Nuestro buen amigo Nicolás Cuervo nos trae una nueva entrega de su diario del Hobbit Fan Contest en el que nos cuenta con detalle cómo fue la segunda jornada para la Compañía, un día cargado de emociones y de sorpresas en el que visitaron el decorado de Hobbiton en Matamata.

Las malas comunicaciones y un itinerario apretadísimo en el que todo estaba planificado al segundo impidieron que nuestro buen amigo Nicolás Cuervo continuara con su diario del Hobbit Fan Contest como era su intención. Y es que a lo anterior hay que sumar el cansancio de un vuelo transoceánico de más de 24 horas y largas jornadas repletas de actividades que la mayoría de los días les dejaban menos de 6 horas de sueño. Ante semejante panorama era imposible que Nicolás continuara con su diario, por lo que decidimos ofreceros pequeños adelantos de sus jornadas con lo que iba publicando en su cuenta de Twitter.

Ahora, tras un tiempo de merecido descanso en el que ha podido saborear y disfrutar de sus recuerdos, Nicolás nos trae la segunda parte de su diaio del Hobbit Fan Contest. Un segundo día que estuvo lleno de sorpresas y emociones, en el que practicaron deportes de altura, y pasaron casi toda la jornada en el decorado de Hobbiton en Matamata, donde conocieron a Jed Brophy, John Callen, Mark Hadlow y Stephen Hunter, vieron el segundo tráiler de El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos cuatro días antes que el resto de los mortales, y cuyo colofón fue un espectáculo de fuegos artificiales digno del mismísimo Gandalf sobre la colina de Bolsón Cerrado.

(Pinchad en las imágenes para verlas a mayor resolución. Todas las fotografías son propiedad de Nicolás Cuervo)

Una vez más queremos darle las gracias a Nicolás (al que seguro que muchos conocéis por su campaña Hobbit Me) por su amabilidad, su entusiasmo con este proyecto, y por su generosidad al compartir con todos nosotros unas experiencias realmente únicas. Os recordamos que podéis leer aquí la primera entrega de su diario del Hobbit Fan Contest en la que Nicolás narra su viaje a Nueva Zelanda y sus dos primeros días en Auckland y Rotorua.

Os animamos a que sigáis la página de Facebook y la cuenta de Twitter de Hobbit Me, y también la página de Facebook de Nicolás para estar al tanto de esta y otras aventuras.

 

Diario del Hobbit Fan Contest de Nicolás Cuervo

3 de Noviembre – Día 2

Hay una canción de Crowded House titulada Four Seasons in One Day (escrita por Neil Finn) que resume muy bien el clima en Nueva Zelanda. Con esa canción en mente empezó el segundo día de nuestra aventura.

Era el día D, el día en el que visitaríamos Hobbiton, pero al abrir la cortina de nuestras habitaciones el día nos saludaba con lluvia, frío y cielos grises impenetrables. Te lo hubieses imaginado de otra manera, con un amanecer loco, los pájaros cantando en tu ventana… Pero ahí estaba en mi cabeza la canción de Neil Finn, inspirada en el clima neozelandés. Si el día empezaba con invierno, la lógica decía que debía terminar con el verano.

    

Tras pasar con éxito el primer desayuno de rigor, la mañana de aquel día tan especial nos la tenían reservada para soltar un poco de adrenalina en las instalaciones de un centro llamado Skyline. En un colina que domina el paisaje de Rotorua hay instaladas varias actividades tipo tirolina, rapel, un “tirachinas” humano, “ludge”, que es un descenso por la colina en unos mini karts sin motor… Para llegar allí arriba no te queda otra que ir en teleférico, y según asciendes vas viendo (entre la niebla eso sí) la figura predominante de la isla que hay en medio del gran lago de Rotorua, a tus espaldas. Fue una actividad rara, ya que teniendo semejante acontecimiento por la tarde, al menos a mí se me hacía difícil centrarme en otras cosas. Pero se hizo lo que se pudo, y aunque yo pasé más tiempo en el bufet de la comida que tirándome por pendientes atado a cuerdas, hasta los más reacios pudieron deshacerse de esa adrenalina de más; algo muy necesario para no morir de un ataque al corazón por las emociones que nos esperaban esa misma tarde.

Necesito aclarar algo antes de llegar a Hobbiton. Yo he vivido casi siete años en Nueva Zelanda, y sí puede ser verdad que en algún momento del viaje me haya sentido como si quizás otra persona hubiese podido tener otras sensaciones. No quiero decir que otra lo habría disfrutado más porque esa no es la palabra; todo el viaje, toda la experiencia, ha sido algo único, y claro que lo he disfrutado. Pero me resultó irremediable compararme por ejemplo al llegar a Hobbiton, cuando el resto de mis compañeros de viaje estaban hasta llorando de la emoción, yo ya había pasado por esas sensaciones que tienes al ver Hobbiton por vez primera; lo disfruté de una manera más aposentada, relajada, centrándome más en pequeños detalles que en el todo.

    

Como ya comenté en la primera entrega, la gran Comunidad de fans (y prensa) se dividió en cinco grupos. Los Enanos éramos básicamente todos los europeos, a excepción de algunos pobres exiliados (Bélgica, Finlandia y Eslovenia… creo que el resto de europeos ya éramos todos Enanos). Algo que de primeras no nos moló mucho a algunos, ya que de esta forma se rompía un poco la interacción entre fans de distintas partes del mundo, pero cuando uno de los días me tocó pasar un rato en el grupo de los Magos (Asia), entendí que no habría sido compatible jeje. Así pues, los Enanos nos ganamos un poco sin saber muy bien por qué el derecho recurrente a ser el último autobús en llegar a los sitios, como por ejemplo a Hobbiton. Toda la Comunidad de fans llegamos juntos a Matamata, el pueblo que alberga las tierras que a su vez sirven de hogar para ya todos sabemos quién, esa gente bajita de pies peludos. Matamata es un pueblo sin mucha historia de cara al turismo, sus habitantes viven mayoritariamente repartidos por las tierras colindantes en pequeñas granjas y la ganadería y la agricultura son su principal motor económico (al igual que la de una gran parte del país, he de decir). Así que cuando en su día los tours por Hobbiton empezaron a ponerse de moda, estoy seguro que más de uno se llevó una buena alegría y el pueblo ganó en salud. Aunque lo bueno esté en mitad de las colinas, Matamata como pueblo ha sabido adaptarse en la medida de lo posible a la fiebre Hobbit, con una señal muy turística que dice Welcome to Hobbiton al lado de la oficina de turismo, a su vez recientemente remodelada para asemejarse a una casa de estética Hobbit (al tener tejado es difícil calificarla como “agujero Hobbit”…), hasta los negocios han ido incorporando los términos Hobbit de maneras más y menos sutiles.

Total, que allí nos tocó pasar más tiempo del deseado a los Enanos mientras el resto de autobuses iban partiendo hacia Hobbiton en intervalos de media hora. A estas horas del día el cielo ya había empezado a mutar, y estábamos en plena transición del invierno a la primavera. Bien, las cosas empezaban a pintar bien, y aunque nuestra guía estuviese medio enfadada porque nos había tocado ser los últimos en llegar a Hobbiton, yo pensaba todo lo contrario: cuanto más tarde, más bajo pillaríamos el sol y más luz de atardecer tendríamos.

La primera parada antes de entrar a la idílica propiedad que alberga Hobbiton es, como no, la tienda oficial del set. Una tienda llena de merchandising que hace las delicias de muchos, aunque en mi opinión abusan demasiado del efecto fan y los precios están un pelín inflados si los comparas con lo que te puede costar ese mismo producto online o, sin ir más lejos, en la Weta Cave. Aunque esta tienda esté más centrada obviamente en Hobbiton y haya cosas que solamente vas a encontrar allí. Un ya icónico cartel para nuestra generación de “NO ADMITTANCE – except on party business”, fue el único souvenir que yo me llevé de allí, aunque me consta que hicieron el Agosto con clientes emocionados (emocionados con razón, claro); la chica que pagó justo antes que yo se dejó 549 dólares neozelandeses; el ganador brasileño salió rumbo a Hobbiton con la vara de Gandalf (la que se ha visto hasta ahora en El Hobbit, no la de El Señor de los Anillos)… Envidia sana de esos ahorros 😀

    

Hobbiton se esconde bien tras unas colinas que lo resguardan de ojos ajenos, y ni desde la carretera ni desde la tienda se puede ver nada. Cuando el bus cruza la primera valla y comienza a subir un camino de tierra, es cuando empiezas a sentir que de verdad estás en La Comarca. Allí comenzaron a escoltarnos agresivamente cuatro jinetes ataviados con corazas que más bien parecían unos Haradrim a caballo que otra cosa, aunque su verdadero significado nunca lo sabremos. Un intento de meternos en la ambientación, aunque yo hubiese preferido unos Nazgûl caseros.

Una cosa que me gusta y de la que siempre me percato en las veces que he ido a Hobbiton es que el camino por el que llegas va siempre escondido por detrás de lo que vendría a ser el set, y aunque haya momentos en los que puedas avistar pequeños destellos del lugar, hasta que no te bajas del autobús y empiezas el recorrido a pie no lo ves realmente. Y ese momento, cuando enfilas un estrecho camino que tras una curva revela la panorámica más deseada (el mismo por el que se ve a Bilbo salir corriendo tras los Enanos en Un Viaje Inesperado), es de los mejores momentos que te va a dejar la visita, y seguramente también tu viaje a Nueva Zelanda.

Como cabía esperar, para cuando nos llegó el turno de entrar, ya estábamos en la tercera estación del día, el verano, y además con la luz cada vez menos intensa y más dorada. La luz que todos desearíamos para ver Hobbiton.

    

Nuestro guía se lo curró bastante, normalmente estos recorridos suelen ser un poco sosos y enfocados para un público muy general, aportando datos y curiosidades sobre las películas que seguramente cualquiera de nosotros ya sepamos incluso mejor que la tabla de multiplicar, pero Jimmy (si no recuerdo mal) era consciente de por quién estaba rodeado y convirtió la visita en algo mucho más interactivo, con más tiempo para fotos, sacándose datos mucho más escondidos, como las mezclas de ingredientes que se utilizaron para simular el paso del tiempo en las cercas envejecidas, por ejemplo (componente principal, el yogur).

Como yo había estado allí otras tres veces, los nervios del momento eran mucho menos nerviosos, y durante toda la visita me hice un poco a un lado a la hora de dejar a otros que se hicieran las fotos, fui el último en todas partes y me quedé más bien fijándome en pequeños detalles que cuando llegas allí la primera vez no tienes tiempo a ver.

Pero por muchas veces que hubiese estado ya en Hobbiton, ésta fue única, y en el fondo me habría gustado que hubiera sido mi primera vez. Hobbiton estaba vivo, no a niveles de las películas obviamente, pero se podía sentir que algo era distinto esta vez. Lo que suele ser un set muy bien conservado (las dos veces que fui pre-Hobbit aquello daba pena mirarlo en comparación), en el que incluso hay humo saliendo de algunas chimeneas, en esta ocasión se había transformado en una aldea Hobbit en la que se podía sentir que vivían Hobbits. No solamente por la ropa recién tendida, las huertas, flores, espantapájaros o montones de leña recién cortada para alimentar las chimeneas de algunos de esos smials; también estaba la música de violín que venía de una carpa de fiesta instalada en las cercanías de un gran árbol junto al lago… Estaban esos jinetes a caballo por los alrededores, estaba la gente paseando, cruzando el puente junto al molino de Ted Arenas y tomándose unas jarras de cerveza en los exteriores del Dragón Verde. Si entrecerrabas un poco los ojos, casi podías escuchar a Bilbo saliendo escopetado en busca de una aventura entre tanto frenesí diario.

    

La visita a Hobbiton comienza por ese camino como ya he dicho antes, ese estrecho sendero por el que en Un Viaje Inesperado vemos a Bilbo agitar el contrato mientras corre escopetado en busca de una aventura. Desde allí se nos ofrece la primera y yo diría que más conocida vista panorámica de casi todos los agujeros Hobbit. También la primera gran huerta, hay muchas en Hobbiton, se ve que a los Hobbits les gusta comer saludable. Tampoco empezaré a enumerar todos los detalles que nos fueron contando, ¡también hay que dejar algo de misterio para cuando vosotros también vayáis! Pero ahí nada más empezar, lo primero que te suelen contar es los dos tipos de smials que hay repartidos por la zona, unos construidos a una escala del 90%, y otros al 60%. Como se deduce, cuando nosotros nos ponemos en la puerta de los que están al 90%, aparentaremos ser Hobbits, todo está a tamaño normal, cuando posamos en uno de los pequeños, pasamos a ser Gandalf 🙂 Los dos más importantes, que vienen siendo Bolsón Cerrado y el de Sam, están al 90%.

Rodeando la gran huerta que hay a la entrada se llega a la zona del árbol de la fiesta, donde había instaladas un par de carpas llenas de hospitalidad Hobbit: burbujas y bebidas sin burbujas para todos, canapés y lo de siempre con estos Hobbits… Tras pasar allí un rato al sonido del violín y en compañía de los propietarios de la finca, la visita continuó, subiendo lentamente en zigzag hasta llegar a uno de los platos fuertes del día, Bolsón Cerrado. Es una pena, pero ya no dejan a nadie subir hasta la puerta, te quedas en la valla y desde allí tienes que hacerte las fotos. Uno de los datos más curiosos que nos contaron durante la visita fue allí en Bolsón Cerrado, la historia de cómo el árbol es en realidad una gran estructura de… plástico. Lo más curioso de toda esa historia, es el hecho de que cada dos años han de reponerle las hojas una a una, ya que se van cayendo progresivamente. No recuerdo exactamente la cifra que se gastan en esta labor de mantenimiento, me la dijeron en una de las visitas anteriores, pero era algo absurdo.

    

Bajando la colina de Bolsón Cerrado se llega tras unas giros al puente… ¡Y por fin el molino y el Dragón Verde! Para mí, esta zona es de lo más chulo de todo Hobbiton, no se lleva todas las miradas y atención como sí lo hace “el pueblo”, pero le aporta a todo el complejo ese aire extra de realidad. Tres infraestructuras hechas para perdurar, un molino de agua en funcionamiento, un puente de piedra y un bar (a tamaño humano) donde refrescarse al final del recorrido. En nuestra ocasión El Dragón Verde tuvo mucho más historia de lo que suele ser; en lugar de llegar allí y despacharnos con una de las cervezas producidas exclusivamente para El Dragón Verde, en sus inmediaciones había una auténtica fiesta montada. Como siempre, mucha comida saliendo continuamente de las cocinas, más música e incluso una zona para practicar el tiro con arco. Al lado de El Dragón Verde había instalada una gran carpa amarilla, donde se nos prometió que nos llevarían más tarde para “algo especial”. Al entrar a El Dragón Verde te encuentras a la izquierda la barra del bar, y a la derecha una chimenea con dos sillones en frente; un poco más a la derecha está un ala del bar, con mesas y más sillones para sentarse junto a las ventanas circulares; todo está minuciosamente decorado, ambientación plena.

    

El resto del bar se encontraba oculto tras una cortina a nuestra llegada, y tras hacernos callar a todos, una vez todo el mundo tenía ya su jarra de cerveza, se nos desveló la sorpresa que había al otro lado: cuatro de los Enanos estaban allí (¡pegándose un buen banquete todo hay que decirlo!), y los fans más emocionados salieron corriendo a su encuentro. Jed Brophy fue probablemente el más reclamado, merced a la cierta fama ganada poco a poco a raíz de salir en todas las películas de Peter Jackson, sobre todo ahora que por fin le ha dado un papel más o menos principal –ha quedado demostrado que puedes ser uno de los Enanos de El Hobbit, sí, pero a la vez tener menos relevancia en las películas que muchos de los demás personajes secundarios…

    

Una vez desveladas las grandes atracciones del día, el atardecer fue ganando terreno lentamente, y entre bandejas de comida, música y charlas distendidas junto al lago, el día dio paso a la noche, y con ella fuimos convocados al interior de la misteriosa carpa amarilla… Allí se nos puso en primicia el último tráiler de la película (una sensación rara teniendo en cuenta que a los dos días veríamos la película entera), no una vez, ni dos… tres veces tuvieron que darle al play hasta que todos estuvimos contentos. A continuación los cuatro Enanos entregaron una tarta y cantaron el cumpleaños feliz a dos de los fans que cumplían años durante esa semana, y como broche final, cantaron para todos nosotros su canción, Far Over the Misty Mountains Cold.

    

Así murió el día, aunque según íbamos saliendo de la carpa para volver con paso muy lento a los autobuses, Hobbiton nos tenía preparado un último regalo: los fuegos artificiales lanzados desde el otro lado del lago. Alguno incluso gritaba “¡un dragón!”…

Exhaustos, de vuelta al hotel quince horas después de haber salido, más de uno se fue a dormir soñando con una casa en Hobbiton, los fuegos artificiales sobre el árbol de la fiesta y la cerveza de El Dragón Verde. Prometía ser el día más intenso de todo el viaje, pero a esas horas aún no sabíamos si realmente nos esperaba algo aún mejor que lo que habíamos vivido esa tarde noche.

    

         

Por si no habéis tenido suficiente con el maravilloso texto y las increíbles fotografías de Nicolás Cuervo para sentir la magia de Hobbiton, os dejamos el resumen en vídeo del segundo día de la Compañía del Hobbit Fan Contest publicado por el departamento de turismo de Nueva Zelanda.

Imágenes relacionadas:

Esta noticia fue publicada en La Batalla de los Cinco Ejércitos y etiquetada con Diario del Hobbit Fan Contest, El Hobbit, Hobbit Fan Contest, La Batalla de los Cinco Ejércitos, Nueva Zelanda, peliculas. Anota el permalink.

Comentarios

2 Responses to Diario del Hobbit Fan Contest de Nicolás Cuervo – Día 2