¿Qué ocurrió el 29 de septiembre en la Tierra Media de J.R.R. Tolkien? Podéis descubrirlo a continuación.

Proseguimos con nuestra sección ‘Hoy en la Tierra Media’ con una jornada en la que un hobbit despertó en el interior de un lugar terrible y tuvo que defenderse de una criatura ancestral y maligna, en la que el Señor rescató a cuatro nuevos amigos y los acompañó por un tiempo en su viaje, en la que cuatro viajeros llegaron a una ciudad extraña donde conocieron a un curioso posadero y a un montaraz, y en la que una compañía llegó a los puertos para zarpar de la Tierra Media. Para evitar posibles malentendidos y confusiones queremos aclarar que todas las fechas de esta sección se corresponden con el Calendario de la Comarca o con otros calendarios de la Tierra Media (como el Cómputo del Rey o el Cómputo de los Senescales) y no con el calendario gregoriano (ver nota), y que todas ellas proceden de distintos libros y textos de J.R.R. Tolkien como ‘El Hobbit‘, ‘El Señor de los Anillos‘ (incluidos los Apéndices), los ‘Cuentos inconclusos‘ o los Manuscritos Marquette, y de libros de estudiosos tolkiendili como el ‘Atlas de la Tierra Media‘ de Karen Wynn Fonstad, ‘El Señor de los Anillos: Guía de lectura‘ de Wayne G. Hammond y Christina Scull, y ‘The History of The Hobbit‘ de John D. Rateliff.

Unos acontecimientos que nos gusta acompañar con pasajes de la obra del Profesor y con dibujos e ilustraciones de distintos artistas, aunque no siempre podemos encontrar imágenes de los momentos que mencionamos ni imágenes que reflejen con total precisión lo descrito por Tolkien.

Esto fue lo que pasó en la Tierra Media el 29 de septiembre, o el 29 de Halimath según el Calendario de la Comarca.

 

Año 3018 de la Tercera Edad del Sol:

* Frodo despierta en el túmulo y ataca a uno de los Tumularios.

* Tom Bombadil rescata a los hobbits de los Tumularios, les da armas y les devuelve a sus ponis.

* Los hobbits se despiden de Tom Bombadil y llegan a Bree por la noche, y pasan la noche en la posada de El Poney Pisador.

* Frodo se pone el Anillo por segunda vez.

* Los hobbits conocen a Aragorn.

* Cebadilla Mantecona entrega a Frodo la carta de Gandalf.

* Merry advierte la presencia de uno de los Nazgûl.

* Gandalf llega a Hobbiton y visita al Tío.

 

(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución)

(El Tumulario, por el artista estadounidense Matthew Stewart)

«Allí un brazo largo caminaba a tientas apoyándose en los dedos y venía hacia Sam, que estaba más cerca, y hacia la empuñadura de la espada puesta sobre él.

Al principio Frodo tuvo la impresión de que el encantamiento lo había transformado de veras en piedra. En seguida sintió un deseo furioso de escapar. Se preguntó hasta qué punto, si se ponía el Anillo, el Tumulario dejaría de verlo, y si encontraría entonces un modo de escapar. Se vio a sí mismo corriendo por la hierba, lamentándose por Merry y Sam y Pippin, pero libre y con vida. Gandalf mismo admitiría que no había otra cosa que hacer.

Pero el coraje que había despertado en él era ahora demasiado fuerte: no podía abandonar a sus amigos con tanta facilidad. Titubeó, la mano tanteando el bolsillo, y en seguida luchó de nuevo consigo mismo, mientras el brazo continuaba avanzando. De pronto ya no dudó, y echando mano a una espada corta que había junto a él, se arrodilló inclinándose sobre los cuerpos de sus compañeros. Alzó la espada y la descargó con fuerza sobre el brazo, cerca de la muñeca; la mano se desprendió, pero el arma voló en pedazos hasta la empuñadura. Hubo un grito penetrante y la luz se apagó. Un gruñido resonó en la oscuridad.”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 8: Niebla en las Quebradas de los Túmulos).

 

Tom Bombadil rescata a los hobbits de los Tumularios, según Romana Kendelic

(Tom Bombadil rescata a los hobbits de los Tumularios, por la artista croata Romana Kendelic)

“—¡Oh, Tom Bombadil! —y al pronunciar el nombre la voz se le hizo más fuerte, y se alzó animada y plena. y en el recinto oscuro se oyó como un eco de trompetas y tambores.

¡Oh, Tom Bombadil, Tom Bombadilló!

Por el agua y el bosque y la colina, las cañas y el sauce,

por el fuego y el sol y la luna, ¡escucha ahora y óyenos!

¡Ven, Tom Bombadil, pues nuestro apuro está muy cerca!

Hubo un repentino y profundo silencio, y Frodo alcanzó a oír los latidos de su propio corazón. Al cabo de un rato largo y lento, le llegó claramente, pero de muy lejos, como a través de la tierra o unas gruesas paredes, una voz que respondía cantando.

El viejo Tom Bombadil es un sujeto sencillo,

de chaqueta azul brillante y zapatos amarillos.

Nadie lo ha atrapado nunca, Tom Bombadil es el amo:

sus canciones son más fuertes, y sus pasos son más rápidos.

Se oyó un ruido atronador, como de piedras que caen rodando, y de pronto la luz entró a raudales, luz verdadera, la pura luz del día. Una abertura baja parecida a una puerta apareció en el extremo de la cámara, más allá de los pies de Frodo; y allí estaba la cabeza de Tom (con sombrero, pluma y el resto), recortada en la luz roja del sol que se alzaba detrás.”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 8: Niebla en las Quebradas de los Túmulos).

 

(Los hobbits tras ser rescatados del túmulo por Tom Bombadil, por el artista ruso Denis Gordeev)

«Para cada uno de los hobbits eligió una daga, larga y afilada como una brizna de hierba, de maravillosa orfebrería, tallada con figuras de serpientes doradas y rojas. Las dagas centellearon cuando las sacó de las vainas negras, de algún raro metal fuerte y liviano, y con incrustaciones de piedras refulgentes. Ya fuese por alguna virtud de estas vainas o por el hechizo que pesaba en el túmulo, parecía que las hojas no hubiesen sido tocadas por el tiempo; sin manchas de herrumbre, afiladas, brillantes al sol.

—Los viejos puñales son bastante largos para los hobbits, y pueden llevarlos como espadas —dijo Tom—. Las hojas afiladas son convenientes si la gente de la Comarca camina hacia el este, el sur o lejos en la oscuridad y el peligro.

Luego les dijo que estas hojas habían sido forjadas mucho tiempo atrás por los Hombres de Oesternesse; eran enemigos del Señor Oscuro, pero habían sido vencidos por el malvado rey de Carn Dûm en la Tierra de Angmar.

—Muy pocos los recuerdan —murmuró Tom—, pero algunos andan todavía por el mundo, hijos de reyes olvidados que marchan en soledad, protegiendo del mal a los incautos.»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 8: Niebla en las Quebradas de los Túmulos).

 

Tom Bombadil y los hobbits dejan las Quebradas de los Túmulos, según Anke Katrin Eißmann

(Tom Bombadil y los hobbits dejan las Quebradas de los Túmulos, por la artista alemana Anke Katrin Eißmann)

«Avanzaban a paso firme, pero pronto advirtieron que el Camino estaba más lejos de lo que habían imaginado. Aun sin niebla, la siesta del mediodía les hubiera impedido llegar allí antes de la caída de la noche, el día anterior. La línea oscura que habían visto no era una línea de árboles, sino una línea de matorrales que crecían al borde de una fosa profunda con una pared escarpada del otro lado. Tom comentó que había sido la frontera de un reino, pero en tiempos muy lejanos. Pareció que le recordaba algo triste, y no dijo mucho.

Bajaron a la fosa y subieron trabajosamente pasando por una abertura en la pared, y luego Tom se volvió hacia el norte, pues habían estado desviándose un poco hacia el oeste. El terreno era abierto y bastante llano, y apresuraron la marcha, aunque el sol ya estaba poniéndose cuando vieron delante una línea de árboles, y supieron que habían llegado de vuelta al Camino, luego de muchas inesperadas aventuras. Recorrieron al galope las últimas millas y se detuvieron a la sombra alargada de los árboles. Estaban en la cima de una pendiente, y el Camino, ahora borroso a la luz del atardecer, se alejaba zigzagueando allá abajo; corría casi del sudoeste al nordeste, y a la derecha caía abruptamente hacia una ancha hondonada. Lo atravesaban numerosos surcos, y aquí y allá había rastros de los últimos chaparrones: charcos y hoyos de agua.

Descendieron por la pendiente mirando arriba y abajo. No había nada que ver.»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 8: Niebla en las Quebradas de los Túmulos).

 

(Los hobbits llegan a Bree, por el artista finés Harri Honkala)

«—¡Muy bien! ¡Muy bien! —dijo el hombre—. No quise ofenderlos. Pronto sabrán quizá que no sólo el viejo Herry de la puerta es quien hace preguntas. Hay gente rara por aquí. Si van al Poney descubrirán que no son los únicos huéspedes.

Les deseó buenas noches y no dijo más; pero Frodo alcanzó a ver a la luz de la linterna que el hombre no dejaba de mirarlos. Le alegró oír el golpe de la puerta que se cerraba detrás de ellos, mientras avanzaban. Se preguntó por qué el hombre parecía tan suspicaz, y si alguien no habría estado pidiendo noticias de un grupo de hobbits. ¿Gandalf? Tenía tiempo de haber llegado, mientras ellos se demoraban en el Bosque y las Quebradas. Pero había habido algo en la mirada y la voz del guardián que lo había inquietado.

El hombre se quedó observando a los hobbits un momento, y luego entró en la casa. Tan pronto como volvió la espalda, una figura oscura saltó rápidamente la empalizada y se perdió en las sombras de la calle.

Los hobbits subieron por una pendiente suave, dejaron atrás unas pocas casas dispersas, y se detuvieron a las puertas de la posada. Las casas les parecían grandes y extrañas.»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

(Bajo la enseña del Poney Pisador, por el artista canadiense Ted Nasmith)

«—¿Qué tiene de malo la posada? —dijo Frodo—. Nos la recomendó Tom Bombadil. Quizá el interior sea bastante hogareño.

Aun desde fuera la casa tenía un aspecto agradable, para ojos familiarizados con estos edificios. La fachada miraba al camino, y las dos alas iban hacia atrás apoyándose en parte en tierras socavadas en la falda de la loma, de modo que las ventanas del segundo piso de atrás se encontraban al nivel del suelo. Una amplia arcada conducía a un patio entre las dos alas, y bajo esa arcada a la izquierda había una puerta grande sobre unos pocos y anchos escalones. La puerta estaba abierta, y derramaba luz. Sobre la arcada había un farol, y debajo se balanceaba un tablero con una figura: un poney blanco encabritado. Encima de la puerta se leía en letras blancas: EL PONEY PISADOR DE CEBADILLA MANTECONA. En las ventanas más bajas se veía luz detrás de espesas cortinas.

Mientras titubeaban allí en la oscuridad, alguien comenzó a entonar adentro una alegre canción, y unas voces entusiastas se alzaron en coro. Los hobbits prestaron atención un momento a este sonido alentador, y desmontaron. La canción terminó y hubo una explosión de aplausos y risas.”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

Cebadilla Mantecona, según Owen William Weber

(Cebadilla Mantecona, por el artista estadounidense Owen William Weber)

«Frodo abría la marcha y casi se llevó por delante a un hombre bajo, gordo, calvo y de cara roja. Tenía puesto un delantal blanco, e iba de una puerta a otra llevando una bandeja de jarros llenos hasta el borde.

—Podríamos… —comenzó Frodo.

—¡Medio minuto, por favor! —gritó el hombre volviendo la cabeza, y desapareció en una babel de voces y nubes de humo. Un momento después estaba de vuelta, secándose las manos en el delantal.

—¡Buenos días, pequeño señor! —dijo saludando con una reverencia—. ¿En qué podría servirlo?

—Necesitamos cama para cuatro y albergue para cinco poneys, si es posible. ¿Es usted el señor Mantecona?

—¡Sí, señor! Cebadilla es mi nombre. ¡Cebadilla Mantecona para servirlos! ¿Vienen de la Comarca, eh? —dijo, y de pronto se palmeó la frente, como tratando de recordar—. ¡Hobbits! —exclamó—. ¿Qué me recuerda esto? ¿Pueden decirme cómo se llaman ustedes, señores?

—El señor Tuk y el señor Brandigamo —le respondió Frodo—, y éste es Sam Gamyi. Mi nombre es Sotomonte.”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

Trancos, según Matthew Stewart

(Trancos, por el artista estadounidense Matthew Stewart)

“De pronto Frodo notó que un hombre de rostro extraño, curtido por la intemperie, sentado a la sombra cerca de la pared, escuchaba también con atención la charla de los hobbits. Tenía un tazón delante de él, y fumaba una pipa de caño largo, curiosamente esculpida. Las piernas extendidas mostraban unas botas de cuero blando, que le calzaban bien, pero que habían sido muy usadas y estaban ahora cubiertas de barro. Un manto pesado, de color verde oliva, manchado por muchos viajes, le envolvía ajustadamente el cuerpo, y a pesar del calor que había en el cuarto llevaba una capucha que le ensombrecía la cara; sin embargo, se le alcanzaba a ver el brillo de los ojos, mientras observaba a los hobbits.

—¿Quién es? —susurró Frodo cuando tuvo cerca al señor Mantecona—. No recuerdo que usted nos haya presentado.

—¿Él? —respondió el posadero en voz baja, apuntando con un ojo y sin volver la cabeza—. No lo sé muy bien. Es uno de esos que van de un lado a otro. Montaraces, los llamamos. Habla raras veces, aunque sabe contar una buena historia cuando tiene ganas. Desaparece durante un mes, o un año, y se presenta aquí de nuevo. Se fue y vino muchas veces en la primavera pasada, pero no lo veía desde hace tiempo. El nombre verdadero nunca lo oí, pero por aquí se le conoce como Trancos.”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

(Frodo en El Poney Pisador, por el artista australiano Timothy Ide)

«Frodo se movió en el asiento, sin saber qué hacer. Pippin disfrutaba ahora de modo evidente del interés que despertaba en los demás, y había olvidado el peligro en que se encontraban. Frodo temió de pronto que arrastrado por la historia Pippin llegara a mencionar el Anillo, lo que podía ser desastroso.

—¡Será mejor que haga algo, y rápido! —le susurró Trancos al oído.

Frodo se subió de un salto a una mesa y empezó a hablar. Los oyentes de Pippin se volvieron a mirarlo. Algunos hobbits rieron y aplaudieron, pensando que el señor Sotomonte había tomado demasiada cerveza.

Frodo se sintió de pronto ridículo, y se encontró (como era su costumbre cuando pronunciaba un discurso) jugueteando con las cosas que llevaba en el bolsillo. Tocó el Anillo y la cadena, e inesperadamente tuvo el deseo de ponérselo en el dedo y desaparecer, escapando así de aquella tonta situación. Le pareció, de algún modo, que la idea le había venido de afuera, de alguien o algo en el cuarto. Resistió firmemente la tentación, y apretó el Anillo en la mano, como para asegurarlo e impedirle escapar o hacer algún disparate. De cualquier modo el Anillo no lo inspiró. Pronunció «unas pocas palabras de circunstancias», como hubiesen dicho en la Comarca: ‘Estamos todos muy agradecidos por tanta amabilidad, y me atrevo a esperar que mi breve visita ayudará a renovar los viejos lazos de amistad entre la Comarca y Bree’; y luego titubeó y tosió.

Todos en la sala estaban ahora mirándolo.

—¡Una canción! —gritó uno de los hobbits—. ¡Una canción! ¡Una canción! —gritaron todos los otros—. ¡Vamos, señor, cántenos algo que no hayamos oído antes!»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

El Poney Pisador, de Tomás Hijo

(El Poney Pisador, por el artista español Tomás Hijo)

«Hicieron tomar una jarra más a Frodo, que recomenzó la canción, y muchos se le unieron, pues la melodía era muy conocida, y se les había pegado la letra. Le tocó a Frodo entonces sentirse satisfecho de sí mismo. Zapateaba sobre la mesa y cuando llegó por segunda vez a ‘la vaca salta por encima de la Luna’, dio un salto en el aire demasiado vigoroso. Frodo cayó, bum, sobre una bandeja repleta de jarras, resbaló, y fue a parar bajo la mesa con un estruendo, un alboroto, y un golpe sordo. Todos abrieron la boca preparados para reír, y se quedaron petrificados en un silencio sin aliento, pues el cantor ya no estaba allí. ¡Había desaparecido como si hubiera pasado directamente a través del piso de la sala sin dejar ni la huella de un agujero!”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

(Frodo y Trancos en El Poney Pisador, por el artista ruso Denis Gordeev)

«Frodo se daba cuenta de que había cometido una estupidez. No sabiendo qué hacer, se arrastró por debajo de las mesas hacia el rincón sombrío donde Trancos estaba todavía sentado, impasible. Se apoyó de espaldas contra la pared, y se quitó el Anillo. Cómo le había llegado al dedo, no podía recordarlo. Era posible que hubiese estado jugueteando con él en el bolsillo, mientras cantaba, y que en el momento de sacar bruscamente la mano para evitar la caída, se le hubiera deslizado de algún modo en el dedo. Durante un instante se preguntó si el Anillo mismo no le había jugado una mala pasada; quizá había tratado de hacerse notar en respuesta al deseo o la orden de alguno de los huéspedes. No le gustaba el aspecto de los hombres que habían dejado el salón.

—¿Bien? —dijo Trancos cuando Frodo reapareció—. ¿Por qué lo hizo? Cualquier indiscreción de los amigos de usted no hubiera sido peor. Ha metido usted la pata. ¿O tendría que decir el dedo?

—No sé a qué se refiere —dijo Frodo, molesto y alarmado.

—¡Oh, sí que lo sabe! —respondió Trancos—, pero será mejor esperar a que pase el alboroto. Luego, si usted me permite, señor Bolsón, me agradaría que tuviésemos una charla tranquila.»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 9: Bajo la enseña de «El Poney Pisador»).

 

(Sureño en El Poney Pisador, por Dimitri Bielak)

«—¿Qué vendería Helechal, y qué relación tiene con mi accidente? —dijo Frodo, decidido todavía a no entender las insinuaciones de Trancos.

—Noticias de usted, por supuesto —respondió Trancos—. Un relato de la hazaña de usted sería muy interesante para cierta gente. Luego de esto apenas necesitarían saber cómo se llama usted de veras. Me parece demasiado probable que se enteren antes que termine la noche. ¿No le es suficiente? En cuanto a mi recompensa, haga lo que le plazca: tómeme como guía o no. Pero le diré que conozco todas las tierras entre la Comarca y las Montañas Nubladas, pues las he recorrido en todos los sentidos durante muchos años. Soy más viejo de lo que parezco. Le puedo ser útil. Desde esta noche tendrá usted que dejar la carretera, pues los jinetes la vigilarán día y noche. Podrá escapar de Bree, y quizá nadie lo detenga mientras el sol esté alto, pero no irá muy lejos. Caerán sobre usted en algún sitio desierto y sombrío donde nadie pueda auxiliarlo. ¿Permitirá que le den alcance? ¡Son terribles!

Los hobbits lo miraron, y vieron con sorpresa que retorcía la cara como si soportara algún dolor y que tenía las manos aferradas a los brazos de la silla. La habitación estaba muy tranquila y silenciosa, y la luz parecía más pálida. Trancos se quedó un rato sentado, la mirada vacía, como atento a viejos recuerdos, o escuchando unos sonidos lejanos en la noche.

—¡Sí! —exclamó al fin pasándose la mano por la frente—. Quizá sé más que usted acerca de esos perseguidores. Les tiene miedo, pero no bastante todavía. Mañana tendrá que escapar, si puede. Trancos podría guiarlo por senderos poco transitados. ¿Lo llevará con usted?»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 10: Trancos).

 

(La carta de Gandalf, por el artista canadiense John Howe)

«—¡Una carta para mí de Gandalf! —gritó Frodo.

—¡Ah! —dijo el señor Mantecona—. ¿Entonces el verdadero nombre de usted es Bolsón?

—Sí —dijo Frodo—, y será mejor que me dé esa carta en seguida, y me explique por qué nunca la envió. Esto es lo que vino a decirme, supongo, aunque le llevó mucho tiempo.

El pobre señor Mantecona parecía turbado.

—Tiene razón, señor —dijo—, y le pido que me disculpe. Tengo un miedo mortal de lo que diría Gandalf si he causado algún daño. Pero no la he retenido a propósito. La puse a buen recaudo, pero luego no encontré a nadie que quisiera ir a la Comarca al día siguiente, ni al otro día, y mi gente no estaba disponible, y luego vino una cosa detrás de la otra y me olvidé. Soy un hombre ocupado. Haré todo lo que pueda para enderezar el entuerto, y si puedo ayudar en algo, dígamelo por favor.

‘Aparte de la carta, a Gandalf le prometí lo mismo. ‘Cebadilla’, me dijo, ‘este amigo mío de la Comarca puede venir pronto por aquí, él y otro. Se hará llamar Sotomonte. ¡No lo olvides! Pero no hay necesidad de que le hagas preguntas. Si yo no estoy con él, quizá esté en dificultades y podría necesitar ayuda. Haz lo que puedas por él, y te lo agradeceré’, me dijo. Y aquí está usted, y las dificultades no están lejos, parece.»

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 10: Trancos).

 

Aragorn y los Hobbits, según los hermanos Greg y Tim Hildebrandt

(Aragorn y los hobbits, por los hermanos Greg y Tim Hildebrandt)

“Pippin cerró la boca, pero Sam no se acobardaba y continuaba mirando a Trancos de mala manera.

—¿Cómo sabemos que es usted el Trancos de que habla Gandalf? —preguntó—. Nunca mencionó a Gandalf, hasta la aparición de la carta. Quizá sea un espía que interpreta un papel, por qué no, tratando de que lo acompañemos. Quizá se deshizo del verdadero Trancos y tomó sus ropas. ¿Qué me responde?

—Que eres un individuo audaz —dijo Trancos—, pero temo que mi única respuesta, Sam Gamyi, es ésta. Si yo hubiese matado al verdadero Trancos, podría matarte a ti. Y ya lo hubiera hecho, sin tanta charla. Si quisiera el Anillo, podría tenerlo… ¡ahora!

Trancos se incorporó, y de pronto pareció más alto. Le brillaba una luz en los ojos, penetrante e imperatoria. Echando atrás la capa, apoyó la mano en la empuñadura de una espada que le colgaba a un costado. Los hobbits no se atrevieron a moverse. Sam se quedó mirándolo, boquiabierto.

—Pero soy por fortuna el verdadero Trancos —dijo, mirándolos, el rostro suavizado por una repentina sonrisa—. Soy Aragorn hijo de Arathorn, y si por la vida o por la muerte puedo salvaros, así lo haré.”

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 10: Trancos).

 

(Los Nazgûl llegan a Bree, por el artista rumano Cristi Balanescu)

“Merry entró precipitadamente, seguido por Nob. Cerró de prisa la puerta, y se apoyó contra ella. Estaba sin aliento. Los otros lo observaron alarmados, antes que él dijera, jadeando:

—¡Los he visto, Frodo! ¡Los he visto! ¡Jinetes Negros!

—¡Jinetes Negros! —gritó Frodo—. ¿Dónde?

—Aquí. En la aldea. Estuve dentro durante una hora. Luego, como no volvías, salí a dar un paseo. De regreso me detuve justo fuera de la luz de la lámpara, a mirar las estrellas. De pronto me estremecí y sentí que algo horrible se arrastraba cerca de mí, algo así como una sombra más espesa entre las sombras del camino, al borde del círculo de la luz. En seguida se deslizó a la oscuridad sin hacer ningún ruido. No vi ningún caballo.”

(El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo‘. Libro Primero, capítulo 10: Trancos).

 

Hamfast 'El Tío' Gamyi, según Mikel Janin

(Hamfast ‘El Tío’ Gamyi, por el artista español Mikel Janin)

“Llegué a Hobbiton y Frodo ya había partido, pero cambié unas palabras con el viejo Gamyi. Demasiadas palabras y pocas pertinentes. Tenía mucho que decirme de los defectos que afligían a los nuevos propietarios de Bolsón Cerrado.

«No soporto los cambios —dijo—, no a mi edad, y menos aún los cambios para peor. Cambios para peor», repitió varias veces.

«Peor es fea palabra —le contesté—, y espero que no vivas para verlo.»

Pero entre toda esta charla alcancé a oír al fin que Frodo había dejado Hobbiton una semana antes, y que un Jinete Negro había visitado la loma esa misma noche. Me alejé al galope, asustado.“

(El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo‘. Libro Segundo, capítulo 2: El Concilio de Elrond).

 

Año 3021 de la Tercera Edad del Sol:

* Frodo, Sam, Merry, Pippin, Bilbo, Galadriel y Elrond llegan a los Puertos Grises donde se encuentran con Gandalf. Frodo, Bilbo y los Guardianes de los Tres Anillos de los Elfos se hacen a la mar.

* Fin de la Tercera Edad del Sol.

 

(Los Puertos Grises, por el artista canadiense Ted Nasmith)

“Y cuando se volvió y se acercó a ellos, Frodo advirtió que Gandalf llevaba en la mano, ahora abiertamente, el Tercer Anillo, Narya el Grande, y la piedra engarzada en él era roja como el fuego. Entonces aquellos que se disponían a hacerse a la Mar se regocijaron, porque supieron que Gandalf partiría también.

Pero Sam tenía el corazón acongojado, y le parecía que si la separación iba a ser amarga, más triste aún sería el solitario camino de regreso. Pero mientras aún seguían allí de pie, y los Elfos ya subían a bordo, y la nave estaba casi pronta para zarpar, Pippin y Merry llegaron, a galope tendido. Y Pippin reía en medio de las lágrimas.

—Ya una vez intentaste tendernos un lazo, y te falló, Frodo. Esta vez estuviste a punto de conseguirlo, pero te ha fallado de nuevo. Sin embargo, no ha sido Sam quien te traicionó esta vez, ¡sino el propio Gandalf!

—Sí —dijo Gandalf— porque es mejor que sean tres los que regresen, y no uno solo. Bien, aquí, queridos amigos, a la orilla del Mar, termina por fin nuestra comunidad en la Tierra Media. ¡Id en paz! No os diré: no lloréis; porque no todas las lágrimas son malas.

Frodo besó entonces a Merry y a Pippin, y por último a Sam, y subió a bordo; y fueron izadas las velas, y el viento sopló, y la nave se deslizó lentamente a lo largo del estuario gris; y la luz del frasco de Galadriel que Frodo llevaba en alto centelleó y se apagó.“

(El Señor de los Anillos: El retorno del Rey‘. Libro Sexto, capítulo 9: Los Puertos Grises).

 

(*) Nota importante: Aunque el Calendario de la Comarca no coincide con el calendario Gregoriano (hay una diferencia de 10 u 11 días entre uno y otro dependiendo del día en el que se celebre el solsticio de verano), hemos decidido publicar los acontecimientos según su fecha original y no adaptar las fechas a nuestro calendario (de hacerlo, el 25 de marzo del Calendario de la Comarca sería nuestro 14 ó 15 de marzo). Nos parece lo más lógico no solo para evitar confusiones sino para mantener la coherencia con el hecho de celebrar el Día Internacional de Leer a Tolkien el 25 de marzo (fecha en la que se derrotó a Sauron) y el Día Hobbit el 22 de septiembre (fecha de los cumpleaños de Bilbo y Frodo).

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