Se cumplen cien años del día en el que J.R.R. Tolkien entró en combate por primera vez en el Somme cuando su batallón se unió a la ofensiva del ejército británico sobre Ovillers.

A eso de las 2 de la madrugada del 15 de julio de 1916 el 11º Batallón de Fusileros de Lancashire al que pertenecía J.R.R. Tolkien inició su asalto sobre la localidad francesa de Ovillers. A diferencia de lo que había ocurrido unos días antes cuando el batallón fuera movilizado por primera vez, en esta ocasión Tolkien participó en la ofensiva. Habían pasado dos semanas desde que se iniciara la sangrienta Batalla del Somme, y el ejército británico no había conseguido avances significativos. Para entonces, Tolkien ya era consciente de la atroz carnicería que se estaba llevando a cabo en el Somme: en sus primeros días en acción, el 11º de Fusileros de Lancashire había sufrido más de 150 bajas, incluido el capitán de la Compañía a la que pertenecía Tolkien, la “A”. Días que Tolkien había pasado en el pequeño pueblo de Bouzincourt, en la oficina de señales de la 25ª división, pueblo en el que se reencontró con su gran amigo G.B. Smith. Mientras, tanto la procesión de heridos procedentes del frente como las sepulturas en el cementerio de la localidad francesa no hacían sino aumentar.

Se debe hacer raro leer estos artículos en una web dedicada a la obra literaria de un autor, y os aseguramos que a nosotros también se nos hace igual de raro el escribirlos, pero es innegable que la Primera Guerra Mundial tuvo un gran impacto en la vida de Tolkien y que fue una gran fuente de inspiración para sus obras.

(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución)

J.R.R. Tolkien en 1916

También queremos aprovechar para recordaros que además de los artículos que escribamos en la web acerca de las vivencias de Tolkien en la Primera Guerra Mundial, en nuestra página de Facebook y en nuestra cuenta de Twitter estamos recordando cada uno de los días de Tolkien en la Gran Guerra desde que recibiera las órdenes de su traslado a Francia el día 2 de junio.

 

“y ahora se veían a sí mismos como imágenes de una pesadilla hecha realidad, y no comprendían esta guerra ni por qué el destino los había puesto en semejante trance.”

(‘El Señor de los Anillos: El retorno del Rey‘. Libro Quinto, capítulo 10: La Puerta Negra se abre).

 

Como os contamos, Tolkien había llegado a Francia hacía algo más de un mes, el 6 de junio de 1916. Mientras esperaba las órdenes de su batallón, pasó veinte días en el campamento de la Fuerza Expedicionaria Británica en Étaples recibiendo un adiestramiento adicional, un entrenamiento durísimo que sin embargo no podía prepararlo para el horror del que sería testigo en el Somme. El martes 27 de junio Tolkien recibió las órdenes para que se incorporara a su batallón como oficial de señales, y ese mismo día se puso en camino. El 11º de Fusileros de Lancashire estaba emplazado en granjas y graneros del pueblo de Rubempré, una localidad muy cercana a Amiens. Tolkien llegó a Amiens el 28 de junio, donde pudo contemplar la magnífica catedral de Notre Dame antes de incorporarse a su batallón, cosa que hizo al atardecer, totalmente empapado por la tormenta que había estallado durante su caminata.

Catedral de Notre Dame de Amiens, 1916

(Catedral de Notre Dame de Amiens (agosto de 1916). Fotografía © Imperial War Museum (Q 80293))

Hacía varias semanas que entre los soldados británicos corría el rumor de que se acercaba un gran “espectáculo”. Y no se equivocaban. Tres días antes de que Tolkien recibiera sus órdenes, el sábado 24 de junio, la artillería británica comenzó a bombardear de forma implacable las posiciones alemanas al norte del río Somme. El bombardeo fue constante, día y noche, durante ocho días. Las horas de ejercicio físico, instrucción y marchas se sucedían para Tolkien y para los hombres de su batallón con el permanente rugido de los cañones británicos como banda sonora. Tolkien sentía más afinidad con los soldados del 11º de Fusileros de Lancashire que con los demás oficiales, aunque al ser un oficial no se le permitía relacionarse con sus subordinados. Como alférez, de él sólo se esperaba que les inculcara disciplina, y en el mejor de los casos, les inspirara afecto y lealtad. Tolkien llegó a odiar su posición. “El trabajo más impropio de cualquier hombre (…) es ser jefe de otros hombres”, rememoraría más tarde.

G.B. Smith, J.R.R. Tolkien, Christopher Wiseman y R.Q. Gilson

(G.B. Smith, J.R.R. Tolkien, Christopher Wiseman y R.Q. Gilson. Los “cuatro inmortales” en la Gran Guerra).

Afortunadamente el alto mando británico había decidido que el 11º de Fusileros de Lancashire no participara en la gran ofensiva preparada para el 1 de julio, reservándolo para ataques adicionales. No tuvieron tanta suerte el 19º de Fusileros de Lancashire (conocido como los Camaradas de Salford) y el 11º Batallón del Regimiento Suffolk (conocido como los Cambridgeshires), los batallones a los que estaban destinados G.B. Smith y R.Q. Gilson, dos de los “cuatro inmortales”, íntimos amigos de Tolkien y miembros de la T.C.B.S.

En la noche del 30 de junio la 74ª brigada, de la que formaba parte el batallón de Tolkien, se trasladó hacia el pueblo de Warloy-Baillon, adonde llegó alrededor de la 1 de la madrugada, a sólo 11 kilómetros de la línea del frente. En aquellos momentos casi nadie dudaba de que el gran “espectáculo” estuviera a punto de empezar. Unas horas después, el temido “espectáculo” comenzó.

 

“Hubo un estallido atronador, una brusca llamarada, y humo.”

(‘El Señor de los Anillos: Las Dos Torres‘. Libro Tercero, capítulo 7: El Abismo de Helm).

 

Diez minutos antes de que comenzara el ataque, a las 7:20 del 1 de julio, la artillería británica redobló la intensidad del bombardeo. Oficiales y soldados británicos pensaban que la ofensiva sería casi un paseo triunfal, ya que daban por hecho que las posiciones alemanas habrían sido destruidas o que los soldados alemanes se habrían retirado. Unos minutos antes de la hora cero, una gran explosión subterránea señaló el inicio de la Batalla del Somme.

Explosión de la mina Hawthorn Ridge el 1 de julio de 1916

(Explosión de la Mina Rochnagar el 1 de julio de 1916. Fotografía del teniente Ernest Brooks. © Imperial War Museum (Q 754))

Durante semanas, soldados del cuerpo de ingenieros del ejército británico habían excavado túneles y minas hasta llegar a las líneas enemigas. Veinticuatro toneladas de nitrato de amonio mezclado con aluminio fueron detonadas y el resultado fue una explosión que según los informes de la época, se llegó a escuchar incluso en Londres.

 

“… las armas se les caían de las manos temblorosas, y la mente invadida por las tinieblas ya no pensaba en la guerra, sino tan sólo en esconderse, en arrastrarse, y morir.”

(‘El Señor de los Anillos: El retorno del Rey‘. Libro Quinto, capítulo 4: El sitio de Gondor).

 

Así comenzó la jornada más sangrienta de la historia del ejército británico. En el primer día de la Batalla del Somme, las tropas británicas sufrieron algo más de 57.000 bajas, de las cuales algo más de 19.000 fueron víctimas mortales. Entre los caídos en el primer día de combates se encontraba R.Q. Gilson, quien falleció a causa de la explosión de un obús cerca de las ruinas de La Boisselle cuando lideraba el avance de los Cambridgeshire, cumpliéndose así dos de sus temores. “Espero no tener que encontrarme nunca al mando de la compañía cuando estemos en las trincheras”, dijo Gilson una vez, quien también afirmó a menudo que si moría, esperaba hacerlo “en un lance heroico y no alcanzado por un obús o por una bala perdida en las trincheras”.

Robert Quilter Gilson

Gilson sentía un gran cariño hacia sus hombres, afecto que era correspondido, como demuestran los testimonios de los oficiales y soldados que sirvieron con él. Era “querido por todos los hombres del pelotón y, me permito decir, de la compañía, puesto que era muy buen oficial y un buen líder”, escribió Albert Edward Bradnam, ordenanza de Gilson, que resultó herido el primer día de la Batalla del Somme.

“No sirve de nada torturar a la gente con cartas de adiós: no es como si fuésemos hijos pródigos. Los que sobrevivan escribirán cuanto sea necesario”, le dijo Gilson a un amigo durante una de las muchas noches que pasó junto a las ruinas de la ciudad francesa de Albert. Tolkien no se enteró de la muerte de su amigo hasta más de dos semanas después, cuando el 17 de julio recibió una carta de G.B. Smith en la que le anunciaba la triste noticia. Os recordamos que la King Edward’s School de Birmingham ha producido el documental ‘Memoirs of an Infantry Officer (Memorias de un oficial de infantería), en el que se relatan las vivencias de Gilson durante la guerra a través de las cartas que escribió durante la contienda.

Oficiales de señales cerca de Bouzincourt (julio 1916). Fotografía © IWM (Q 149)

(Oficiales de señales cerca de Bouzincourt (julio 1916). Fotografía © Imperial War Museum (Q 149))

El 3 de julio, la brigada de Tolkien dejó Warloy y se encaminó hacia Bouzincourt, momento en el que Tolkien tuvo su primera experiencia con fuego real. Bouzincourt se encontraba a sólo 5 kilómetros de la línea del frente, y antes de que la brigada de Tolkien llegara, el pueblo fue bombardeado por la artillería alemana. A pesar del horror que se desarrollaba a apenas unos kilómetros de distancia, la estancia en Bouzincourt era relativamente tranquila. Los hombres del 11º de Fusileros de Lancashire habían vuelto a su entrenamiento, a menudo bajo la lluvia. Lo único que rompía la rutina eran los soldados que regresaban heridos del frente. Eso y que los hombres del batallón de Tolkien formaban grupos de trabajo para cavar nuevas sepulturas en el cementerio de Bouzincourt.

Desde que se iniciara la batalla, Tolkien no había dejado de preocuparse por sus amigos Gilson y Smith, se preguntaba qué había sido de ellos y rogaba para que ambos estuvieran a salvo. El jueves 6 de julio el 11º de Fusileros de Lancashire marchó para apoyar a su división en nuevos ataques, pero Tolkien permaneció en Bouzincourt, en la oficina de señales que dirigía las comunicaciones de toda la 25ª división. La oficina había sufrido graves daños unos días antes durante un bombardeo, quedando el cableado totalmente destruido. La fortuna sonrió a Tolkien, no sólo porque retrasó su entrada en acción, sino porque el 6 de julio su gran amigo G.B. Smith llegó a Bouzincourt.

Entrada al cementerio de Bouzincourt. © IWM (Q 1542)

(Entrada al cementerio de Bouzincourt (octubre de 1916). Fotografía del teniente Ernest Brooks. © Imperial War Museum (Q 1542))

Smith llegó solo, los restos de los Camaradas de Salford llegarían al día siguiente, y sin duda el alivio que sintió Tolkien al ver a su amigo sano y salvo tuvo que ser absoluto. Smith estaba agotado, tras pasar 70 horas seguidas bajo el fuego alemán. Mientras Tolkien trabajaba para reparar el cableado de la oficina de señales de Bouzincourt, Smith se preocupaba de reorganizar su diezmado batallón. A pesar de sus obligaciones ambos pasaron juntos todo el tiempo que pudieron, hablando de la guerra, esperando noticias de su amigo R.Q. Gilson (ninguno de los dos sabía que había fallecido el 1 de julio), y recuperando el espíritu de la T.C.B.S. hablando de poesía y de lo que les depararía el futuro.

Tolkien y Smith no tardaron en separarse de nuevo, ya que los Camaradas de Salford se marcharon de Bouzincourt el viernes 8 de julio para volver a las trincheras. Dos días después, el lunes 10 de julio, el 11º de Fusileros de Lancashire regresó exhausto a la pequeña aldea agrícola de Bouzincourt y Tolkien se reincorporó a su batallón. Tras cuatro días participando en la ofensiva sobre las posiciones alemanas de Ovillers, el batallón había perdido a 56 hombres entre muertos y desaparecidos (incluido Frederick Dunn, el joven capitán de la Compañía “A” a la que pertenecía Tolkien) y sumaba el doble de heridos. Tras unas horas de descanso, el batallón marchó hacia Senlis-le-Sec, un pueblo a un kilómetro al oeste de Bouzincourt, es decir, alejado un kilómetro más de la línea del frente.

Camino a Ovillers (septiembre 1916). © IWM (Q 1469)

(Camino a Ovillers (septiembre 1916). Fotografía del teniente Ernest Brooks. © Imperial War Museum (Q 1469))

El batallón permaneció unos días en la aldea francesa hasta que el jueves 14 de julio llegaron nuevas órdenes que destinaban al 11º de Fusileros de Lancashire a la ofensiva sobre Ovillers. El batallón dejó Senlis-le-Sec a mediodía, y en esta ocasión Tolkien marchaba con sus compañeros. Avanzaban por el camino que llevaba a la localidad de Albert atravesando el pueblo de Bouzincourt y el valle del río Acre, un camino que bullía de actividad: soldados y oficiales de diversas compañías descansaban o marchaban en una u otra dirección junto a algunos camiones y carros o carretas tirados por caballos o mulas. El incesante cañoneo de la artillería, bien para bombardear las posiciones enemigas bien para entrenar, era la banda sonora que acompañaba a los hombres.

A la caída de la tarde al 11º de Fusileros de Lancashire y al 2º Batallón de los Royal Irish Rifles se les ordenó que se separaran del resto de la 74ª brigada: iban a participar en el “espectáculo” preparado para esa noche. Tras avanzar con cautela ambos batallones llegaron al cuartel general de las otras dos brigadas que formaban parte de la 25ª división de infantería. Más allá se extendía la tierra de nadie, un espacio yermo cubierto de cadáveres (algunos llevaban pudriéndose allí desde el 1 de julio) y cráteres, y tras ella se elevaba amenazante la colina de Ovillers. Ya de noche el 11º de Fusileros de Lancashire y el 2º de los Royal Irish Rifles entraron en La Boisselle y no tardaron en llegar al laberinto de trincheras construidas por británicos y alemanes. Los hombres avanzaban lentamente, en fila de a uno, cerca de la calzada romana que unía Albert con Bapaume. En su camino atravesaron tierra recién ganada a los alemanes (los soldados comprobaron con pesadumbre que las trincheras alemanas eran más seguras y estaban mejor equipadas que las suyas), y Tolkien pudo contemplar en primera persona la magnitud del horror del Somme.

 

“Haudh-en-Ndengin la llamaron los Elfos, la Colina de los Muertos, y Haudh-en-Nirnaeth, la Colina de las Lágrimas.”

(‘El Silmarillion‘. Quenta Silmarillion, capítulo 20: De la quinta batalla: Nirnaeth Arnoediad).

 

Poco antes de medianoche comenzó el “espectáculo” cuando la 7ª brigada atacó las posiciones alemanas al sur de la colina de Ovillers. Tolkien y el resto de su batallón estaban preparados para unirse al ataque, pero éste fue rechazado por los defensores alemanes. Las tropas de reserva, entre las que se encontraba el 11º de Fusileros de Lancashire, recibieron la orden de unirse a un nuevo ataque a las dos de la madrugada. En medio de lo que John Garth describe como una “tormenta de balas y un caos de alambradas”, los hombres del 11º de Fusileros de Lancashire cargaban con las bayonetas caladas, pero a duras penas pudieron llegar a su propia trinchera avanzada. La Luna brillaba aquella noche, y el cielo se iluminaba a menudo con el resplandor de la artillería y de las bengalas, lo que facilitaba a las ametralladoras alemanas localizar objetivos.

En ese caos y en un terreno embarrado Tolkien intentaba ejercer su labor como oficial de señales lo mejor que podía, una labor apenas un poco más segura que la del resto de sus compañeros. La efectividad y la rapidez en las comunicaciones entre el frente y el cuartel general era vital. Algunos de los soldados de señales del batallón llevaban bobinas de cable para poder instalar estaciones de teléfono en el territorio recién capturado, pero en plena refriega, el teléfono era sólo un recurso extremo. Los primitivos timbres Morse se podían llegar a escuchar en un radio de hasta trescientos metros, por lo que cualquier mensaje enviado de ese modo podía ser interceptado fácilmente por el enemigo. Las comunicaciones mediante banderas no tenían sentido en mitad de la noche, y el uso de bengalas o lámparas tampoco eran una opción, ya que atraían a los francotiradores enemigos. Al final las comunicaciones dependían casi enteramente de mensajeros, lo que reducía tanto la efectividad como la inmediatez de las mismas.

Trinchera de comunicaciones británica en Ovillers (julio 1916). © IWM (Q 889)

(Trinchera de comunicaciones británica en Ovillers (julio de 1916). Fotografía del teniente Ernest Brooks. © Imperial War Museum (Q 889))

Finalmente los atacantes se replegaron sin lograr ningún avance significativo y dejando tras de sí numerosas bajas. El 11º de Fusileros de Lancashire se retiró a una zona más segura y por la tarde regresó a La Boisselle para realizar tareas de abastecimiento. Mientras tanto, el resto de su brigada continuaba estrellándose contra el laberinto de trincheras que protegían la cara sur de la ladera de Ovillers. La artillería alemana cesó su bombardeo sobre La Boisselle, y Tolkien pudo acostarse en una de las trincheras que los alemanes habían construido para defender el pueblo.

El batallón de Tolkien fue nuevamente requerido esa misma tarde para unirse a una nueva ofensiva. Previsto para las diez de la noche, el ataque finalmente se pospuso a la 1 de la madrugada del 16 de julio. A diferencia de lo que ocurriera la noche anterior, en esta ocasión el 11º de Fusileros de Lancashire no participó en el asalto, y mientras Tolkien se esforzaba en transmitir las distintas órdenes, los hombres de su batallón pudieron ver el “espectáculo” desde la retaguardia.

Trinchera de Ovillers (julio 1916) © IWM (Q 3990)

(Soldados de la Compañía “A” del 11º Batallón del Regimiento Chesire en una trinchera de Ovillers (julio 1916). Fotografía del teniente John Warwick Brooke © Imperial War Museum (Q 3990))

Os recordamos que hace unos días os contamos que Simon Tolkien, nieto de J.R.R. Tolkien, había publicado su quinta novela ‘No Man’s Land‘, un libro inspirado en las experiencias de su abuelo durante la Batalla del Somme.

Si queréis conocer en profundidad las vivencias de Tolkien antes y durante la Primera Guerra Mundial, las secuelas que le causó y cómo influyó en su vida y Obra, os recomendamos que leáis el libro ‘Tolkien y la Gran Guerra‘, de John Garth, fuente principal a la hora de redactar este artículo.

Nos gustaría acabar con unas palabras que le escribió J.R.R. Tolkien a su hijo Christopher en una de sus cartas durante la Segunda Guerra Mundial.

“El estúpido desperdicio de la guerra es tan enorme, no sólo material, sino también moral y espiritual, que desconcierta a quienes tienen que soportarlo.”

(‘Cartas de J.R.R. Tolkien‘, carta #064).

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