven y el Tesoro no había llegado aún. Fue una gran batalla. Hombres altos con largas espadas, y Elfos terribles, y Orcos que aullaban. Pelearon en el llano durante días y meses delante de las Puertas Negras. Pero las ciénagas crecieron desde entonces, engulleron las tumbas; reptando, reptando siempre.

—Pero eso pasó hace una eternidad o más —dijo Sam—. ¡Los Muertos no pueden estar ahí realmente! ¿Pesa algún sortilegio sobre el País Oscuro?

—¿Quién sabe? Sméagol no sabe —respondió Gollum—. No puedes llegar a ellos, no puedes tocarlos. Nosotros lo intentamos una vez, sí, tesoro. Yo traté una vez; pero son inalcanzables. Sólo formas para ver, quizá, pero no para tocar. ¡No, tesoro! Todos muertos.

Sam lo miró sombríamente y se estremeció otra vez, creyendo adivinar por qué razón Sméagol había intentado tocarlos.”

(‘El Señor de los Anillos. Las dos torres‘. Libro Cuarto, capítulo 2: A través de las ciénagas).

 

Año 120 de la Cuarta Edad del Sol:

* Muerte del Rey Elessar. Eldarion se convierte en el segundo rey del Reino Reunido de Arnor y Gondor.

 

(Rath Dínen, por el artista checo Matěj Čadil)

“Entonces, fue a la Casa de los Reyes en la Calle del Silencio, y se tendió en el largo lecho que le habían preparado. Allí le dijo adiós a Eldarion, y le puso en las manos la corona alada de Gondor y el cetro de Arnor; y entonces todos se retiraron excepto Arwen, y allí se quedó junto al lecho de Aragorn. Y no obstante su gran sabiduría y su mismo linaje, no pudo dejar de suplicarle que se quedara todavía por algún tiempo. Aún no estaba cansada de los días, y ahora sentía el sabor amargo de la mortalidad que ella misma había elegido.”

(Apéndices de ‘El Señor de los Anillos‘. Apéndice A: Anales de los Reyes y Gobernantes. I. Los Reyes Númenóreanos – (v). Un fragmento de la historia de Aragorn y Arwen).

 

(Arwen llega a Cerin Amroth a morir, por la artista estadounidense Kim Kincaid)

“»’Así parece —dijo él—. Pero no nos dejemos abatir en la prueba final, nosotros que otrora renunciamos a la Sombra y al Anillo. Con tristeza hemos de separarnos, mas no con desesperación. ¡Mira! No estamos sujetos para siempre a los círculos del mundo, y del otro lado hay algo más que recuerdos. ¡Adiós!’

» ‘¡Estel, Estel!’, exclamó Arwen, y mientras le tomaba la mano y se la besaba, Aragorn se quedó dormido. Y de pronto, se reveló en él una gran belleza, una belleza que todos los que más tarde fueron a verlo contemplaron maravillados, porque en él veían unidas la gracia de la juventud y el valor de la madurez, y la sabiduría y la majestad de la vejez. Y allí yació largo tiempo, una imagen del esplendor de los Reyes de los Hombres en la gloria radiante anterior al desgarramiento del mundo.

»Pero Arwen salió de la Casa, y la luz se le había extinguido en los ojos, y a los suyos les pareció que se había vuelto fría y gris como un anochecer de invierno que llega sin una estrella.”

(Apéndices de ‘El Señor de los Anillos‘. Apéndice A: Anales de los Reyes y Gobernantes. I. Los Reyes Númenóreanos – (v). Un fragmento de la historia de Aragorn y Arwen)

 

(*) Nota importante: Aunque el Calendario de la Comarca no coincide con el calendario Gregoriano (hay una diferencia de 10 u 11 días entre uno y otro dependiendo del día en el que se celebre el solsticio de verano), hemos decidido publicar los acontecimientos según su fecha original y no adaptar las fechas a nuestro calendario (de hacerlo, el 25 de marzo del Calendario de la Comarca sería nuestro 14 ó 15 de marzo). Nos parece lo más lógico no solo para evitar confusiones sino para mantener la coherencia con el hecho de celebrar el Día Internacional de Leer a Tolkien el 25 de marzo (fecha en la que se derrotó a Sauron) y el Día Hobbit el 22 de septiembre (fecha de los cumpleaños de Bilbo y Frodo).

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