Nunca había visto nada similar. Había llegado a la Tierra Media para resolver disputas entre los habitantes de ella. Pero se encontró con cosas que sus ojos jamás habían visto: orcos, árboles parlantes, leguas de hierba, jinetes al galope, fulgurantes cuevas, blancas torres, palacios dorados, batallas y altos navíos que navegan. Y no pudo más que enamorarse de aquel sitio a sus anchas con todas sus virtudes y todos sus defectos. Amó tanto a sus habitantes que ya no quiso volver al Oeste. La variedad de la Tierra Media la deslumbró y sólo quiso vivir allí hasta el fin del mundo tal como lo conocía. Así lo hizo, nadie pudo impedírselo, ni siquiera las adversidades más grandes que cualquier hombre puede encontrar en estas peligrosas tierras.

Pero un día… algo extraño surgió en su corazón de valië… Deseaba volver a Valinor pero ya no hubo ningún barco para ella. Jamás pudo volver al origen de todo su amor y nunca más cantó ante Eru. Su voz se apagó cuando cayó el sol en los Puertos Grises y nadie más la vio con sus propios ojos… Sólo escucharon la leyenda de Iriel Nebeth, la valië que amó tanto a la Tierra Media que fue desterrada de Valinor y despojada de su magia… para siempre.