Perfil Básico
| Nombre | Elen-Formen |
| Fecha de nacimiento: | 1900-12-18 |
Ficha de Personaje
| Nombre del Personaje | Loth-Loss |
| Raza | Elfa Noldo |
| Lugar de la Tierra Media | Eryn-Dînen |
| Descripción del Personaje | Elfa Noldo, discipula de Aule y Finwë. Hija y nieta de los altos elfos. Natural de Elende. Una auténtica Calaquendi o elfa de la luz. De delicadas proporciones, no posee una gran estatura y su esbeltez no le quita contundencia la belleza de sus formas. Su cabeza de finos rasgos está coronada por largos y brillantes cabellos rojos cual sangre joven. Su rostro de finos y nobles rasgos está emarcado por sus profundos ojos verdes, de singular belleza. Que parecen traspasar el cuerpo de quien osa obsérvalos, su mirada cándida e inocente en un principio, transmite odio, llenando de miedo y temor a sus adversarios. Pálida, de piel tersa y marfilínea, labios fríos, pues de su boca apenas emana el calor de la vida, de color llamativo según algunos semejantes al carmín en el grado más puro de su pigmentación, llenos de seducción. Dejan escapar una voz melodiosa pero hechizante y llena de malicia. Su silueta la dibuja su delicado cuerpo. Frágil en apariencia tiene el aspecto común de una doncella con la salvedad de los años que han visto pasar, que aparentemente no la han tocado, pues en ella no se muestran ningún signo de vejez o de cansancio por el transcurso del tiempo y sin embargo la han dotado de fuerza y destreza singulares. De mente aguda y rápida, inteligente y sabia, desde tierna edad dedicó largos años al estudio y al aprendizaje de todo tipo de artes y magias. Tras el horrible designio de su vida profundizó búsqueda en artes consideradas prohibidas y saberes ocultos, también llamadas Morgul, que designaron su camino hacia un destino maldito, lleno de lucha y de dolor. Utiliza su gran saber en favor de su propio beneficio, casi nunca ofrece su ayuda a menos que considere que puede serle de ayuda en algun caso. Viste frecuentemente con un largo vestido azul cielo, de corte típicamente elfico, plagado de delicados brocados y laboriosos bordados con cristales tallados, bajo sus largas mangas de seda y terciopelo se oculta una daga Êgrhach, pequeña y afilada, dispuesta siempre a dar la puñalada traicionera. En su cintura cuelga un cinturón azul oscuro bordado cuidadosamente con hilos de plata, que sustenta su espada Megilmorn, la cual maneja a la perfección. Se protege de las miradas indiscretas con una capa larga, en tono azul turquesa, que fue tejida con un hilo elaborado mismísima Serindë. Dicha capa pese a ser liviana y no muy gruesa, tiene la asombrosa capacidad de poder ocultar a quien la viste, si su dueño así lo desea, y de cuya capucha tan sólo sobresalen unos rojizos mechones de su larga cabellera. Sobre su frente descansa una hermosa gema Luinil (a modo de corona), un regalo de Feänor, único bello recuerdo de su tortuoso pasado. En sus pálidas y delicadas manos porta un cetro mágico Lûthmîr ricamente elaborado en plata y oro y decorado con bellas piedras, que ayuda a Loth-Loss a contener el poder de sus hechizos. En el dedo anular de su mano izquierda porta un anillo Gildin de cristal con propiedades curativas otorgado por Ulmo. Su agilidad y fuerza son sorprendentes. Gran luchadora, no se rinde ante nada y ante nadie. Pese a su aspecto de doncella pura y frágil sabe sobrevivir a las circunstancias más duras. Perfecta esgrima, amazona y tiradora de arco. Sus malas artes la especializan en emboscadas y traiciones. Asesina, fría y calculadora. Sabe utilizar a la perfección su aspecto inocente para embaucar a su oponente y sorprenderle al más mínimo de sus descuidos Orgullosa y temible, permanece impasible ante la bondad y la nobleza del resto de los seres. Amante de la noche una de sus pasiones es pasear en la oscuridad de la noche entre la espesa foresta de los bosques. Amiga de las criaturas nocturnas, cría y cuida de las más dispares bestias, lobos, zorros, búhos, lechuzas, murciélagos… De los que obtiene sus favores mediante un vasallaje que establece con ellos. Sus más fieles siervos son: su cuervo Lumbo “Nube oscura” un curioso ejemplar, de brillantes plumas negras y pico plateado, que la acompaña donde quiera que vaya, fue criado por la joven desde que salió del cascarón, su principal misión es ser los ojos de Loth-Loss en las alturas, rapaz innoble ladrona en suma, produce pequeños hurtos durante sus labores de espionaje. El purasangre llamado Morne “Noche” por su hermoso y cuidado pelaje negro, que fue domado por la mismísima elfa, no sin dificultades, debido al estado salvaje en el que se lo encontró. Apodada como Nînsaer “Lágrima Amarga” por su tortuosa y triste infancia, se gano a pulso el sobrenombre de Naegwen “La doncella del dolor” debido la crueldad que emplea en la lucha con sus enemigos. |
| Historia del Personaje | Los elfos Noldor, llamados también los eruditos, los sabios y en ocasiones nombrados altos elfos. Así somos conocidos o así nos hemos dado a conocer. A mi parecer inmerecidamente, yo que llevo en mis venas su sangre, os digo ahora que no somos más hipócritas que los humanos, que nuestros conocimientos en ocasiones se quedan obsoletos, nulos ante la sola certeza de la verdad que se nos desvela. La certeza de lo que somos y por que estamos aquí. Mis días se comenzaron cuando la primera edad ya estaba florecida y acechaba su fin, mas fue Anar que se alzó alto en los días de la segunda edad quienes cambiaron mi propio y maldito sino. Mi nombre es Loth-Loss soy una elfa Noldor. Hija no recocida del maestro Turgwaew “Fuerza del viento” y de Ninniach “Arco iris”. La historia que a continuación os narro, revela mi verdad, la verdad de mi familia, la verdad de mi raza. Manuscrito primero: “Sobre el maestro Turgwaew y la doncella Ninniach” Gran amor se procesaban Turgwaew y Ninniach. Ambos se habían conocido en el gran viaje al oeste que realizaron los Eldalië. Al regresar a Valinor se instalaron en Tirion hogar de su bienamado Finwë el rey de los Noldor en Aman. Allí el maestro Turgwaew abrió un taller donde se dedicó en exclusividad a su mayor placer, el trabajo de las piedras y gemas, cuya elaboración la descubrió (como muchos otros) de manos del propio Feänor. Tiempos dichosos cubrían el hogar del Maestro Turgwaew y su esposa Ninniach. Más esta dicha se desbordo cuando su hermosa esposa comunicó al maestro que pronto nacería una criatura. Manuscrito segundo: “Sobre mi nacimiento y mi nombramiento” El día de mi nacimiento las nubes se tornaron negras y espesas. La nieve calló sobre Tirion de forma extraña para estar en el comienzo de Ethuil Ni los Valar lograron dar explicación a tan extraño comportamiento. El propio Ún pareció rendirse ante el cruel manto gris que cubrió su fulgor. Mientras la nieve caía cubriendo las empedradas calles de Tirion, mi madre Ninniach me daba a luz con grandes dificultades, este iba a ser su primer vástago sin embargo desde el principio del proceso la hermosa Ninniach supo que algo iba mal. Ninniach viendo que el parto se aproximaba gritó a las comadres: -Traedme el anillo de cristal rápido- Ordenaba entre amargos gritos de dolor y llanto. Más considerándolo un desvarío de las fiebres que la azotaban decidieron hacerle caso omiso. Nunca supieron el mal que hicieron a la parturienta al no traerle aquel anillo. El dolor, era muy intenso. Asustada y presa del pánico hizo un esfuerzo por traerme al mundo. Su bello rostro se cubrió de lágrimas y su cara adquirió un gesto de inmenso dolor y padecimiento. Al nacer no emití llanto alguno, mi madre asustada creyó que nací muerta, su dolor aumentó y sus llantos se hicieron desgarradores, me estrechó fuertemente contra su pecho tratando así con su propio calor de reanimarme, fue entonces entre sollozos cuando advirtió que respiraba débilmente. Sólo así logró tranquilizarse, más la joven advertía que el dolor no la abandonaba y que la sangre que bullía de su ser era cada vez más abundante. Se estaba quedando sin fuerzas, notaba como apenas respondían sus sentidos. Primeriza como era Ninniach, su debilitado cuerpo no resistió la dura prueba a la que se vio sometida, pese a la ayuda de las expertas comadronas que le atendían en el parto. Poco tardó su hermoso cuerpo en perder la vida, una gran hemorragia tras darme a luz acabó con ella, segando su vida y cerrando sus bellos ojos para siempre. Mucho la lloró mi padre, el mismo se negó a ver a su propia hija durante algún tiempo, pues la pérdida de su esposa había dejado una honda herida en su corazón. Sus grises ojos llenos de reproche, me decían pese a que él tratara de negarlo, que me hacía culpable de la muerte de mi madre.- Su cabello rojo como su sangre, la delata- Le oí murmurar entre pesadillas que le azotaban cada noche – Rojos como la sangre, la sangre de su madre. De mi querida Ninniach – Los familiares de mi padre se ocuparon de mí durante mis primeros días de vida, ellos fueron quienes me nombraron “Loth-Loss” en honor a la hermosa criatura que había venido al mundo en medio de tan tempestuosa nevada. Un regalo póstumo aparte de la vida me otorgó mi madre un anillo Gildin acristalado que en el viaje de regreso a Aman le regaló el mismísimo señor de las aguas, Ulmo, a mi madre por compasión que le infligió a este, debido a su estado quebradizo de salud. Ese anillo por el que suplicó entre llantos y gritos resultó ser un anillo con propiedades curativas. Manuscrito tercero: “La infancia de Nînsaer” Crecí en pleno mediodía del Reino Bendecido. En aquellos días el pueblo de los Eldar y principalmente los Noldor maduramos y los conocimientos de los nuestros adquirieron gran renombre e importancia. Desde pequeña me mostré hábil y ducha en todo tipo de artes. Inteligente y vivaz. Muchos quisieron enseñarme e iniciarme en sus cometidos pues pese a que mis manos eran pequeñas y suaves como las de cualquier doncella Nolda, se mostraban especialmente mañosas con los más difíciles y extraños trabajos y manejaban con desenvoltura las herramientas propias de un maestro al primer día de haberlas tocado. Mi afán por aprender y superarme no tenían fin. Tantas cualidades alababan mi actitud frente a los Más mi infancia pese a ello no fue feliz mi padre Turgwaew hundido en su melancolía perdió el interés por todo y no volvió a pisar su taller, y con gran disgusto vio como su hija en contra natura se hizo con sus riendas y era alabada por todos. Con misterioso me comentaba las maravillas que encontraría en Beleriand aquel hermoso lugar de la Tierra Media, si alguna vez volvían a cruzar el mar. Aquel adar suyo, el maestro Turgwaew que quisiera reconocerlo o no, era su progenitor. Aquel adar que jamás me amo, falleció maldiciéndome. Tal era mi desgracia que las gentes de Tirion me llamaron Nînsaer, pues la historia de mi orfandad estaba llena de amargura y de pesar. Sucedió que el mismísimo Feänor tuvo noticias de mi existencia, y maravillado por la dedicación que le daba a mis obras, se presentó ante mí. Maravillada y turbada me mostré al verlo por primera vez. Su bello rostro y sus facilidad y maestría dominando las palabras me seducían y me controlaban. Gran amistad entable con el mayor de los hijos de Finwë. Fue en esta época cuando me convertí en seguidora ferviente de Feänor frente al resto de sus hermanastros. Antes de su caída y de la construcción de los Simarils se mostraba atento, generoso y bondadoso con los demás, pese a su orgullo. E incluso me hizo los regalos más preciados que nunca tuve, tesoros son que aun conservo una gema blanca que a la luz resplandecían en fuego azul y a la que nombre Luinil (en favor a la estrella de resplandor azul) y hilo de su fallecida señora madre Serindë diciéndome: – Tus pequeñas y blancas manos, pese a su suavidad son diestras y hábiles te visto hilar y tejer más de una vez, estoy seguro de que sabrás sacarle partido a este presente -. Gracias a él y de mano de Matah descubrí los frutos de las forjas y los secretos de las aleaciones, aprendí con ansias propias de un loco. Mi creación en aquel, mi nuevo cometido, fue la realización de mi propia espada Megilmorn de aleación ligera, de forma hermosa y de resultado letal. Largo tiempo transcurrió hasta que volví a ver a Feänor, sus viajes y su orgullo lo llevaban lejos de Tirion. Manuscrito cuarto: “El principio del fin” Las oscuras palabras de Morgoth hicieron mella en el seno de las ya difíciles relaciones de la familia de Finwë. Complicaciones y días oscuros se avecinaban en Valinor. Y sucedió que tras el saqueo de Formenos y el asesinato de nuestro rey Finwë. Feänor volcó su ira contra Morgoth y volvió a desafiar a los Valar. Abandone Tirion con gran pesar volví mi verde mirada más de una vez hacia mí amado Tirion, la ciudad que había sido mi hogar. Ahogando un miedo frente a lo desconocido y mis dudas frente a lo correcto de mis actos, realice un pequeño atillo con provisiones. Y marché portando a Megilmorn, colgando de mi frente a Luinil de mi mano iba Gildin y cubriéndome con la capa que confeccione con el hilo de Serindë, pese a la advertencia de que debíamos abandonar todos nuestros tesoros y objetos mas preciados, los lleve pensando en su utilidad. Inocente de mí, estaba convencida de la veracidad de las palabras de Feänor. Le seguí a el y a sus huestes con paso firme. Manuscrito quinto: “De la locura de los Noldor, la maldición de los Valar y la marcha hacia la Tierra Media“ Tras el genocidio de Aqualonde mi percepción del mundo cambio por completo. Cegada por la locura y hechizada por las palabras del que creí cuerdo, asesine con mis propias manos a muchos Teleri que ahora se me aparecen en sueños. Cegada por la furia, sacie mi propia ira y descontentos contenidos desde tiempos atrás, cada vez que mi espada Megilmorn penetraba en la carne de cualquier desafortunado que osara enfrentárseme, sentía un inmenso placer. Una extraña sensación se apoderaba de mí, cada vez que percibía el sufrimiento y el dolor de mi oponente. Las aguas se tiñeron rojas de un color más espeso que el de mi propio cabello y se cubrió de cadáveres. Las costas antes hermosas se convirtieron en un espectáculo dantesco. Una vez arrebatadas las naves, partimos hacia la Tierra media. Más algunos de los nuestros, asustados y amedrentados se volvieron tras sus pasos al escuchar la amenaza de los Valar. El viaje fue tortuoso, el mar se alzó con furia sobre nosotros, hubo náufragos y sus cuerpos se perdieron en la inmensidad de las aguas. Pero nada nos impediría llegar hasta las tierras del oeste. Manuscrito quinto: “De como obtengo el sobrenombre de Naegwen” Durante a el viaje hasta desembarcar en Lammooth en el Estuario de Drengist, escuchaba voces maliciosas, crueles e incluso asustadas algunas. Que comentaban entre susurros acerca de mi decisión y mi sadismo demostrados durante el genocidio en Aqualonde. Sorprendidos todos ellos comentaban mi frágil y cándido aspecto de doncella y mi furia y la destreza que mostraba con las armas, propia del más experto de los soldados. Por todo ello fui apodada Naegwen “La doncella del Dolor”. El florecimiento de la segunda edad abría una nueva etapa en mi vida. Llena de cambios, de decisiones que debía afrontar con valentía. Mis verdes ojos se habían vuelto rencorosos, llenos de odio, furia. Mi mirada fría y penetrante, traspasaba con malicia a quien osara mirarlos. Pocos eran entre los propios Noldor quienes se atrevían a cruzar sus miradas con las mía. No pocos eran quienes creían que era una hechicera experta en malas artes. Por eso evitaban mi presencia pues me temían. Fui pronto una proscrita entre los míos. Poco me importaba esta nueva situación y espetaba con maldad a aquellos que me huían: -Proscrita seré entre vosotros, mas debéis saber vosotros que todos formamos a un pueblo proscrito y maldito- Más aquellos que la llamaban hechicera se equivocaban pues fue algo mas tarde cuando yo, Loth-Loss, descubrí las malas artes y dediqué mi sabiduría e inteligencia a la magia de morgoth. Fue entonces cuando seducida por las malas artes y desencantada por el comportamiento de mis semejantes, decidí entregarme al descubrimiento de la magia y el poder oscuro. Aprendí rápidamente a elaborar pociones y a realizar sencillos hechizos que aun no siendo importantes generaban recelo y respeto entre mis semejantes y oponentes. Para contener estos nuevos poderes confeccione un pequeño y liguero cetro al que llame Lûthmîr. Y cuando la estirpe de los Noldor pisamos la Tierra Media llegamos con una mentira en la boca para contestar las preguntas de los elfos que vivían en Beleriand. Y fue entonces cuando engañamos a nuestro propio ser y nuestra verdad sobre el viaje realizado. A todos mentimos diciendo ser portadores de las noticias de los Valar. Más Loth-Loss se repetía que aquella gran mentira era difícil de sostener y que tarde o temprano aquel embuste sería finalmente descubierto. Muchos de los Noldor se sentían avergonzados por lo sucedido, otros se mentían a si mismo negando la evidencia. La verdad dolía demasiado como para ser confesada. Algunos temían el rechazo de sus semejantes si descubrían lo ocurrido. Loth-Loss comenzó a comprender que Feänor era un embustero y que sus palabras grandiosas sobre la libertad que hallarían en esta tierra eran solo una metódica conspiración para atraer a su pueblo a favor de sus propósitos. Aquella falta de juicio ponía enferma a la elfa. Y desde entonces fue consciente de la gran sombra oscura que se cernía sobre los Noldor. Manchados de sangre inocente y malditos, desahuciados sin hogar y sin honra alguna. Por primera vez Loth-Loss deseo morir, más algo un brillo de furia se desató en sus verdes ojos, estaba dispuesta a luchar, pero no por Feänor, ni por los Noldor, si no por ella misma. Manuscrito sexto: “Sobre las andanzas de Loth-Loss en la Tierra Media” Me separé de los míos, pues había llegado la hora de encontrar mi propia libertad y disfrutarla en la Tierra Media. Cansada de las ataduras que me unían con mi pueblo decidí emprender marcha yo sola, por las sendas que yacían bajo mis pies. Un inmenso abanico de posibilidades se me abría ante mí. Pues no estaba dispuesta a demorar mi camino en libertad por unas joyas cuyo valor poco me importaban ahora a mí. Era mi instinto quien guiaba, y elegía al azar la dirección en la que se dirigían mis pasos, más pronto me cansé de los caminos ya abiertos y decidí cruzar bosques, valles y montañas según se me presentasen. Una noche cuajada de estrellas me desperté sobresaltada, un olor a cenizas, a sangre y a muerte y un amargo lamento percibí en el viento, supe entonces que Feänor había fallecido en la que se llamo Dagor-nuin-Giliath. No lamenté aquella muerte en absoluto, pues cuanto más alejada estaba de mi pueblo menos apegada a ellos me sentía. Y como era evidente no entre en las disputas y divisiones que hubo para designar una sucesión. Pero las noticias no aguardan en un rincón siempre acuden a los oídos de alguien que quiera escucharlas, fue algo más tarde cuando descubrí que Fingolfin fue nombrado Rey de los Noldor. (Para mi el nuevo rey Fingolfin tampoco cumplió las expectativas que se esperan de un buen rey su bravuconería le costo la vida al osarse enfrentarse a mismísimo Morgoth tras la batalla de Dador Bragollach, pereció a manos del señor del mal, bajo Grond El martillo del infierno. Lo que demostró que tan solo era una repetición de la tara noldica exceso de confianza de valentía y poco juicio a mi entender) Y en soledad vi alzarse a la luna y al sol. Y los cantos de Morgoth se debilitaron al ver cruzar la barca de Arien. En mi constante caminar por aquellas tierras descubrí las nuevas criaturas que poblaban aquellos territorios: Me sorprendí con la destreza de los enanos cuyas obras de orfebrería me deslumbraron por su laboriosidad. Pese a sus manos rechonchas y desproporcionadas se mostraban hábiles y mostraban asombrosa destreza y desenvoltura las herramientas. El encuentro con los segundos nacidos no fue tan grato, a mi parecer eran criaturas defectuosas, que se dejaban guiar por sus pasiones y ambiciones en demasía, quizás era por esto que los odiaba me recordaba a los errores cometidos por mi pueblo aun que yo por todos los medios traba de negarlo. Lo que más me horrorizaba de los Engwar fue sin duda su mortalidad, nacían y envejecían hasta que se les agotaba la vida. Los Fírimar no despertaron apenas interés en mí, salvo que por su endeble mente eran fáciles de dominar y de vencer, lo cual les convertía en blanco perfecto para mis malas artes. Sin embargo las criaturas a las que verdaderamente repugnaba eran los orcos, las criaturas de Morgoth, eran unos seres horribles de aspecto poco agradable, pese a ello reconocí que resultaban unos siervos eficientes. Pero bien sabía que aquellos seres no eran rivales para mí, si me molestaban los eliminaba, pues no quería impedimentos. Con el tiempo me volví huraña, rechazaba cualquier tipo de compañía salvo el de mis queridos animales a los que cuidaba y protegía. De todos aquellos a los que más amaba eran los animales nocturnos cuya destreza para superar las dificultades que Morne les imponía. Aprendí las costumbres de los animales, los prefería a los hipócritas de los elfos y demás criaturas que poblaban la Tierra Media. Con gran facilidad me gano la confianza de todo tipo de bestias y aves. Y de ellos descubrí que son los más fieles servidores que pueden existir. De todos los animales que tuve el placer de criar, fueron mi cuervo Lumbo y mi corcel Morne quienes más satisfacciones me dieron. Respondían a la perfección a mis encantamientos y su fidelidad para conmigo era sencillamente asombrosa. Por todo ello los llevo conmigo allá donde fuese. Entre todas las tierras que había recorrido y que descubrí en mi largo peregrinar sin rumbo y sin más ganas en mi vida que vivir en libertad. El lugar que más me llamó la atención por su silencio, su quietud y su escasa población fueron las tierras que lindaban al sus de Dor-Lómin, una extensa región de praderas en flor donde se encontraban marjales e islas de juncos y en cuyas orillas no vivía más animal, que los pájaros marinos. Y fue en este paraje cuando más libre me sentí, sin impedimento alguno podía dedicarme a mí y a mis fieles animales, allí es donde me sentí tentada a quedarme. La verdad de los Noldor quedó al fin descubierta y el Rey Thingol enfurecido por el largo engaño, rechazo a los Noldor a su lengua y a su linaje, degradándolos y prohibiéndolos a los Sindar. No me sorprendí al tener tales noticias, aquel embuste había durado demasiado y Thingol imponía el castigo que creía justo. Mis paseos en la penumbra, en compañía de mi propia soledad. Eran sin duda otra de mis grandes aficiones, escudriñaba entre las sombras y a veces me acercaba a los poblados, en ocasiones desvelaba mi identidad en otras no, pues desde aquel incidente de Thingol decidí inventarme un nombre y fingir otra procedencia. Sin duda alguna aquellas praderas me habían traído la paz que buscaba pero otra vez me sentí, llamada por mi nombre y mi procedencia. De esta vez fue Ulmo quien me reclamó. Sorprendida y aturdida pensando en que ya había sido olvidada por todos acudí a su llamada. Ulmo me habló sobre el proyecto de Gondolin, yo en un principio me negué en redondo a colaborar, más el abdujo grandes y graves razones: – Sois diestra en vuestras artes, aquellas que vuestro padre os mostró y debéis recordar que gracias a mi vuestra madre vivió durante tanto tiempo, un favor me debéis y lo sabéis perfectamente Loth-Loss de Tirion- Su voz resonó por toda la pradera, bajé la vista y accedí a sus propósitos en vista de la verdad de sus palabras. Marche junto a el pensando en líbrame de aquel encargo y deber cuanto antes. Fui llevada junto con otros escogidos, hasta el lugar secreto en el que se enclavaba cuya ubicación siempre ignoré, trabaje con ansia y muy deprisa deseando terminar con aquel encargo cuanto antes me fuese posible. Muchos se quedaron asombrados ante aquel hermoso trabajo. Gondolin resplandecía en toda su grandeza. Mas para mí tan sólo se trataba de una jaula de oro, asfixiante y estrecha. Se me ofreció residir en aquella grandiosa ciudad, más rechace aquel ofrecimiento, tentador para unos, totalmente desechable para mí. Fui llevada al exterior de Gondolin con ojos vendados para no desvelar su situación, pues ya había olvidado hasta el camino por el que me llevaron. Del tiempo de mi trabajo se me recompensó con gemas y objetos de utilidad. Más tarde supe que tan bella ciudad fruto del trabajo de muchos fue arrasada por los fuegos de Morgoth. Orcos, Barlogs y Dragones, acabarón con todo lo que allí se encontraba. Y tanta gloria construida acabó sepultando en sus ruinas a su dueño y señor Turgon. Alguien supuse había desvelado su ubicación. Marche presta de nuevo por la Tierra Media, cabalgando junto a Morne y a Lumbo acechando en el aire planeando siempre sobre su dueña. Dispuesta a hacerme mi propio lugar a romper con un pasado que me agobiaba, donde las normas tan sólo las pusiera yo. Manuscrito séptimo: “De cómo Loth-Loss ingresa en la orden del Telpe” Cansada de que mi pasado se removiese constantemente cuando menos lo esperaba, vague en las sombras, dispuesta a romper por completo con mi pasado. Y de estos andares encontré un lugar donde nadie, hacia preguntas sobre el pasado no la proveniencia, donde todo mal estaba permitido y donde definitivamente me encontré a gusto. No se adoraba a nadie, no había apenas normas tan sólo un clima de fraternidad entre los miembros unidos por su destino oscuro, la maldad y las negras artes de las que nos hacíamos gala, entre unos y otros. Manuscrito octavo: "Nuevas ambiciones" Desde el principio de mis días sólo vivo por y para el mal, imparto a mi juicio el castigo que creo correcto a todos aquellos que osan cruzarse en mi camino. Desde muy niña comprendí que sólo nosotros somos dueños de nuestro destino. Y por nada ni nadie estoy dispuesta a cambiar el mío. Designada para morir, maldita en vida. Nací para impartir la muerte y el dolor a todos aquellos a los que considero mis enemigos. De mi pasado sólo diré, que aprenderé de mis errores y que jamás serán repetidos, del presente sólo sé que me abro hacía nuevas ambiciones, retos y planes. Del futuro quiero creer que nada sé, mas mi camino se torció, desde la maldición de mi raza. Y mi destino aun que oscuro y lleno de sobras es sólo mío. Pues no habrá ni señor ni bestia que logre doblegarme. Yo Loth-Loss de Tirion juro que jamás volveré a arrodillarme ante nada y ante nadie. |
